Caracas, entre la ciudad guzmancista y la metrópoli revolucionaria
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ARTURO ALMANDOZ<br />
los cerros marginales bajó a saquear <strong>la</strong> <strong>ciudad</strong> consolidada, después de<br />
<strong>la</strong>s austeras medidas promulgadas por el gobierno neoliberal del segundo<br />
CAP (1989-1993). Anunciando el fin de <strong>la</strong> denostada democracia<br />
bipartidista, en <strong>la</strong> que AD y el Comité de Organización Política Electoral<br />
Independiente (Copei) habían hecho uso alternado e ineficiente<br />
de <strong>la</strong> ingente renta petrolera, el Caracazo adec<strong>la</strong>ró al mismo tiempo <strong>la</strong><br />
irrupción en <strong>la</strong> arena pública de actores sociales excluidos del clientelismo<br />
partidista y removió <strong>la</strong> lucha de c<strong>la</strong>ses en una sociedad en <strong>la</strong> que el<br />
oro negro <strong>la</strong> había escamoteado, a pesar de que <strong>la</strong> pobreza crítica frisaba<br />
ya el 40% (García-Guadil<strong>la</strong>, 1994: 63). El Caracazo también aceleró varios<br />
y distorsionados efectos en <strong>la</strong> estructura y dinámica urbanas, como<br />
<strong>la</strong> colonización de espacios públicos por parte de buhoneros y demás<br />
actividades informales (Chacón, 2005), que se apoderaron de <strong>la</strong>s zonas<br />
que el metro había peatonalizado hacía menos de una década, de Catia<br />
a Sabana Grande.<br />
Si bien muchas de <strong>la</strong>s <strong>ciudad</strong>es venezo<strong>la</strong>nas se beneficiaron del proceso<br />
de descentralización administrativa de finales de <strong>la</strong> década de 1980,<br />
este fue consumido en <strong>la</strong> capital por los sucesivos efectos de revueltas<br />
popu<strong>la</strong>res, así como por <strong>la</strong> cristalización de <strong>la</strong> “<strong>ciudad</strong> violenta” que,<br />
después de <strong>la</strong> “masificada” de Romero (1984), ubica González Téllez<br />
(2005: 107-116) por esos años en el ya turbulento contexto nacional.<br />
Los escasos intentos de renovación espacial estimu<strong>la</strong>dos desde el descentralizado<br />
ámbito municipal –con Chacao como mejor exponente–<br />
fueron desbordados por <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>gas de <strong>la</strong> delincuencia y <strong>la</strong> inseguridad,<br />
que han infestado <strong>la</strong> vida pública en <strong>la</strong>s grandes <strong>ciudad</strong>es venezo<strong>la</strong>nas<br />
y llevado a inusitadas formas de segregación blindada. Esto se ha manifestado<br />
desde entonces –tal como ilustra García-Guadil<strong>la</strong> en este volumen–,<br />
ora en <strong>la</strong>s urbanizaciones de c<strong>la</strong>se media y alta del este y sureste,<br />
de casas enrejadas y accesos contro<strong>la</strong>dos a gated communities o feudos<br />
urbanos, ora en el renovado protagonismo del centro comercial, que<br />
se ha tornado el único refugio seguro en medio de calles tomadas por<br />
<strong>la</strong> inseguridad, <strong>la</strong> buhonería y <strong>la</strong> basura. Para finales de los noventa, <strong>la</strong><br />
inauguración del centro comercial Sambil –el de mayor área de construcción<br />
en Latinoamérica y cuyo prototipo ha sido repetido incluso