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Capítulo 1 - Ediciones Urano

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<strong>Capítulo</strong> 1<br />

Me llamo Blair Mallory e intento celebrar mi boda, pero las diosas de<br />

la fortuna no quieren cooperar… Me caen fatal esas estúpidas diosas,<br />

sean quienes sean las muy zorras. ¿A ti también?<br />

Me senté a la mesa del comedor y me quedé mirando el calendario,<br />

estudiando fechas disponibles que se adaptaran a las innumerables<br />

agendas esparcidas sobre la mesa. Mi agenda, la agenda de Wyatt, las<br />

agendas de mamá y papá, las agendas de mis hermanas, la agenda de<br />

la madre de Wyatt, la agenda de la hermana de Wyatt, las agendas de<br />

los niños y los maridos de la hermana de Wyatt… era interminable.<br />

Hasta el día siguiente a Navidad no quedaba ningún hueco adecuado<br />

para todo el mundo, y por supuesto no iba a celebrar mi boda ese<br />

día. Si nos casáramos justo el día posterior a Navidad, mis aniversarios<br />

de boda serían siempre un asco, porque para esa fecha Wyatt ya<br />

habría agotado todas las ideas de regalos buenos para hacerme. Ni<br />

hablar. No me hago sabotaje a mí misma.<br />

—Estás muy enfurruñada —comentó Wyatt sin levantar la vista<br />

del informe que estaba leyendo. Supuse que se trataba de alguna clase<br />

de informe policial pues Wyatt es teniente en nuestra policía local,<br />

pero no pregunté; esperaría a que saliera de la habitación para leerlo,<br />

sólo por ver si tenía que ver con algún conocido. Es impresionante<br />

9


lo que llega hacer la gente, gente que ni en un millón de años imaginaríais<br />

que fuera a meterse en tales fregados. Sin duda, se me habían<br />

abierto los ojos desde que salía con Wyatt… bueno, desde que leía<br />

sus informes, lo cual, pensándolo bien, en realidad es previo a que<br />

empezáramos a salir juntos, es decir, al menos esta segunda vez. Salir<br />

con un poli tiene sus ventajas, sobre todo si está bien situado en la<br />

cadena alimentaria. Mi cupo de cotilleos estaba a tope.<br />

—Tú también estarías enfurruñado si tuvieras que aclararte con<br />

todas estas agendas en vez de estar ahí sentado leyendo.<br />

—Estoy trabajando —replicó, confirmando que, sí, estaba leyendo<br />

un informe de algún tipo; sólo confiaba en que fuera jugoso y que<br />

lo dejara ahí encima cuando se levantara para ir al baño o algo parecido—.<br />

Y no tendrías ningún problema con el calendario si hubieras<br />

hecho caso de mi sugerencia.<br />

Lo que él había sugerido era casarnos en Gatlinburg, la capital<br />

de las bodas, en alguna de sus chabacanas capillas, donde no podría<br />

rodearme de las cosas que me gustan. Podía superar lo de la capilla<br />

nupcial, pero en otra ocasión ya intenté hacer la maleta para celebrar<br />

un acontecimiento especial lejos de casa y aprendí una dura lección:<br />

siempre olvidas algo. No quería pasar el día de mi boda yendo a toda<br />

prisa de un lado a otro, intentando encontrar algo con lo que reemplazar<br />

lo que me había olvidado.<br />

—O podemos casarnos aquí en el juzgado —comentó.<br />

Este hombre no tiene un pelo de romántico, algo que en realidad<br />

me parece bien, porque yo tampoco tengo mucho de romántica, y<br />

demasiada sensiblería me pondría de los nervios. Pero, por otro lado,<br />

yo sé Cómo-Se-Hacen-Las-Cosas, y quiero tener fotografías para<br />

demostrárselo a mis hijos.<br />

Y ésa era otra de las cuestiones que me tenían estresada. Una vez<br />

celebrado mi trigésimo primer cumpleaños, me encontraba mucho<br />

más cerca de la amniocentesis. Tuviera los hijos que tuviera, quería<br />

tenerlos antes de llegar a esa edad en que cualquier tocólogo con un<br />

mínimo instinto de supervivencia y un temor saludable a las querellas<br />

ordena de forma automática una amniocentesis. No quiero que<br />

10


me claven una larga aguja en la tripa. ¿Y si le da al bebé en el ojo o<br />

algo así? ¿Y si esa larga ventosa pasa de largo y perfora mi columna<br />

vertebral? Sabéis lo que pasa en Peter Pan, ¿no? ¿Cuando el cocodrilo<br />

se ha tragado un reloj y queda claro que el bicho está acercándose<br />

porque el tic tac suena cada vez más fuerte? Mi reloj biológico marcaba<br />

los segundos como ese puñetero cocodrilo. O tal vez fuera un<br />

caimán. Qué más da. En vez de «tic tac» decía «Am-nio» (la palabra<br />

entera no se ajustaría al ritmo del tic tac) y aquello era algo que me<br />

provocaba pesadillas.<br />

Tenía que casarme, deprisa, para poder deshacerme de una vez de<br />

las píldoras anticonceptivas.<br />

Y Wyatt estaba ahí sentado tan campante leyendo su maldito<br />

informe mientras yo me ponía cada vez más tensa, hasta el punto de<br />

casi empezar a chillar. Él ni siquiera intentaba animarme contándome<br />

qué había en ese informe, para que yo me hiciera una idea de si necesitaba<br />

leerlo más tarde y enterarme de todos los detalles… bueno,<br />

tampoco es que me lo contara otras veces. Era de lo más acaparador<br />

en lo que a asuntos policiales se refería; se lo guardaba todo para él.<br />

—Estoy empezando a pensar que nunca va a suceder, nunca<br />

vamos a casarnos —dije con desánimo, arrojando el boli sobre la<br />

mesa.<br />

Wyatt, sin cambiar su postura, siguió despatarrado y relajado, y<br />

me dedicó una mirada irónica.<br />

—Si es demasiado para ti, puedo ocuparme yo de los detalles<br />

—manifestó. Podía apreciarse cierta brusquedad en su tono, porque<br />

empezaba a impacientarse con lo que parecía un desfile interminable<br />

de retrasos e impedimentos, ni más ni menos. Quería casarse conmigo<br />

y no le hacía gracia la inconveniencia de quedarse a dormir cada noche<br />

en mi casa, por no mencionar que no entendía los motivos de que yo<br />

siguiera viviendo aquí en vez de vivir con él. Había aceptado que yo<br />

me ocupara de todas esas cosas de chicas que él consideraba los detalles<br />

de la boda para así poder ocuparse él de todos los asuntos de hombres—.<br />

Y antes de que acabe la semana, serás Blair Bloodsworth.<br />

—Teniendo en cuenta que estamos a miércoles, eso…<br />

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Entonces me detuve, con el cerebro literalmente paralizado<br />

mientras las palabras de Wyatt calaban hondo. No. ¡No! ¿Cómo se<br />

me había pasado por alto algo tan patente, algo que saltaba a la vista<br />

con tal descaro? Sencillamente no era posible, a menos que la lujuria<br />

me tuviera tan enloquecida que me impediera pensar con claridad.<br />

Puestos a buscar excusas, ésa serviría en mi caso. No obstante, aquel<br />

descuido no iba a borrarse por más que buscara explicaciones. Cogí<br />

el boli y garabateé las palabras ofensivas y las volví a escribir una vez<br />

más sólo para asegurarme de que no había sufrido un cortocircuito<br />

en la sinapsis. No iba a tener esa suerte.<br />

—¡Oh, no! —Me quedé mirando lo que había escrito, que por<br />

supuesto atrajo toda la atención de Wyatt, y que por supuesto era<br />

lo que yo pretendía. No es que yo planee estos pequeños episodios,<br />

pero cuando se presenta la oportunidad… Le dediqué una mirada<br />

trágica y pronuncié—: No puedo casarme contigo.<br />

Wyatt Bloodsworth, teniente de policía, personalidad alfa, tipo<br />

duro donde los haya y el hombre a quien adoro, se inclinó sobre la<br />

mesa para darse lentamente con la cabeza en la madera.<br />

—¿Por qué a mí? —gimió. Pum—. ¿Es por algo que hice en una<br />

vida anterior? —Pum—. ¿Durante cuánto tiempo tendré que pagar?<br />

—Pum.<br />

Lo normal sería esperar que preguntara por qué yo no podía<br />

casarme con él, pero no, tenía que actuar como un listillo. De hecho,<br />

creo que intentaba superarme en dramatismo, siguiendo el razonamiento<br />

de pagar con la misma moneda. Me costaba decidir qué me<br />

ofendía más, la idea de que pensara que yo era una peliculera o que<br />

pensara que podía superarme en teatralidad. No existe un hombre<br />

que pueda… pero, es igual, mejor no entrar en según qué cuestiones.<br />

Crucé los brazos bajo el pecho y le dediqué una mirada iracunda.<br />

No fue culpa mía que al cruzar los brazos mis pechos se levantaran<br />

y juntaran, ni es culpa mía que Wyatt sea el tipo de tío al que los<br />

pechos le ponen a cien —y los culos y las piernas, y cualquier otra<br />

parte de la mujer que se te ocurra mencionar—, por lo tanto no fue<br />

culpa mía que, cuando volvió a levantar la cabeza para darse otro<br />

12


golpe, su mirada digamos que se quedó pegada a mi escote, y olvidó<br />

lo que iba a decir. Yo acababa de darme una ducha y sólo llevaba<br />

una bata y unas bragas, de modo que también era lógico que la bata<br />

hiciera lo que siempre hacen las batas —como que se desatan ¿no?—,<br />

lo cual significaba que tampoco era culpa mía que se viera algo más<br />

que el mero escote.<br />

Siempre me asombra el efecto que un atisbo de pezón tiene sobre<br />

un hombre normalmente lúcido… alabado sea Dios.<br />

Tampoco dejo de dar gracias por esa realidad de la vida. Alabado<br />

sea Dios otra vez.<br />

Pero Wyatt está hecho de una pasta más resistente que la del<br />

hombre medio; algo que él nunca para de repetir, normalmente cuando<br />

intenta dejar claro que se casa conmigo porque el susodicho hombre<br />

medio le inspira una gran lástima, es por eso que me retira del<br />

mercado. De algún modo ha llegado a la conclusión de que siempre<br />

estoy intentando llevar la voz cantante en nuestra relación, lo cual os<br />

demuestra lo listo que es. Dios, detesto que tenga razón.<br />

Wyatt observó mi pezón, y su rostro adoptó esa mirada inflexible<br />

que se les pone a los hombres cuando quieren tener relaciones<br />

sexuales y tienen bastante claro que lo van a conseguir. Luego entrecerró<br />

los ojos y volvió a mirarme al rostro.<br />

Primero permitidme que os diga que la mirada de Wyatt puede ser<br />

muy intensa. Sus ojos son de ese verde claro que llega a resultar hiriente.<br />

Además, es un poli, como creo que ya he mencionado dos o tres<br />

veces, por lo tanto, cuando alza esa dura mirada de poli para observarte<br />

puedes sentirte algo así como inmovilizada. Pero yo también estoy<br />

hecha de una pasta resistente, y le devolví la mejor de mis miradas.<br />

Una décima de segundo después bajé la vista para estudiarme, como<br />

si no tuviera idea de lo que él estaba observando, y volví a ponerme la<br />

bata en su sitio con un estirón antes de retomar mi gesto desafiante.<br />

—Has hecho eso a posta —me acusó.<br />

—Es la bata —comenté. Me encanta recalcar lo obvio, sobre todo<br />

cuando hablo con Wyatt. Le saca de sus casillas—. Nunca he visto<br />

una bata que aguante en su sitio.<br />

13


—Así que no lo niegas.<br />

No sé de dónde ha sacado la idea de que si no contesto directamente<br />

a sus preguntas, estoy admitiendo la acusación que va implícita,<br />

sea cual fuere. En este caso, sin embargo, me sentía perfectamente<br />

justificada a negarlo de plano, porque todo lo del pezón había sido<br />

una coincidencia, y cualquier mujer que se precie de ello aprovecha<br />

cualquier oportunidad al vuelo.<br />

—Lo niego —dije con un deje de desafío en mi tono—. Estoy<br />

intentando mantener una conversación seria, y lo único en lo que<br />

puedes pensar es en el sexo.<br />

Por supuesto que ahora tenía que demostrar que yo estaba equivocada,<br />

y entonces arrojó el informe encima de la mesa.<br />

—De acuerdo, pues mantengamos esa conversación tan seria.<br />

—Yo ya la he iniciado. La pelota está en tu terreno.<br />

Por la manera en que entrecerraba los ojos, advertí que necesitaba<br />

retroceder mentalmente. Pero Wyatt es sagaz, sólo tardó un par<br />

de segundos.<br />

—De acuerdo, ¿por qué no puedes casarte conmigo? Pero antes<br />

de que empieces, déjame señalar que vamos a casarnos y que te estoy<br />

dando una semana más para fijar la fecha porque, si no, vamos a<br />

hacerlo a mi manera, aunque tenga que secuestrarte y empujar tu<br />

culo hasta Las Vegas.<br />

—¿Las Vegas? —farfullé—. ¿Las Vegas? Ni hablar. Britney puso<br />

Las Vegas en lo alto de la lista de lo hortera al casarse ahí. Desprecio<br />

el concepto de una boda en Las Vegas.<br />

Me miró como si quisiera golpear la mesa con la cabeza otra vez.<br />

—¿De quién diablos hablas? ¿Qué Britney?<br />

—No importa, señor negado. Tú sácate Las Vegas de la cabeza<br />

de forma permanente como lugar para celebrar bodas.<br />

—No me importa si nos casamos en medio de la autopista —dijo<br />

con impaciencia.<br />

—Yo quiero casarme en el jardín de tu madre, pero ahora eso<br />

sigue siendo discutible porque no puedo casarme contigo. Y punto.<br />

—Retrocedamos un poco y volvamos a intentarlo. ¿Por qué no?<br />

14


—¡Porque mi nombre sería Blair Bloodsworth! —gemí—. ¡Tú<br />

mismo lo has dicho! —¿Cómo podía ser tan olvidadizo?<br />

—Bien… sí —respondió con gesto de perplejidad.<br />

No lo pillaba. De verdad, no lo pillaba.<br />

—No puedo hacerlo. Es demasiado cursi, así de simple. Para el<br />

caso, igual podrías llamarme Buffy. —Sí, sé que no tenía que adoptar<br />

obligatoriamente su apellido, pero cuando inicias negociaciones<br />

siempre marcas alto, para darte cierto margen de maniobra. Estaba<br />

iniciando negociaciones, aunque no hacía falta explicarle eso a él.<br />

Su frustración alcanzó un punto crítico, y rugió:<br />

—¿Quién puñetas es Buffy? ¿Por qué tienes que meter a esa gente<br />

en esto?<br />

Ahora era yo la que quería darse con la cabeza en la mesa. ¿Nunca<br />

leía una revista? ¿Miraba algo aparte de los partidos de fútbol americano<br />

y los canales de noticias de la tele? Daba miedo percatarse de<br />

que vivíamos en dos culturas tan diferentes, y que aparte de los partidos<br />

de fútbol, que me encantan, nunca seríamos capaces de ver la<br />

tele juntos, nunca podríamos pasar una noche amigable y agradable<br />

juntos delante del brillo romántico de la pantalla. Me vería obligada<br />

a matarle, y ninguna mujer del jurado votaría a favor de enviarme a<br />

prisión, desde luego que no.<br />

Por un instante fugaz vi cómo tendría que ser nuestra vida juntos:<br />

necesitaría tener mi propia televisión, lo que significaba tener mi propio<br />

cuarto para ver la televisión… lo que significaba reformar la casa<br />

de Wyatt o al menos reconfigurarla… Acogí aquella idea con enorme<br />

alegría, porque me había estado preguntando cómo podía comunicárselo<br />

a él: su casa me gusta de verdad, o al menos la disposición básica,<br />

pero la decoración es rigurosamente la de un hombre que vive solo, lo<br />

cual la hace apenas habitable. Necesitaba poner mi sello.<br />

—¿No sabes quién es Buffy? —le pregunté susurrando, con los<br />

ojos muy abiertos y horrorizados. Gesticulé con todas mis fuerzas.<br />

Wyatt casi gimotea:<br />

—Por favor, dime sólo por qué has decidido que no puedes<br />

casarte conmigo.<br />

15


Me invadió una sensación de bienestar. Hay algo satisfactorio en<br />

oír a un hombre crecido gimotear. Y aunque Wyatt no hiciera exactamente<br />

aquel sonido, se parecía mucho, y para mí eso ya era bastante,<br />

porque, creedme, no es el tipo de hombre lloricón.<br />

—¡Porque Blair Bloodsworth suena demasiado baboso! —Oh,<br />

Dios, estaba rodeada de palabras que empezaban por be—. La gente<br />

oiría ese nombre y pensaría, vale, tiene que ser una boba rubia, una<br />

de esas personas que hace ruido con el chicle y se retuerce el pelo con<br />

el dedo. ¡Nadie me tomaría en serio!<br />

Se frotó la frente como si estuviera empezando a dolerle la cabeza.<br />

—O sea, ¿que todo esto es porque Blair y Bloodsworth empiezan<br />

por be?<br />

Alcé la mirada al techo.<br />

—Se hace la luz.<br />

—Eso no es más que un montón de bobadas.<br />

—Y se ha fundido la bombilla. —¡Aaagh! ¿Cuándo parará la avalancha<br />

de palabras que empiezan por be? Siempre me sucede lo mismo.<br />

Cuando algo me resulta una bronca (¡aaagh, otra vez!) no puedo<br />

salir de la aliteración.<br />

—Bloddsworth no es un apellido ñoño, sea cual sea el nombre de<br />

pila —dijo mirándome con el ceño fruncido—. Lleva blood* al principio,<br />

por el amor de Dios. Como las pelis de matanzas sangrientas.<br />

Eso no es nada ñoño.<br />

—¡Y tú qué sabes! Si ni siquiera sabes quiénes son Britney y<br />

Buffy.<br />

—Y no me importa, porque no voy a casarme con ellas. Voy a<br />

casarme contigo. Pronto. Aunque creo que tendrían que examinarme<br />

la cabeza.<br />

Me entraron ganas de darle una patada. Hacía que sonara como<br />

si fuera una cruz, cuando en realidad es superfácil llevarse bien conmigo;<br />

sólo tenéis que preguntar a alguno de mis empleados. Soy propietaria<br />

de un centro de fitness que yo misma gestiono, Great Bods,<br />

16<br />

* Blood : sangre en inglés. (N. de la T.)


y mis empleados creen que soy genial porque les pago bien y les trato<br />

como es debido. La única persona con la que tengo problemas a la<br />

hora de congeniar —excepto la actual esposa de mi anterior marido,<br />

que intentó matarme— es Wyatt, y eso es sólo porque todavía estamos<br />

disputándonos nuestro sitio, me refiero a Wyatt y a mí. El problema<br />

es que los dos somos personalidades alfa, así que tenemos que<br />

marcar el territorio en nuestra relación.<br />

Vale, y tampoco me llevaba bien con Nicole Goodwin, una zorra<br />

psicópata copiona a quien asesinaron en el aparcamiento de Great<br />

Bods, pero ella está muerta, o sea, que no cuenta. A veces, casi le perdono<br />

ser una zorra psicópata, porque su asesinato fue lo que devolvió<br />

a Wyatt a mi vida después de una ausencia de dos años —no me<br />

hagáis empezar a contar eso—, pero luego recuerdo lo coñazo que era<br />

Nicole incluso una vez muerta y supero ese desliz mental al instante.<br />

—Déjame que te ahorre la cuenta del psiquiatra —dije entrecerrando<br />

los ojos, fijos en él—. La boda queda cancelada.<br />

—La boda sigue en pie. Sea como sea.<br />

—No puedo ir por la vida como Blair Bloodsworth. Aunque…<br />

—Me di unos golpecitos en la barbilla y me quedé mirando mi patio<br />

ensombrecido de noche; los perales Bradford, al final del patio, estaban<br />

iluminados con sartas de luces blancas que daban un toque especial<br />

a mi diminuto patio trasero. Era una visión bonita, que echaría<br />

de menos cuando me trasladara a casa de Wyatt, de modo que tenía<br />

que compensarme de alguna manera—. Podría mantener Mallory<br />

como apellido.<br />

—De ninguna de las maneras —contestó rotundo.<br />

—Las mujeres mantienen su nombre, es muy habitual.<br />

—No me importa lo que hagan las otras mujeres. Tú vas a llevar<br />

mi apellido.<br />

—Ya estoy establecida en el mundo de los negocios como Blair<br />

Mallory. Y me gusta ese nombre.<br />

—Vamos a tener el mismo apellido. Y punto.<br />

Le sonreí con dulzura.<br />

—Oh, que amable por tu parte, cambiar tu apellido por Mallory.<br />

17


Gracias. Es una solución tan perfecta, y sólo un hombre realmente<br />

seguro de su masculinidad podría hacer eso…<br />

—Blair. —Se puso en pie, elevándose sobre mí, con las cejas oscuras<br />

formando una uve sobre la nariz. Mide metro ochenta y ocho, de<br />

modo que cuando se eleva por encima de alguien, lo hace muy bien.<br />

Para no quedarme por debajo, me levanté también, devolviéndole<br />

una mirada ceñuda. Vale, todavía quedan esos… centímetros de<br />

diferencia, pero me puse de puntillas y empujé la barbilla hacia arriba<br />

hasta que casi quedamos con las narices pegadas:<br />

—Que esperes que yo cambie mi nombre mientras tú conservas<br />

el tuyo es arcaico…<br />

Wyatt mantenía la mirada entrecerrada y la mandíbula apretada,<br />

y sus labios formaban una línea delgada y dura que apenas se movió<br />

cuando escupió las palabras como si fueran balas:<br />

—En el reino animal, el macho marca su territorio con una meada.<br />

Yo, en cambio, lo único que te pido es que cambies tu apellido<br />

para ponerte el mío. Tú-eliges.<br />

Casi se me ponen los pelos de punta, lo cual es una expresión de<br />

verdad estúpida, porque ¿cómo podrían erizarse si no? No es que<br />

puedan formar bucles.<br />

—¡No te atrevas a mearte encima de mí! —grité llena de furia.<br />

Wyatt puede sacarme de quicio más deprisa que cualquier otra persona,<br />

lo cual supongo que nivela un poco las cosas. Ése fue el motivo<br />

de que la imagen mental tardara unos pocos segundos en calar, antes<br />

de que mi chillido se convirtiera de forma abrupta en una risotada.<br />

Él estaba tan furioso y frustrado que tardó un segundo más que<br />

yo, pero cuando estalló en carcajadas, su mirada fue a parar a donde<br />

la bata ya se había soltado por completo, y su expresión cambió<br />

mientras estiraba el brazo para alcanzarme.<br />

—No te molestes —gruñó cuando yo busqué el cinturón para<br />

volver a atarlo.<br />

El sexo con Wyatt tiende a ser apasionado. La química nos sale<br />

por todos los poros, o por donde sea que salga la química. Me gusta<br />

un montón, porque significa que puedo contar casi seguro con un<br />

18


orgasmo o dos, pero además significa que, aunque llevemos ya un<br />

par de meses con nuestra relación, la urgencia no ha aflojado para<br />

nada, y él es capaz de darme un revolcón donde quiera que estemos,<br />

a menos que sea en público, por supuesto.<br />

No me despojó de la bata ya que no se interponía en su camino,<br />

sólo me arrancó las bragas. La bata me libró de que la alfombra me<br />

marcara el trasero, porque me tumbó sobre el suelo del comedor, me<br />

separó las piernas y se colocó entre ellas. Su ojos verdes relucían llenos<br />

de lujuria, de actitud posesiva, deleite triunfal y algunas otras cosas<br />

masculinas indefinibles mientras cargaba todo su peso sobre mí.<br />

—Blair Bloodsworth —dijo en tono agresivo, mientras bajaba la<br />

mano para posicionar su pene—. No hay negociación.<br />

Contuve la respiración mientras me penetraba, con su miembro<br />

duro y grueso, de un modo tan excitante que yo casi no podía aguantarlo.<br />

Clavé mis uñas en sus hombros y ceñí mis piernas a sus caderas,<br />

intentando mantenerle quieto pese a que mis pulsaciones iban a trompicones<br />

y los ojos se me cerraban. Enganchó su mano izquierda a mi rodilla<br />

y me separó todavía más la pierna, para poder penetrar hasta el fondo.<br />

Se estremeció con una respiración entrecortada y áspera. Por demoledor<br />

que fuera un polvo con Wyatt, él siempre estaba ahí conmigo.<br />

—De acuerdo —dije con voz entrecortada y con mi última fibra<br />

de cordura—. ¡Pero serás mi dueño! Para el resto de nuestras vidas,<br />

vas a ser mi dueño. —¿Y decía que nada de negociaciones? Vaya<br />

imbécil. ¿Qué se pensaba que habíamos estado haciendo?<br />

Gruñó algo ininteligible, balanceándose contra mí mientras inclinaba<br />

la cabeza para besarme el cuello, y vi literalmente las estrellas.<br />

Los dos estábamos sudorosos, agotados y muy contentos veinte<br />

minutos después cuando levantó la cabeza y me apartó un mechón<br />

de pelo de la cara.<br />

—Un mes —dijo—. Te daré exactamente un mes a partir de hoy.<br />

O estamos casados para entonces o lo hacemos a mi manera, tanto da<br />

dónde sea o quién pueda venir. ¿Entendido?<br />

¡Ja! Reconozco un desafío nada más escucharlo. Además, sé que<br />

no estaba de broma. Tenía que espabilarme y pasar a la acción.<br />

19


<strong>Capítulo</strong> 2<br />

Lo primero que hice a la mañana siguiente fue llamar a mi madre.<br />

—He tenido una discusión con Wyatt y, como he perdido, nos<br />

casamos antes de un mes.<br />

—Blair Elizabeth, ¿cómo ha sucedido algo así? —preguntó tras<br />

una pausa llena de consternación, y supe que su pregunta hacía referencia<br />

a la primera parte de mi frase.<br />

—Una batalla estratégica —contesté—. Hasta anoche no me<br />

había percatado, seré estúpida, de que mi nombre de casada va a ser<br />

Blair Bloodsworth, de modo que le dije que quería mantener Mallory<br />

como apellido, y él se subió por las paredes. Y la cosa quedó en que o<br />

bien él me mea encima, marcándome así como territorio suyo, o bien<br />

yo me pongo su apellido.<br />

Mamá paró de reírse lo suficiente como para decir:<br />

—De manera que ahora él es tu dueño. —Antes de sucumbir de<br />

nuevo a las risas. Adoro a mi madre. No tengo que explicarle nada,<br />

me entiende de inmediato, tal vez por lo mucho que nos parecemos.<br />

Conociendo lo obstinado que es Wyatt y su tortuosidad mental, junto<br />

a otras características como su actitud posesiva, etc., el resultado<br />

de nuestra discusión de la noche anterior nunca había estado en<br />

duda, a menos que quisiera romper con él, lo cual no quería, por lo<br />

tanto había tenido que ingeniármelas para conseguir las mejores condiciones<br />

posibles. Era mi dueño. Una deuda eterna estaba bien.<br />

21


—Pero… me dio un ultimátum. O nos casamos en el plazo de un<br />

mes o lo hacemos en las condiciones que ponga él.<br />

—Y ¿cuáles serían?<br />

—Con suerte, una boda en el juzgado. Si no, Las Vegas.<br />

—¡Puaj! Después de Britney, no. Es una horterada.<br />

¿Lo veis? Como si yo fuera su clon.<br />

—Eso dije yo, pero lo convirtió en un desafío. Tengo que acelerar<br />

los planes.<br />

—Primero de todo hay que tener planes. «Casarse» no es exactamente<br />

un plan. Es un resultado final.<br />

—Lo sé. Yo intentaba ser considerada con las agendas de todo el<br />

mundo, pero ha quedado descartado. Nos casamos dentro de veintinueve<br />

días, puesto que este desafío comenzó oficialmente anoche, y<br />

la gente tendrá que reprogramar lo que sea que tenga programado o<br />

se lo perderá.<br />

—¿Por qué veintinueve y no treinta? ¿O treinta y uno?<br />

—Alegará que puesto que hay cuatro meses con treinta días, eso<br />

ya lo constituye en un mes legal.<br />

—Febrero tiene veintiocho.<br />

—O veintinueve, pero es un mes que no se aclara, o sea, que no<br />

cuenta.<br />

—Lo capto. Vale, de aquí a veintinueve días. Significa que vas a<br />

casarte el trigésimo día. ¿Lo contará así?<br />

—Tiene que concederme los treinta días completos, por lo tanto,<br />

sí. —Cogí la libreta y el boli que había estado usando la noche anterior<br />

y empecé a escribir unas notas—. Vestido, flores, pastel, adornos,<br />

invitaciones. Sin damas de honor. Sin esmoquin para él, sólo un<br />

traje. Es factible. —Una boda no tiene que ser lujosa para ser memorable.<br />

Yo podía pasar sin lujos, pero me negaba a que no fuera bonita.<br />

En un principio, había pensado en una dama de honor para mí y<br />

tal vez algún amigo para acompañar al novio, pero estaba recortando<br />

cuanto podía.<br />

—La tarta será el problema; el resto del refrigerio se puede conseguir<br />

en cualquier sitio, pero la tarta…<br />

22


—Lo sé —dije. Las dos respiramos hondo. Una tarta nupcial es<br />

una obra de arte, lleva tiempo. Y la gente que hace buenas tartas nupciales<br />

por lo general está comprometida con meses de antelación.<br />

—Yo me ocuparé de eso —dijo mamá—. Pediré refuerzos, hablaré<br />

también con Sally para que nos ayude; necesita una distracción<br />

ahora, para dejar de pensar en Jazz.<br />

Qué tema tan triste. Sally y Jazz Arledge estaban a punto de ver<br />

cómo se iba al garete su matrimonio de treinta y cinco años si no<br />

conseguían superar sus problemas. Sally era la mejor amiga de mamá,<br />

de modo que la apoyábamos unánimemente, pese a sentir lástima por<br />

Jazz, por lo perdido que se le veía. Sally había intentado atropellar a<br />

Jazz con el coche, con la intención tal vez de romperle las piernas; y<br />

la verdad, él tendría que haberle dejado hacer, en vez de apartarse de<br />

un brinco, porque entonces ella habría considerado que estaban en<br />

paz y que podía perdonarle por deshacerse de las inestimables antigüedades<br />

de su dormitorio, pero supongo que el instinto de supervivencia<br />

le hizo meter la pata y finalmente él saltó y se quitó de en<br />

medio, con lo cual Sally chocó contra la casa en vez de contra él, y<br />

el airbag se desplegó y le rompió la nariz, empeorando aún más la<br />

situación. Jazz tenía problemas muy, pero que muy serios.<br />

—Hoy me toca abrir, de modo que a Lynn le toca cerrar —Lynn<br />

Hill es mi ayudante de dirección en Great Bods—, así que me voy a<br />

ir de compras esta misma tarde —le dije a mamá—. Compras en plan<br />

serio. ¿Alguna sugerencia?<br />

Mencionó unas pocas tiendas y colgamos. Imaginé que hablaríamos<br />

varias veces durante el transcurso del día y que me tendría<br />

informada de cómo iba el reclutamiento. Mis hermanas, Siana y Jenni,<br />

tendrían que entrar en combate, eso seguro.<br />

Mi objetivo inmediato era simple: encontrar volando un vestido,<br />

y así disponer de tiempo suficiente para hacer cualquier modificación,<br />

en caso necesario. No estoy hablando de un vestido de novia de<br />

cuento de hadas; ya usé uno de esos cuando me casé la primera vez,<br />

y no funcionó: no fue un cuento de hadas. Lo que quería esta vez<br />

era algo sencillo y clásico que aparentara valer un millón de pavos y<br />

23


que dejara a Wyatt casi ciego de deseo. Eh, sólo el hecho de que durmiéramos<br />

juntos no era motivo para renunciar a una noche de bodas<br />

memorable, ¿de acuerdo?<br />

Tenía que haber una manera de mantener a Wyatt a raya durante<br />

el próximo mes, para asegurarme de que el deseo le cegaba por<br />

completo. Hasta ahora, de todos modos, en lo relativo a Wyatt, yo<br />

no podía decir que saliera muy airosa en el apartado de mantenerle<br />

alejado. Sabe cómo vencer mis pocas y penosas defensas, sobre todo<br />

porque a mí sí que me ciega el deseo por él.<br />

Pensé en la posibilidad de que se fuera a vivir con su madre<br />

durante este tiempo. Eso representaría un obstáculo en sus expectativas<br />

sexuales, aunque era perfectamente capaz de secuestrarme y<br />

llevarme a su guarida para una noche de desenfreno extasiado. Dios,<br />

me encanta este hombre.<br />

Se me ocurrió pensar entonces que si él no podía mantener relaciones,<br />

yo tampoco. Pasar un mes entero sin él… tal vez fuera capaz<br />

de conseguir que me secuestrara más de una vez.<br />

¿Lo veis? Soy lamentable, de verdad, algo de lo que él se ha aprovechado<br />

más de una vez.<br />

Oh, Dios, parecía que las próximas semanas iban a ser divertidas.<br />

Wyatt me llamó al móvil a primera hora de la tarde. Yo estaba en<br />

medio de una tanda intensiva de ejercicios —como dueña de Great<br />

Bods tengo que mantenerme en forma o la gente pensaría que no es un<br />

sitio demasiado recomendable—, pero paré para atender la llamada, no<br />

porque supiera que se trataba de Wyatt, porque no lo supe hasta que vi<br />

su número identificado en la pantalla, sino porque mamá podría estar<br />

llamando, con toda la actividad que se había iniciado esa mañana.<br />

—Creo que podré salir a la hora, por una vez —dijo—. ¿Quieres<br />

que vayamos a cenar?<br />

—No puedo, tengo que ir de compras —contesté mientras entraba<br />

en la oficina y cerraba la puerta.<br />

24


Wyatt sentía por las compras el respeto habitual en un hombre,<br />

es decir, cero patatero.<br />

—Puedes hacer eso después, ¿verdad que sí?<br />

—No, porque no hay después.<br />

Se hizo un silencio, porque cada vez que suelto frases de ese tipo,<br />

él hace una pausa, como si buscara significados o ardides ocultos. Da<br />

gusto ver la atención que me ha prestado, a mí y a mis métodos.<br />

Finalmente dijo:<br />

—Si el final está próximo, ¿por qué molestarse en ir de compras?<br />

Entorné los ojos pese a que no podía verme. Que me perdonen,<br />

pero si el final está próximo, ¿qué otra cosa harías aparte de ir<br />

de compras? ¿Esos zapatos fabulosos que has estado mirando pero<br />

no ibas a comprar porque no sabías cuándo ponértelos y porque<br />

de todos modos valen un dineral? A por ellos, encanto. No es que<br />

tengas que preocuparte de la cuenta de la tarjeta de crédito, con<br />

el final próximo y todo eso. Vale, tal vez sea verdad que no puedas<br />

llevártelos contigo al otro barrio, pero ¿vas a arriesgarte? ¿Y<br />

si puedes llevártelos y te enteras demasiado tarde? Ahí estarás con<br />

cara de tonta, sin todas esas cosas que de verdad querías pero no te<br />

compraste porque no estabas convencida de la utilidad de almacenarlas.<br />

Me libré de aquellos pensamientos y regresé de la eternidad a<br />

Wyatt.<br />

—No he dicho que el mundo se esté acabando. Todo esto tiene<br />

que ver contigo y con tu estimadísima fecha límite.<br />

—Ah. Ya capto. Mi fecha límite. —Sonaba muy complacido con<br />

su fecha límite; había logrado exactamente lo que pretendía, que<br />

era hacerme pasar a la acción sin tener en consideración las agendas<br />

incompatibles de los demás. Le conocía lo suficiente como para saber<br />

que hablaba muy en serio, por supuesto, de otro modo sus técnicas<br />

incentivas no hubieran funcionado.<br />

—Por tu fecha límite —continué con dulzura—, lo más probable<br />

es que no tenga tiempo para comer durante el próximo mes, y mucho<br />

menos salir a disfrutar de una cena sin prisas. Tengo que encontrar<br />

25


un vestido de novia esta noche para disponer de plazo suficiente para<br />

hacerle arreglos. Tú tienes un traje negro, ¿verdad?<br />

—Por supuesto.<br />

—Eso es lo que llevarás a la boda entonces, a menos que tenga<br />

los puños raídos, en cuyo caso mejor te vas de compras también,<br />

porque si apareces en nuestra boda con los puños raídos, ninguno<br />

de nosotros te lo perdonará jamás, y juro que te haré la vida muy<br />

desgraciada.<br />

—Siempre podría divorciarme de ti en caso de que lo intentaras.<br />

—En su tono de voz ahora había una diversión perezosa. Podía imaginarme<br />

el destello en sus ojos verdes.<br />

—Puedes intentar divorciarte de mí siempre que quieras, porque<br />

yo me dejaré la piel en impedirlo y te perseguiré hasta el fin de<br />

la tierra. Siana te acosará también. Y mamá convencerá a todas las<br />

estudiantes de su hermandad universitaria para que te hagan la vida<br />

imposible. —Siana es abogada y eso tal vez le diera que pensar, pero<br />

Wyatt se pasa el día entre abogados y por lo tanto no le impresionan<br />

demasiado. Por otro lado, siente un respeto saludable por mi madre,<br />

basado en un temor real. Ella sí convencería a todas las estudiantes<br />

de su hermandad para que le acosaran.<br />

—¿De modo que pones la vida en ello?<br />

—Ya puedes apostar el culo a que sí. —Esperé un instante y añadí—.<br />

Tu vida, al fin y al cabo.<br />

Resultaba de verdad fastidioso cuando se reía de algo que yo<br />

había dicho para hacerle reflexionar un poco.<br />

—Comprobaré esos puños —dijo—. La camisa, ¿de qué color?<br />

Vale, había estado tomando notas después de todo.<br />

—Blanca o gris. Ya te lo haré saber. —No me parecía nada bien<br />

que el novio acaparara la atención en vez de la novia. Sí, sé que también<br />

iba a ser su boda, pero lo único que a él le importaba era legalizar<br />

nuestra relación para que finalmente yo accediera a vivir bajo el<br />

mismo techo y tener hijos suyos, aunque estoy casi convencida de<br />

que el apartado de los niños no era su preocupación inmediata.<br />

—Pónmelo fácil. Ya tengo camisas blancas.<br />

26


—¿Que te lo ponga fácil? ¿Después de lo que me has hecho con<br />

tu estúpida fecha límite?<br />

—Aparte de tener que ir de compras esta noche, ¿exactamente<br />

que te he hecho?<br />

—¿Crees que las invitaciones se encargan solas? ¿O que se envían<br />

solas? ¿O que los refrigerios aparecen por arte de magia?<br />

—Pues contrata a una empresa de catering.<br />

—No puedo —dije, aún con más dulzura que antes—. Las<br />

empresas de catering ya están comprometidas con meses de antelación.<br />

Y yo no tengo todo ese tiempo. Ídem para la tarta nupcial. Tengo<br />

que encontrar a alguien que pueda hacer una tarta de un momento<br />

a otro.<br />

—Compra una en la pastelería.<br />

Aparté el móvil de mi oreja y me lo quedé mirando, preguntándome<br />

si estaba comunicándome con un alienígena. Cuando me lo<br />

volví a acercar, pregunté:<br />

—¿Hiciste algo para tu primera boda?<br />

—Me presenté y permanecí en pie donde me dijeron.<br />

—Esta vez tendrás que hacer algo más que eso: te encargarás de<br />

las flores. Pídele ayuda a tu madre. Te quiero, tengo que irme ahora.<br />

Adiós.<br />

—¡Eh! —Le oí dar un grito mientras yo ponía fin a la llamada.<br />

Me entretuve el resto de la tarde imaginando su estado de pánico.<br />

Si fuera listo, llamaría a su madre al instante, pero pese a ser un<br />

hombre muy listo, ante todo es un Hombre, por lo tanto supuse que<br />

como mucho preguntaría a los sargentos y agentes casados por si de<br />

hecho recordaban algo de sus bodas, y en tal caso, ¿a qué tipo de flores<br />

me refería? Al final del día habría llegado a la conclusión de que<br />

las flores en cuestión no eran de esas que se plantan en macetas. Tal<br />

vez se le ocurriera pensar que me refería a mi ramo de novia, y tampoco<br />

era eso; de ninguna manera dejaría aquella cuestión en manos<br />

de un hombre, por mucho que le quisiera. En algún momento, al día<br />

siguiente, uno de ellos recordaría algo así como un arco con cosas en<br />

él, tal vez rosas, y en algún otro momento Wyatt también descubriría<br />

27


que tampoco mañana por la noche yo iba a estar libre, y empezaría a<br />

ver clara la horrorosa verdad: su vida sexual había quedado aniquilada<br />

para el próximo mes, y todo por su comportamiento.<br />

Me encanta cuando los planes cuadran, ¿a vosotros no?<br />

No es que dejara algo tan importante como las flores totalmente<br />

al azar. Llamé a su madre, una mujer tan maja que me cuesta creer la<br />

suerte de tenerla como suegra, y le facilité todos los detalles.<br />

—No dejaré que se duerma en los laureles —prometió—. Habrá<br />

todo tipo de emergencias y retrasos, pero no te preocupes, me aseguraré<br />

de que todo sea como tú quieres.<br />

Una vez resuelto eso, acabé la tanda de ejercicios, me duché y me<br />

sequé el pelo, me di unos rápidos toques de máscara y barra de labios<br />

y me cambié de ropa. Lynn lo tenía todo controlado, como era habitual,<br />

de modo que me escapé antes de lo normal y me fui en coche<br />

al mejor de nuestros dos centros comerciales. Aunque en la ciudad<br />

había varias tiendas de ropa de etiqueta, era posible que encontrara<br />

lo que quería en una de las tiendas de categoría del centro comercial.<br />

Las habituales que vendían ropa de etiqueta tardaban siglos en hacer<br />

cualquier arreglo.<br />

En el centro comercial había un aparcamiento cubierto, además<br />

de otro más amplio al aire libre. Todo el mundo intentaba aparcar<br />

en el cubierto, por supuesto, lo cual dejaba algunas excelentes plazas<br />

libres afuera. Di unas vueltas con mi pequeño Mercedes negro,<br />

doblando las esquinas como un enérgico gato, y localicé uno de esos<br />

espacios excelentes justo fuera de una de las tiendas que me interesaban.<br />

Me metí a toda prisa en la plaza, sonriendo un poco con la<br />

maniobra. Nada como un Mercedes para conducir.<br />

Iba casi dando brincos al entrar en la tienda; nada como un desafío<br />

para acelerarme, y además tenía una misión que implicaba probarme<br />

ropa. A veces algunos planetas están alineados o algo parecido, y<br />

se dan estas pequeñas ventajas adicionales, así de sencillo. Y ya estoy<br />

contenta. Ni siquiera me enfadó especialmente que la primera tienda<br />

no tuviera lo que quería, porque iba preparada para una larga búsqueda.<br />

Encontré un par de zapatos que eran justo lo que tenía en<br />

28


mente, con tiras y cómodos, con un tacón de cinco centímetros que<br />

pudiera llevar durante horas. Y lo mejor de todo: relumbraban con<br />

lentejuelas y cristales. Me van los zapatos con un toque especial, y<br />

además necesitaba tener cuanto antes el zapato que me pondría en la<br />

boda para así saber si el largo del vestido, una vez consiguiera encontrarlo,<br />

era el correcto.<br />

Buscaba un vestido de color champaña claro. Nada de blanco,<br />

ni siquiera color hueso o crema, porque, seamos realistas, ¿venía al<br />

caso? El blanco sigue transmitiendo el mensaje tradicional, que en un<br />

segundo matrimonio resulta de verdad tonto. Aparte, el champaña<br />

me queda realmente bien, y ya que toda la idea era dejar a Wyatt<br />

ciego de deseo…<br />

Lo intenté a la antigua usanza. Me recorrí de arriba abajo todas<br />

las tiendas, parando sólo para cenar una rápida ensalada en la zona<br />

de restaurantes. Durante el recorrido encontré algunos conjuntos de<br />

ropa interior fabulosos, algunos pendientes que tuve que quedarme,<br />

así de claro, otro par de zapatos —esta vez, unos zapatos de salón<br />

negros que cortaban la respiración—, una fantástica falda tubo que<br />

me iba como un guante, e incluso unos pocos regalos de Navidad, ya<br />

que este año las compras de regalos navideños iban a ser el doble de<br />

los años anteriores, con la familia de Wyatt sumada a la mía, por lo<br />

que tenía que empezar pronto.<br />

Lo que no encontré fue el vestido color champán.<br />

A eso de las nueve, renuncié a conseguir nada más por aquella<br />

noche. Tendría que empezar mañana a recorrer los comercios de<br />

ropa de etiqueta y, a menos que hubieran cambiado desde mis días<br />

del baile de la facultad —vale, sí, de eso hace ya quince años, más o<br />

menos, y es posible que haya habido cambios—, aunque encontrara<br />

un vestido que me gustara, seguro que se lo habría probado tanta<br />

gente que tendría que encargar uno nuevo, lo cual llevaba su tiempo,<br />

y tiempo era lo que no tenía.<br />

Mientras salía del centro comercial, mis pensamientos iban a cien<br />

por hora. Una modista. Necesitaba una modista. Mañana intentaría<br />

otra vez encontrar un vestido confeccionado, que sería la solución<br />

29


más sencilla, pero si no aparecía algo mañana por la noche, volvería a<br />

mi plan be, que era comprar la tela y encargar el traje. Eso aún requería<br />

más tiempo, pero era factible.<br />

No prestaba atención a mi entorno, lo admito, tenía cosas importantes<br />

en la cabeza. Al salir de la tienda, advertí que no quedaban<br />

muchos coches en el aparcamiento, pero había aparcado el mío cerca,<br />

había buena luz, ningún desconocido del que desconfiar merodeaba<br />

cerca de mi coche, y en ese mismo momento salía más gente del centro<br />

comercial, etcétera.<br />

Hice malabarismos con mis paquetes para poder sacar la llave del<br />

bolsillo y di al botón del control remoto mientras bajaba del bordillo.<br />

Había una furgoneta aparcada en la plaza de minusválidos, que<br />

por supuesto era la primera de la fila, y yo había aparcado justo en la<br />

segunda plaza. Mi precioso cochecito me hizo una señal de bienvenida<br />

con sus faros.<br />

Oí el sonido fluido de un coche acelerando y me detuve, todavía<br />

cerca del bordillo. Tras un rápido vistazo, creí disponer de tiempo<br />

suficiente para cruzar sin problemas antes de que el coche se acercara,<br />

así que reanudé mi caminata sobre el asfalto.<br />

Todo parecía normal. No presté mucha atención al coche que<br />

se acercaba; empezaba a dolerme la mano izquierda de lo que pesaban<br />

todas las bolsas de plástico que llevaba, y las distribuí mejor.<br />

De todos modos, algo —un susurro del instinto diciéndome que el<br />

sonido de aquel coche estaba demasiado próximo— me hizo alzar la<br />

vista en el momento en que pareció abalanzarse sobre mí, como si el<br />

conductor hubiera pisado a fondo el acelerador.<br />

Me pareció un coche gigante al verlo venir directo hacia mi persona,<br />

deslumbrándome con sus faros, que me cegaron. Sólo capté la vaga<br />

impresión de una forma oscura tras el volante, gracias únicamente a<br />

las luces del aparcamiento. Había mucho espacio para que el coche me<br />

esquivara, pues no tenía necesidad de acercarse, pero lo hizo.<br />

Me apresuré a dar un salto para apartarme y, en la milésima de<br />

segundo que vino a continuación, juro que el conductor pareció rectificar<br />

la dirección también, e ir por mí.<br />

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El pánico explotó en mi cerebro. Lo único que pude pensar —y<br />

no fue un pensamiento coherente, completo; más bien fue darse<br />

cuenta con un «¡Oh Dios mío!»— era que si el coche me daba, acabaría<br />

empotrada entre él y la furgoneta.<br />

Adiós boda. Qué demonios. Adiós Blair.<br />

Di un brinco. De hecho, me abalancé hacia delante. Y fue un<br />

esfuerzo heroico, digno de una campeona, permitidme que lo diga.<br />

No hay nada como pensar que estás a punto de acabar hecha puré<br />

para tener muelles en las piernas. Ni siquiera en mis tiempos de animadora<br />

en la universidad había sido capaz de un salto así.<br />

Con un estruendo, el coche pasó tan cerca de mí que noté el calor<br />

del tubo de escape; aún estaba en el aire en ese momento, así de cerca<br />

estuve de que me atropellara. Oí el chirrido de los neumáticos, luego<br />

caí sobre el asfalto detrás de la furgoneta, y fue como si las luces se<br />

apagaran, o algo así.<br />

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