dé Ciencias, Bellas4i etras Nobles Arte - Real Academia de Córdoba

Miguel A. Orti Belmonte
su voluntad. El infante vencido y temeroso de sus acciones quería
seguridades, pero el rey se mostró inflexible, única vez en
su vida, diciendo que sus mandatos se cumpliesen sin condiciones.
La reina madre rogó y suplicó, recordándole los grandes
servicios prestados por Fernando I, su regencia y conquistas,
pero el rey se mantuvo firme. Al año siguiente, 1422, el
infante se presentó al rey que le mandó detener, en una torre
de la puerta del Alcázar de Madrid. El rey reunió el Consejo y
dirigiéndose a don Enrique le acusó, presentándole cartas, de
que unido a López Dávalos, el condestable, habían concertado
un tratado con el rey moro de Granada. El infante juró y perjuró
que no era verdad y que estaba cierto que el condestable
no había escrito tales cartas. «Si yo fuese hallado culpable, dijo
el infante, lo que Dios no querrá ni podrá ser, V. A. proceda contra
mí como contra el más bajo hombre de su reino». Los bienes
del infante fueron confiscados, incluso el maestrazgo de
Santiago. Después se probó la falsedad de las cartas y su autor
detenido, fué condenado a muerte en Valladolid, pero los inductores
quedaron en el misterio no devolviéndose tampoco sus
bienes al viejo e inocente condestable López Dávalos, que se los
reparten los cortesanos, política desarcertada seguida en el reinado
y de graves consecuencias. Don Alvaro obtiene el cargo de
Condestable del reino, y el señorío de Castil de Vayuela, Adrada
y Arjona. La infanta doña Catalina después de la prisión de su
marido, acompañada por López Dávalos huyó a Aragón, por caminos
extraviados llegando a Muela, lugar del ducado de Gandía,
pero no le pareció sitio muy seguro y quiso ir a Valencia
lo que le prohibió doña María de Castilla no sabiendo si se enojaría
al rey, que se encontraba en Nápoles «al que mucho amaba
y respetaba». Al fin obtuvo el seguro de Valencia, donde se
refugió siendo solemnemente recibida, pero se negó después a
devolverla al rey, no obstante haber recibido una embajada
desde Nápoles, reclamándola.
Zurita transcribe una interesante carta del rey de Aragón
dirigida a su tío don Fadrique, duque de Arjona y conde de
Trastamara en, la cual expresa claramente que en su sentir el
causante de la desgracia de su hermano don Enrique era don
Alvaro de Luna, que con sus maneras exquisitas había procurado
gran familiaridad con el rey, estorbándole para sus fines
la presencia de los infantes, procurando la división y discordia
con los infantes. Atribuye a don Alvaro la prisión del infante
y le hace cómplice del robo que habían cometido de las alhajas
'de doña Catalina y culpable del trato que se daba a su madre
y hermana y de la dilatación de los negocios concernientes con
Aragón.