Descargar - Nodo 50

plenamente de la comida, de la música, de los demás ni de mí
mismo. Sentirse observado, analizado, criticado constantemente,
a veces de modo real, otras de forma imaginaria. Dudar de todo y
de uno mismo. Contar los minutos que pasan hasta que llega la
noche. No poder dormir. Desesperarse. Vivir como una presa
acorralada por perros de caza. Presente, siempre presente; cada
segundo era un tiempo precioso arrancado a la Muerte.
En fin. Quizás esto sólo sea el 1% de aquella etapa. Pero fue
real; yo estuve allí y lo viví. Y sin embargo, aquella época me
marcó y me hizo cambiar. Me obligó a lanzar por la borda lo
innecesario, lo inútil: el barco se hundía por su propio peso; era
preciso aligerar carga. Y lo hice. Y al fin, poco a poco, algo
empezó a pasar. Empecé a respirar de nuevo; sentía placer de
nuevo por cosas aparentemente sin importancia. Empecé a ser de
nuevo el que siempre fui, pero consciente de todos los aspectos
de mi personalidad. Me había transformado en mí mismo; había
salido de la cárcel, tras 14 años sin ver la luz del sol.
¡Qué hermosa es la vida tras una condena tan larga y difícil!
¡Cómo apreciamos de nuevo cada detalle! ¡Cómo damos gracias por
poder respirar, por poder comer, por vivir sin dolor! Aún tengo la
rutina del preso, del condenado a muerte: lo llevo escrito en la
frente a fuego y metido en la sangre hasta los tuétanos, pero soy
libre. He sobrevivido y puedo contarlo. Lo he perdido casi todo,
pero la vida me ha dado una segunda oportunidad. Y ahora, en la
calle y a las puertas de la cárcel, mi alma respira tranquila y se
abre al mundo. Nunca olvidaré aquella celda; fue mi vida durante
muchos años, pero la vida me ha devuelto lo más preciado y falto
durante ese tiempo: la libertad personal y la conciencia de mí
mismo.
JULIO 2009