Descargar - Nodo 50

EL CULTO A LA GRAN DIOSA
El misterio forma parte de la Historia de la Humanidad.
Muerto Cristo, se acababa una etapa marcada por lo femenino. El
esenio trató a las mujeres de un modo especial, de manera que se
sintiesen personas y no un escalón por debajo del hombre, como
marcaba la cultura judía. Quizás ya el Paleolítico supo ver en la
mujer ese misterio que luego tanto fascinó a tantos hombres. Las
cuevas prehistóricas, con pinturas rupestres, son un símbolo del
útero, que luego se reproduciría en los templos egipcios y las
catedrales románicas y, sobre todo, góticas. Para algunos sus
puertas, con sus numerosos arcos, que decrecen, son una
representación de la vulva, y sus tímpanos adornados el clítoris.
La planta cruciforme en forma de túnel y su temperatura, de
nuevo el útero, y sus brazos laterales los ovarios.
Se sospecha que en las cuevas prehistóricas se celebraban
ritos secretos, rituales de iniciación, desconocidos, quizás
relacionados con la fascinación e impresión que causaba la
fertilidad femenina entre nuestros antepasados. Una admiración
primitiva, de nuestros primeros balbuceos históricos, quizás una
sociedad igualitaria como afirmaban autores como Marx y los
marxistas. El Neolítico y la producción de alimentos mediante la
agricultura explotó en multitud de ritos y mitos hacia la Gran
Diosa Madre, la Potnia, Ártemis o Deméter griegas, pero que ya
anteriormente aparece en cultos a lo femenino, por ejemplo la
Ianna babilónica, la Isthar acadia o la Astarté fenicia. El Próximo
Oriente se inunda de deidades femeninas, con sacerdotisas al
cargo de su culto.
El ejemplo más impresionante es la cultura minoicocretense,
que evolucionó desde el 3.000 al 1.400 a.C. Una
sociedad que, casualmente, apenas muestra indicios de
militarismo, construcción de murallas, ejércitos o elementos
claramente bélicos como otras culturas cercanas: Egipto, Sumer,
Acad, Babilonia, Asiria, Mitanni, Hatti, Micenas, etc… Una cultura
con rasgos femeninos, a pesar del culto al toro, representante de