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8. VIAJES
“De Santa Pola salen unos barquitos que, en poco más de
media hora, nos dejan en la isla de Tabarca. El viaje, con el
cabeceo del barco cuando se sale a mar abierta, alarma un poco a
quienes no tenemos la costumbre de navegar. Por lo demás, el
trayecto suele ser tranquilo, de una total seguridad y la gente lo
aprovecha para ensimismarse, charlar un rato o tomar el sol en la
cubierta.
Tabarca, en verano, es una isla concurrida. La gente llega,
da una vuelta por el pueblo y acude hasta la playa o busca unos
acantilados donde poder bañarse, mientras aguarda la hora de
comer. En Tabarca se comen unos estupendos calderos, hechos
con unos fondos soberbios. Son unos fondos olorosos, densos,
con la grasa precisa para que el arroz se pegue ligeramente a los
labios. (…)
Para quien se instala en Tabarca durante varios días, la isla
ofrece escasa diversión (…) Baños, largos paseos y alguna copa
después de cenar, completan el panorama. Todo esto en un
ambiente sosegado, de un hedonismo monástico que, ayudado por
el calor, os va embotando ligeramente los sentidos hasta que
acabáis por tener una conciencia precisa de vuestro propio
cuerpo. Un paseo al atardecer, mientras los colores son tenues y
se van debilitando, se enciende la luz del faro, el mar se adensa y
vosotros cruzáis la isla sin encontrar un alma, provoca una
sensación de soledad de una pureza extrema, únicamente
superada cuando, a finales de septiembre, un temporal de
levante os aísla de tierra y tenéis que encerraros en casa
durante un par de interminables días.”
V.V.A.A. “Tierra Adentro. Rutas de la provincia de
Alicante”. Ed. “Información”, Murcia, 1990