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Descargar - Nodo 50

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COLORES<br />

La oleada de inmigrantes a nuestra civilización occidental es<br />

casi imparable, y personalmente creo que en los próximos años<br />

irá a más. Es lógico pensar, por otro lado, que esto suceda: el<br />

reclamo del Paraíso es un imán para miles de personas que viven<br />

en la periferia de nuestras fronteras. Que luego la realidad aquí<br />

sea distinta a lo que se habla, se oye, se ve o se imagina, es otra<br />

historia.<br />

Pero las diferencias económicas y sociales, con o sin<br />

inmigrantes, son brutales, aquí y en todo el mundo. En esta lucha<br />

por la supervivencia y por acceder a nuestro trozo de pastel,<br />

muchas veces nos olvidamos de que todos tenemos derecho a<br />

vivir dignamente. La marginación diaria es a veces la moneda<br />

corriente del colectivo extranjero, que abarca desde la<br />

xenofobia o el racismo hasta la precariedad laboral, la ilegalidad<br />

o la prostitución forzosa no voluntaria.<br />

¿Qué demonios está pasando en Occidente? La gente tiene<br />

miedo de perder su mísera existencia, de contagiarse de<br />

enfermedades o diferencias culturales. Tienen miedo de que sus<br />

hijos se mezclen con lo que para ellos es sinónimo de basura.<br />

Quiero pensar que esto no es generalizable, pero en la actitud y<br />

el lenguaje de mucha gente se aprecia una preocupante<br />

inclinación hacia ideales insolidarios y claramente fascistas.<br />

La convivencia cotidiana con la inmigración está sacando a la<br />

superficie viejos miedos, odios y situaciones que no fueron<br />

superadas. Y quien más poder, influencia y riqueza posee, más<br />

vulnerable y atacado se siente. Pero hasta que no asumamos que<br />

las fronteras y culturas son barreras creadas artificialmente no<br />

estaremos preparados para acoger a toda la masa de gente<br />

foránea que presumiblemente seguirá acudiendo a tierras<br />

occidentales. De nada sirven leyes represivas, perseguidoras o<br />

entorpecedoras de esa llegada; ni estupideces como la que<br />

protagonizó el Rey al visitar, de un modo neocolonialista, las<br />

ciudades de Ceuta y Melilla. O su desplante ante el Presidente de

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