dé Ciencias, Bellas4i etras Nobles Arte - Real Academia de Córdoba

182 Antonio Gómez Alfa")
fijas de Tespis, con uestro tesoro;
con armonía de aquel dulge coro
suplid cobdigiando mis ynconvenientes (52).
Para :Mena, la armonía es algo que no se ve,1E1 hal leído que
existe pero no la ha sentido sino muy pocas veces. Para Góngora
todo es cadencioso, suave, musical, los amantes se quejan
agradablemente. Así dice Góngora del canto de unos amantes
desdeñados:
1
invidia de sirenas,
convocación su 'canto
de niúSicos delfines, aunque mudos (53).
En cambio, cuando en el Laberinto sale Mulas el enamorado
llorando sus amores, dice Mena:
e vi que dezia tal triste cangión,
en elegiaco verso cantando.
En Góngora, el canto era «invidia de sirenas». En Mena, la
canción era triste, elegiaea:
Tanto andouimos el gerco mirando,
.que nos fallamos con nuestro IMagtías,
e uimos que estaua llorando los días
con que su uida tomo fin amando;
llegueme más gerca turbado yo, guando (54)
vi ser un tal onbre de nuestra nagión,
e vi que dezia tal triste cangión
en elegiaco verso cantando (55).
En todos los dos mil versos aproximadamente de el Laberinto,
sólo la Providencia tiene la voz placentera, armoniosa y
agradable. Los demás personajes, hemos visto que no. Y la Providencia
es una excepción por tratarse de un personaje irreal,
una doncella irreal a la cual hace Mena protagonista de su historia
y rodea, de toda clase de perfecciones físicas y morales.
Así, ya hemos visto cómo antes decía de ella
que ante su gesto es loco quien osa
otras beldades loar de mayores.
Y, ahora, al hablar de la voz de esa doncella no puede menos
de escribir que tras pedirle el que le dijera quien era un
personaje que había visto,
a las plegarias de mi simple voto,
con una armonía de estilo denoto
respuso cantando por esta manera (56).