Los amantes de Teruel.pdf - Ataun

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ZULIMA: ¡Maldígate Alá, vaticinador de desastres! ¿La llama del suplicio nombras delante de quien arde en la del amor? ADEL: Como una puede conducir a otra... ZULIMA: ¿Juzgas que he descuidado nuestra seguridad? Ausente el rey, nadie penetra en estas habitaciones. Ramiro se hallará aquí tan aislado, tan ignorado como cuando yacía bajo tu custodia en la mazmorra más profunda de la alcazaba. Además, tú propio me dijiste que si permanecía allí dos días iba a expirar. ADEL: Verdad te dije: pero harto mejor hubiera sido callar hasta pasado mañana. ZULIMA: Tú entonces le hubieras acompañado en la tumba. ADEL: Peligros por un lado, perdición por otro. Está visto que mi suerte se halla enlazada con la de ese buen idólatra: cúmplase lo que está escrito. Tarda mucho en volver en su acuerdo. ZULIMA: Tarda demasiado. ¿Si te excederías en la dosis del narcótico?
ADEL: No sabemos a qué hora lo tomaría. Yo le descolgué anoche la vasija, pero no le envié gana de beber al mismo tiempo. Y como le tiene tan debilitado la enfermedad... Por la torre de la Caaba, señora, que el objeto de tus bondades más bien debe inspirar lástima que amor. ZULIMA: Lástima fue la que me condujo a amarle. Veíale yo en el jardín del serrallo cargado de pesados hierros, tal vez insuficientes a sujetar sus brazos indómitos; al pasar delante de mis celosías, notaba yo la palidez de su noble rostro; oía sus suspiros, las palabras incoherentes, únicas con que interrumpía su tétrico y porfiado silencio. ¿Por qué suspiras?, solía yo decirle detrás de los cortinajes de las ventanas. Soy esclavo, me respondió siempre. ADEL: ¡Cuánto aman los cristianos a su patria! ZULIMA: Veneno brotan todas tus expresiones, Adel. Pero te engañas, vaso de malicia, te engañas en tus mezquinas sospechas. Ramiro no suspira por una querida; Ramiro no ha tenido amores en su patria; aquel pecho altivo no
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es vil el escarmentado que imposibl
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en las entrañas me clavo desespera
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amonestación amistosa? Bien sé qu
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desistir nunca. Los Azagras no sabe
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mano; promesa quita propiedad, no e
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hábito tan extraño como peligroso
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MARI-GÓMEZ: Aún no vuelve. Escena
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gruesa y hórrida corteza... los ci
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MARI-GÓMEZ: (Aparte.) Dios le haya
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voy a dar la mano a don Rodrigo. ¡
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para defectos hallaros fueron mis i
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ya cañas, ya la batida, ya música
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Una falta: me olvidé... Tendréisl
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el desconocido que obtuvo la revoca
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ISABEL: La habéis ganado. Tomadla.
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sombra necesita lágrimas, ¿no le
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MARTÍN: Basta; no más. MARGARITA:
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(Marsilla escucha convulsivo el toq
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tropa a recorrer estas cercanías.
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mismos árboles ha de pender vuestr
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Escena III ZULIMA: . DICHOS. MARSIL
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mas no a la casa que la diera abrig
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en el silencio del abatimiento, apo
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Pero aún te quedan padres, hermano
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(Vanse DON MARTÍN y los criados.)
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¿Cómo me atrevo a llamarme madre?
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¡Cuánto me alegraría de verle! P
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Escena II ISABEL: . ISABEL: Sí, ma
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MARSILLA: ¡Dulce bien! ISABEL: Det
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ISABEL: ¡Yo pérfida! ¡Gran Dios!
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te debiera mi suerte desgraciada.
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me amenazó: ni halago, ni amenazas
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ISABEL: (A su padre.) Sí, no me cu
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