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Ejecución penal y derechos humanos - Ministerio de Justicia ...

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Robin Hood, sólo roben a ricos. De ahí en a<strong>de</strong>lante, también tengo que<br />

reconocer, no tengo ningún reproche –salvo cuando lo hacen <strong>de</strong> forma violenta–<br />

con las personas que me roban cosas que no disminuyen en absoluto<br />

mi patrimonio ni mi forma <strong>de</strong> vida.<br />

Todo este cuento para <strong>de</strong>mostrar con dos historias <strong>de</strong> vida que el centro<br />

<strong>de</strong> rehabilitación no pue<strong>de</strong> rehabilitar.<br />

En “la casa <strong>de</strong>l jabonero el que no cae, resbala”, como solían llamar a la<br />

cárcel, hay gente que cambia y para bien, pero esos cambios no se producen<br />

porque el sistema rehabilite sino por condiciones <strong>de</strong> carácter personal o<br />

por aprendizajes que surgen por lo terrible <strong>de</strong> la cárcel y no por su ambiente<br />

o sus programas rehabilitadores. Se dice que cuando se pier<strong>de</strong> lo que se<br />

tiene, se valora. Sería tan ridículo llamar a este cambio en ese espacio rehabilitador<br />

como apreciar <strong>de</strong> igual modo la experiencia <strong>de</strong> una persona que<br />

migra a otro país don<strong>de</strong> no tiene familiares ni amigos, se habla otro idioma<br />

y explotan. En ningún caso se justifica que el cambio se <strong>de</strong>ba a un enunciado<br />

legal <strong>de</strong> rehabilitación, cuando el ambiente propicia exactamente un<br />

ambiente <strong>de</strong> vida ajeno al que se predica.<br />

Comencemos a concluir.<br />

RAMIRO ÁVILA SANTAMARÍA<br />

La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la rehabilitación está reñida, por principio, a la concepción<br />

<strong>de</strong> dignidad. Con este sólo argumento bastaría para replantear la palabra y<br />

la forma <strong>de</strong> intervención <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la con<strong>de</strong>na.<br />

Si analizamos los <strong><strong>de</strong>rechos</strong>, que según unos se <strong>de</strong>rivan <strong>de</strong>l principio <strong>de</strong><br />

dignidad, uno por uno constataremos que son violados o seriamente amenazados<br />

en los lugares <strong>de</strong> encierro. Pero el problema es más dramático si nos<br />

restringimos a los principios y <strong><strong>de</strong>rechos</strong> directamente aplicables al régimen<br />

<strong>penal</strong>. Ahí encontramos un mundo bicéfalo. Por un lado encontramos intolerables<br />

esferas <strong>de</strong> inobservancia <strong>de</strong>l principio <strong>de</strong> legalidad y jurisdiccionalidad,<br />

y, por otro lado, encontramos cuidadosos <strong>de</strong>sarrollos para su respeto.<br />

Esas esferas <strong>de</strong> irrespeto las encontramos al principio, cuando interviene el<br />

po<strong>de</strong>r ejecutivo a través <strong>de</strong> la fuerza pública, y, al final, cuando el mismo<br />

ejecutivo interviene en la ejecución <strong>de</strong> penas. Urge igualar tanto la doctrina<br />

como la práctica particularmente en el segundo momento, que es lo que<br />

hemos tratado <strong>de</strong> <strong>de</strong>scribir.<br />

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