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MADRUGAR
Bueno. Pues parece que ya estamos en Mayo. Nos ha
costado adaptarnos a la Primavera y, poco a poco, nuestras
hormonas se equilibran. Lo mejor que encuentro de esta época es
la luz. Vivimos en el Mediterráneo y eso se nota. Ahora amanece
antes y anochece más tarde.
Llevo mucho tiempo sin practicar el sano deporte de
madrugar. Esta noche pasada no tenía sueño, así que me he
relajado sobre la cama y he ido dejando pasar los minutos. Sobre
las 4 de la mañana he iluminado la habitación con velas y me he
puesto a hacer Yoga y un poco de gimnasia y estiramientos.
Seguidamente he hecho 10 ó 15 minutos de meditación, en la
postura del diamante (la que usan los japoneses para comer en
casa). Acto seguido he cogido ropa interior limpia, una camiseta,
y un vaquero y me he dirigido al aseo. Me he dado una ducha
caliente, mientras frotaba la piel con una manopla de cuerda,
para eliminar la piel muerta y favorecer la circulación. Finalmente
me he afeitado.
La atmósfera y el ambiente que rodean la madrugada son
sencillamente deliciosos. Con la luz atenuada y casi en plena
oscuridad, apenas se oyen los pájaros y los madrugadores que
trabajan en el Mercado de Abastos, en mi barrio. Ventilar un
poco la casa, encender una varilla de incienso japonés, de lavanda
y leer artículos atrasados de la revista “Integral”. Y ahora,
escribir este pequeño artículo, como homenaje a una noche en
vela y a las maravillas del silencio y la soledad. Cada vez me
siento más cómodo en la quietud, conmigo mismo. Y cada vez
soporto menos el estruendo de una ciudad, a pesar de que
Crevillent es un pueblo relativamente pequeño. Odio el tumulto de
los coches, su humo, sus cláxones; y las prisas, el estrés y el
bullicio neurótico. Intento buscar momentos de soledad y
aislarme todo lo posible de ese bombardeo continuo en que se ha
convertido el mundo actual. Es casi una misión imposible:
desconectar aparatos, no oír las noticias, no comprar prensa,