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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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oscuras nebulosas y las nebulosas se hicieron estrellas... y Randolph Carter<br />

siguió cay<strong>en</strong>do por ilimitados vacíos de palpitante negrura.<br />

Luego, <strong>en</strong> el curso l<strong>en</strong>to y sinuoso de la eternidad, el cielo supremo<br />

del cosmos llegó al término de una de sus consunciones y todas las cosas<br />

volvieron a ser nuevam<strong>en</strong>te <strong>com</strong>o habían sido innumerables kalpas antes.<br />

La materia y la luz nacieron una vez más, tal <strong>com</strong>o habían sido antes <strong>en</strong> el<br />

espacio; y los <strong>com</strong>etas, los soles y los mundos se lanzaron inflamados a la<br />

vida, pero nada sobrevivió para atestiguar que habían existido y habían<br />

desaparecido después, que habían existido y dejado de existir una y otra<br />

vez, desde siempre, sin un primer principio ni un último fin.<br />

Y surgieron nuevam<strong>en</strong>te un firmam<strong>en</strong>to, y un vi<strong>en</strong>to, y un<br />

resplandor de luz purpúrea ante los ojos del soñador, que seguía cay<strong>en</strong>do.<br />

Y aparecieron dioses, y pres<strong>en</strong>cias, y voluntades que se hacían obedecer, y<br />

la belleza y la maldad, y el grito ululante de la noche maligna privada de su<br />

presa. Porque, a través del ignorado ciclo final, había sobrevivido un<br />

p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to y una visión que pert<strong>en</strong>ecían a la juv<strong>en</strong>tud de un soñador; y <strong>en</strong><br />

torno a esa visión y a ese p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to se habían reconstruido un mundo<br />

vigil y una vieja y amable ciudad que los <strong>en</strong>carnaba y justificaba. El gas<br />

violeta S'ngac había indicado el camino, y el arcaico Nod<strong>en</strong>s había gritado<br />

desde insospechadas profundidades la dirección conv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te.<br />

Las estrellas dieron paso a amaneceres, y los amaneceres rev<strong>en</strong>taron<br />

<strong>en</strong> mil fu<strong>en</strong>tes de oro, carmín y púrpura, y el soñador aún seguía cay<strong>en</strong>do.<br />

Horribles gritos rasgaron el éter <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> que inm<strong>en</strong>sos haces de<br />

luz espl<strong>en</strong>dorosa dispersaban a los demonios del exterior. Y el v<strong>en</strong>erable<br />

Nod<strong>en</strong>s lanzó un aullido de triunfo cuando Nyarlathotep, cerca de su presa,<br />

se detuvo desconcertado por un resplandor que convertía <strong>en</strong> polvo gris los<br />

cuerpos informes de sus horribles perros de caza. Randolph Carter había<br />

desc<strong>en</strong>dido finalm<strong>en</strong>te las inm<strong>en</strong>sas escalinatas de mármol y se hallaba <strong>en</strong><br />

su maravillosa ciudad. Porque, efectivam<strong>en</strong>te, había regresado otra vez al<br />

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