dé Ciencias, Bellas4i etras Nobles Arte - Real Academia de Córdoba
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26b Miguel A. Orti Belmont2 cuadrada, con cuatro arcos góticos ojivales, adornados con hojas de cardo, formando una bóveda de doce nervios, al encontrarse las nervaduras surgen doce florones con relieves que representan los doce apóstoles; todo el templete estaba policromado. El humilladero recuerda el que tenían los jerónimos en el camino de Almaraz a Guadalupe y que tantas veces vió Fray Gonzalo, el obispo guadalupense. Por su traza creemos que es obra de algún fraile jerónimo, que fueron hábiles arquitectos. De la iglesia que levantó el Cabildo sólo ha llegado a nosotros un arco ojival, los pilares de planta de cruz, y la inscripción, equivocada la fecha, que dice: «Reinando don Juan el Segundo, y siendo obispo de esta ciudad don Sancho de Roxas, fué bailada milagrosamente esta Santísima Imagen en el hueco de una higuera cerca de la Fuente que llaman Santa, año de 1420». La leyenda dice que doña María de Castilla reina de Aragón, esposa de Alfonso V, estuvo en Córdoba y sanó de sus dolencias, bebiendo las aguas de la Fuente Santa, regalando a la imagen una corona y una limo.sna para construir una hospedería. Monasterio de San Jerónimo Un portugués, Fray Vasco, vivió vida eremítica en Italia en la segunda mitad del siglo XV; de regreso a Portugal fundó el primer monasterio de Jerónimos en Penalonga. La Orden fué aprobada por el Papa Bonifacio IX en 1369 y en el mismo año de la aprobación papal el rey Juan I de Castilla ordenaba que en la iglesia del Santuario de Guadalupe se alzase un monasterio que junto con el de San Bartolomé de Lupiana, iban a adquirir importancia grandísima. Pero en Andalucía no había ninguna fundación y entonces Fray Vasco envió a Córdoba dos frailes que expusieron al obispo don Fernando de Deza sus deseos. El Prelado los pone en comunicación con una piadosa seflora, doña Inés de Pontevedra, madre de don Martín de Córdoba, Alcaide de los Donceles. Tenía gravemente enfermo la señora a su nieto Pedro Solier, que curó repentinamente y estimando doña Inés que la curación se debía a la santidad de los visitantes, les dió -a elegir entre tres heredades que tenía para que fundaran el monasterio. Fué elegido un lugar en el alcor de la sierra de Córdoba, llamado Valparaíso, valle del Paraíso, frente a la campiña, próximo a las ruinas de Medina Azahara que le facilitaron materiales para la construcción. El jerónimo fué siempre arquitecto, y levantó un monasterio gótico, con claustro, bóvedas de nervaduras, y amplia iglesia ojival de una nave, celdas y casa de labranza. La Orden de San Jerónimo fué esencialmente agricultora y ganadera. Fray Vasco vino a Córdoba, siendo el primer prior que
La Ciudad de Córdoba 261 prohibió que las mujeres pudiesen entrar en el valle. A la reina Isabel la Católica le agradaba vivir en el monasterio, mas para no violentar su conciencia, obtuvo un breve papal autorizándole para ello. Privilegios, mercedes y bulas, obtuvo el monasterio y la Orden. Juan II concedió al monasterio cordobés el que pudiera nombrar tres hombres vecinos de Córdoba que, cuidando de la hacienda del monasterio, estaban excusados de ir a la guerra; el mismo Rey tomó bajo su amparo y protección al monasterio, de aquí el título de real que tomó desde entonces. En el monasterio se depositaron las alhajas de la reina católica cuando las empeíi'ó para el sitio de Baza en las guerras de Granada. Un manuscrito del XVI titulado «Costumbres que se han guardado en este Monasterio de San Jerónimo de Córdoba», ha permitido reconstruir la vida de los jerónimos cordobeses, al catedrático don Juan Gómez Crespo, en los cuatro siglos que existió la Orden en el 'Monasterio. Fundaciones benéficas Siguieron funcionando en Córdoba las fundaciones benéficas existentes en los siglos XIII y X_IV. Entre ellos hay uno que adquiere gran renombre en este período: el hospital de San Lá,- zaro para leprosos, lacerados y malatos, por obra de la caridad de un varón de la Casa de Camarasa que tomó el nombre de Juan de la Miseria;- el hospital de San Sebastián, para pobres que se rehizo de nuevo y es hoy la bellísima Casa de Expósitos, con su magnífica portada gótica. Funcionaban las alberguerías, esas magníficas instituciones de la caridad, para recoger a los pobres, donde encontraban siempre cama por las noches. Antón Ruiz, uno de los cordobeses que siguieron en su loca aventura al 'Maestre de la Orden de Alcántara Martín Yá'ñez de la Barbada. contra el reino de Granada. murió en ella. y en su memoria se fundó el hospital y Casa de Peregrinos de Antón Ruiz, donde estaban dos o tres días, dándoseles leña, pan, agua y leche. Finalmente mencionaremos un hospital para ciegos que existió en este período, que prueba la caridad por el desvalido que tenían los cordobeses, como lo prueban las numerosas mandas en los testamentos. La Frontera con Granada Los Adelantados lVfavores de la Frontera siguieron siendo los jefes militares con sus tropas permanentes, celebrando pactos y son conocidos algunos como los celebrados en 1438 por don Inigo López de Mendoza, marqués de Santillana, firmados el
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prohibió que las mujeres pudiesen entrar en el valle. A la reina<br />
Isabel la Católica le agradaba vivir en el monasterio, mas para<br />
no violentar su conciencia, obtuvo un breve papal autorizándole<br />
para ello. Privilegios, merce<strong>de</strong>s y bulas, obtuvo el monasterio y<br />
la Or<strong>de</strong>n. Juan II concedió al monasterio cordobés el que pudiera<br />
nombrar tres hombres vecinos <strong>de</strong> <strong>Córdoba</strong> que, cuidando<br />
<strong>de</strong> la hacienda <strong>de</strong>l monasterio, estaban excusados <strong>de</strong> ir a la guerra;<br />
el mismo Rey tomó bajo su amparo y protección al monasterio,<br />
<strong>de</strong> aquí el título <strong>de</strong> real que tomó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces. En el<br />
monasterio se <strong>de</strong>positaron las alhajas <strong>de</strong> la reina católica cuando<br />
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Un manuscrito <strong>de</strong>l XVI titulado «Costumbres que se han guardado<br />
en este Monasterio <strong>de</strong> San Jerónimo <strong>de</strong> <strong>Córdoba</strong>», ha permitido<br />
reconstruir la vida <strong>de</strong> los jerónimos cordobeses, al catedrático<br />
don Juan Gómez Crespo, en los cuatro siglos que existió<br />
la Or<strong>de</strong>n en el 'Monasterio.<br />
Fundaciones benéficas<br />
Siguieron funcionando en <strong>Córdoba</strong> las fundaciones benéficas<br />
existentes en los siglos XIII y X_IV. Entre ellos hay uno que<br />
adquiere gran renombre en este período: el hospital <strong>de</strong> San Lá,-<br />
zaro para leprosos, lacerados y malatos, por obra <strong>de</strong> la caridad<br />
<strong>de</strong> un varón <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> Camarasa que tomó el nombre <strong>de</strong><br />
Juan <strong>de</strong> la Miseria;- el hospital <strong>de</strong> San Sebastián, para pobres<br />
que se rehizo <strong>de</strong> nuevo y es hoy la bellísima Casa <strong>de</strong> Expósitos,<br />
con su magnífica portada gótica. Funcionaban las alberguerías,<br />
esas magníficas instituciones <strong>de</strong> la caridad, para recoger a los<br />
pobres, don<strong>de</strong> encontraban siempre cama por las noches. Antón<br />
Ruiz, uno <strong>de</strong> los cordobeses que siguieron en su loca aventura<br />
al 'Maestre <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> Alcántara Martín Yá'ñez <strong>de</strong> la Barbada.<br />
contra el reino <strong>de</strong> Granada. murió en ella. y en su memoria<br />
se fundó el hospital y Casa <strong>de</strong> Peregrinos <strong>de</strong> Antón Ruiz, don<strong>de</strong><br />
estaban dos o tres días, dándoseles leña, pan, agua y leche. Finalmente<br />
mencionaremos un hospital para ciegos que existió en<br />
este período, que prueba la caridad por el <strong>de</strong>svalido que tenían<br />
los cordobeses, como lo prueban las numerosas mandas en los<br />
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La Frontera con Granada<br />
Los A<strong>de</strong>lantados lVfavores <strong>de</strong> la Frontera siguieron siendo<br />
los jefes militares con sus tropas permanentes, celebrando pactos<br />
y son conocidos algunos como los celebrados en 1438 por<br />
don Inigo López <strong>de</strong> Mendoza, marqués <strong>de</strong> Santillana, firmados el