dé Ciencias, Bellas4i etras Nobles Arte - Real Academia de Córdoba
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El mundo <strong>de</strong> los sentidos i89<br />
es tratado como un ignorante. Desengañado, vuelve a sus libros.<br />
A solas <strong>de</strong> nuevo con sus estudios. Y, como el mundo físico no<br />
le dice Dada agradable, no le recuerda nada agradable (y recordar<br />
es traer <strong>de</strong> nuevo al corazón), Juan <strong>de</strong> Mena aplica los<br />
atributos sensoriales agradables a las funciones intelectuales y<br />
<strong>de</strong>ja los atributos <strong>de</strong>sagradables para las funciones físicas. Por<br />
eso para Mena es dulce la razón, y es luminosa, ya que<br />
Como el sol claro relumbra<br />
guando las nuues <strong>de</strong>secha,<br />
atal la Razón acumbra<br />
contra nos a man <strong>de</strong>recha (71,),<br />
Todo lo que nace <strong>de</strong>l espíritu es placentero. Los libros no<br />
encierran falsía ni vanidad. Son amigos para siempre y nunca<br />
nos engallan (72). Pero, sobre todo, dulce, es la poesía, y luminosamente<br />
dulce. Ella, la Dulzura misma. La poesía en sí, No<br />
sus fabulosos temas, sus problemas, sus ficciones (73). Lo que<br />
resta <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> prescindir <strong>de</strong> todo esto. La poesía pura y sencilla,<br />
eternamente dulce. Cuando Juan <strong>de</strong> Mena se dirige en un<br />
verso a su querido amigo Iñigo <strong>de</strong> Mendoza, a su amado marqués<br />
<strong>de</strong> Santillana, a quien el poeta ha entregado toda su amistad<br />
y que en tanto aprecio lo tuvo, al dirigirse a él, repetimos,<br />
Juan <strong>de</strong> Mena le dice así:<br />
perfecto amador <strong>de</strong>l dulge saber (74)..<br />
Y ese «dulge saber» <strong>de</strong>l cual era Santillana «perfecto amador»,<br />
no es sino la poesía, el <strong>de</strong>scanso espiritual <strong>de</strong> Mena don<strong>de</strong>,<br />
aparte <strong>de</strong> sus libros, encontraba dulzura no emnozo&ada su cerebro,<br />
aquello a lo que él quiso <strong>de</strong>dicar <strong>de</strong> lleno su vida y que<br />
lamentaba no alcanzarlo y por eso clamaba al cielo en sus vigilias<br />
<strong>de</strong> estudio para ser oído:<br />
a estos mis dichos mostraduos presentes,<br />
fijas <strong>de</strong> Tespis, con uestro tesoro;<br />
con armonía <strong>de</strong> aquel dulge coro<br />
suplid cobdigiando mis yncomvenientes.<br />
Y Juan <strong>de</strong> Mena suplicaba íntimamente convencido <strong>de</strong> que.<br />
era necesario invocar a-Dios mismo para que su mal <strong>de</strong>cir, su<br />
pobreza <strong>de</strong> intuición, su exceso <strong>de</strong> <strong>de</strong>ducción, <strong>de</strong> estudio, fuera<br />
suplido por la gracia divina. Gracias a ella es Dor, lo que Mena<br />
pudo escribir expresiones tan bellas como aquella <strong>de</strong><br />
los vientos <strong>de</strong>lgados, (75)<br />
tan <strong>de</strong> hoy, tan actual, tan eterna, o aquella otra, en la que dice<br />
nunca vi muerte tan muerta, (76)<br />
ni, tantas otras, plenas <strong>de</strong> poesía, dignas <strong>de</strong> la mejor <strong>de</strong> las antologías,<br />
que hacen que hoy todavía recor<strong>de</strong>mos su nombre.