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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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ecuerdos y de <strong>en</strong>sueños, constituye la misma es<strong>en</strong>cia de tus maravillosas<br />

terrazas y tus puestas de sol; y para hallar ese antepecho de mármol ornado<br />

de extraños jarrones y balaustradas esculpidas, y para desc<strong>en</strong>der finalm<strong>en</strong>te<br />

por esas escalinatas deslumbrantes hasta las plazas anchísimas y las fu<strong>en</strong>tes<br />

prismáticas de tu ciudad, sólo necesitas retroceder a los p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos y<br />

visiones de tu juv<strong>en</strong>tud ll<strong>en</strong>a de anhelos».<br />

Adelante, adelante, siempre adelante, a una velocidad prodigiosa <strong>en</strong><br />

dirección al destino final proseguía el viaje, a través de las tinieblas <strong>en</strong><br />

donde unas <strong>en</strong>tidades ciegas palpan el espacio con sus t<strong>en</strong>táculos y<br />

husmean con sus hocicos viscosos mi<strong>en</strong>tras otros seres abominables rí<strong>en</strong> y<br />

rí<strong>en</strong> locam<strong>en</strong>te. Sin embargo, aquella imag<strong>en</strong> y aquel p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to habían<br />

aparecido <strong>en</strong> la m<strong>en</strong>te de Randolph Carter, y éste <strong>com</strong>pr<strong>en</strong>dió claram<strong>en</strong>te<br />

que estaba soñando y sólo soñando, y que <strong>en</strong> algún lugar existía aún el<br />

mundo vigil y la ciudad de su infancia. Volvió a recordar las palabras:<br />

«Sólo necesitas retroceder a los p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos y visiones de tu juv<strong>en</strong>tud<br />

ll<strong>en</strong>a de anhelos». Retroceder…,retroceder… La negrura le <strong>en</strong>volvía por<br />

todas partes, pero Randolph Carter pudo retroceder.<br />

Pese a hallarse casi paralizado por un vértigo que embotaba sus<br />

s<strong>en</strong>tidos, Randolph Carter pudo dar la vuelta y moverse. Había recobrado el<br />

movimi<strong>en</strong>to y, si quería, podía saltar del perverso shantak que le conducía<br />

fatalm<strong>en</strong>te al destino señalado por Nyarlathotep. Podía saltar, y desafiar<br />

aquellas profundidades t<strong>en</strong>ebrosas que se abrían a sus pies, cuyos terrores<br />

no excederían <strong>en</strong> horror al destino inexpresable que le aguardaba solapado<br />

<strong>en</strong> el corazón del mismo caos. Podía dar la vuelta, y moverse, y saltar de su<br />

montura... y quería hacerlo... quería... quería...<br />

Y <strong>en</strong>tonces el predestinado soñador saltó de aquella <strong>en</strong>orme<br />

abominación hipocéfala, y cayó por los vacíos infinitos de palpitante<br />

negrura. Devanáronse vertiginosam<strong>en</strong>te millones y millones de años, se<br />

consumieron los universos y nacieron otra vez, se fundieron las estrellas <strong>en</strong><br />

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