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que Roma (Europa) caerá estrepitosamente, y de que vivimos (a
pesar del maquillaje que nos embadurna) una crisis tan evidente y
profunda como la del siglo V d. C.
No he ido a votar. Llevo sin acercarme a una mesa electoral
la friolera de 12 años y ahí sigo. Ni Zapatero ni Rajoy me
representan, ni creo tampoco, porque esto es la jungla, que salga
otro partido diferente. En su libro, Dragó advierte que salga
quien salga, el proceso de desintegración del alma española será
ya irreversible y pone como ejemplo el fin o agonía de la España
que retrató en su excelente libro “Gárgoris y Habidis”. España es
ya un museo de prehistoria, un museo de cera de lo español, pero
la vida sigue y habrá que adaptarse, más bien bucear en el
chapapote de este naufragio del “Prestige”.
A gente como Dragó, al que admiro desde siempre, le
quedan las reservas cherokies del idioma y de los toros. A mí, que
aborrezco esa fiesta cruel y salvaje y que me importa un bledo
hablar en castellano, en valenciano, en francés o en latín (aunque
reconozco que me manejo bien en el primero), pues me queda el
consuelo de rescatar día a día lo poco que aún queda de nuestra
personalidad individual y colectiva, como humano y como grupo,
pues soy persona de excelente memoria, coleccionista de sueños
y buen hispano.
NOVIEMBRE 2008