Caracas, entre la ciudad guzmancista y la metrópoli revolucionaria
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ARTURO ALMANDOZ<br />
<strong>la</strong> p<strong>la</strong>za Venezue<strong>la</strong>, de pequeños rascacielos; el Chacaíto comercial y de<br />
transbordos; <strong>la</strong>s torres del Parque Central gubernamental, que sucedieron<br />
en los setenta a esa suerte de Rockefeller Center que había sido<br />
desde los cincuenta el Centro Simón Bolívar…; todo esto antes de <strong>la</strong><br />
consolidación de Chuao, hacia el sureste, en tanto distrito de oficinas y<br />
corporaciones.<br />
Tal despliegue de segregación funcionalista y comunicación expresa,<br />
apoyada sobre una gran tenencia vehicu<strong>la</strong>r privada, causó profundas<br />
fracturas espaciales y sociales. Por esto, <strong>la</strong> <strong>Caracas</strong> esnobista de los sesentay<br />
70 creció sin prestar mayor atención a los circuitos peatonales y de<br />
transporte público, y desconoció así <strong>la</strong> esencial necesidad de vida pública<br />
en p<strong>la</strong>zas, calles y aceras y ocasionó <strong>la</strong>s funestas condiciones ambientales<br />
y de movilidad que Chacón (2005) y Mundó Tejada (2007) describen<br />
en los análisis que constan en este volumen. Al mismo tiempo, el patrón<br />
suburbano de dispersión de <strong>la</strong>s funciones comerciales llevó a privilegiar,<br />
antes que en cualquier otra urbe <strong>la</strong>tinoamericana, el valor de los<br />
centros comerciales provenientes de Norteamérica. Desde el psicodélico<br />
pero sobrio Chacaíto, emblema de <strong>la</strong> bohemia <strong>entre</strong> consumista y<br />
contracultural de los sesenta, muchos shoppings zonales y metropolitanos<br />
afianzaron en <strong>la</strong>s décadas siguientes el culto al nuevo rico, más saudita<br />
que cosmopolita. El más faraónico templo de ese culto fue el Centro<br />
Ciudad Comercial Tamanaco (CCCT), consagrado en <strong>la</strong> <strong>Caracas</strong> disco<br />
que se deslizaba al Viernes Negro de febrero de 1983, cuando <strong>la</strong> longeva<br />
fortaleza del bolívar frente al dó<strong>la</strong>r comenzó a derrumbarse.<br />
Antes de <strong>la</strong> inauguración del metro en 1983, <strong>la</strong> infraestructura de<br />
circu<strong>la</strong>ción de <strong>la</strong>s grandes avenidas, así como <strong>la</strong> zonificación comercial<br />
y residencial, reflejaba en general una segregación <strong>entre</strong> <strong>la</strong> <strong>Caracas</strong><br />
burguesa y sifrina del este –para utilizar un venezo<strong>la</strong>nismo de marras<br />
que connota todavía ‘nueva rica’– y <strong>la</strong> <strong>ciudad</strong> del oeste, más popu<strong>la</strong>r y<br />
obrera (Mundó Tejada, 2007). Sin embargo, conviene recordar que, a<br />
diferencia de otras capitales <strong>la</strong>tinoamericanas marcadas por una segregación<br />
socioespacial hemisférica y antagónica, los barrios de ranchos<br />
siempre estuvieron yuxtapuestos e interca<strong>la</strong>dos <strong>entre</strong> los sectores formales<br />
y consolidados de <strong>la</strong> capital venezo<strong>la</strong>na, como también ocurre en