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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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ondulantes y rocosas. Y de la antediluviana Kingsport, blanqueada por los<br />

años, ciudad de innumerables chim<strong>en</strong>eas y muelles desiertos y buhardillas<br />

torcidas; y de la maravilla de sus acantilados sobre el mar, y del océano<br />

cubierto de brumas lechosas <strong>en</strong> cuyas aguas se mec<strong>en</strong> las boyas<br />

tintineantes.<br />

»En tu ciudad están los fríos valles de Concord, los empedrados<br />

callejones de Portsmouth, los caminos rústicos y umbríos de New<br />

Hampshire, cuyos olmos gigantescos casi ocultan las blancas paredes de las<br />

viejas granjas y las caídas techumbres de los pozos. Están los muelles<br />

salitrosos de Gloucester y los mimbrales de Truro azotados por el vi<strong>en</strong>to.<br />

Están los paisajes con pueblecitos lejanos y torres de campanario, y los<br />

montes que se alzan tras las colinas a lo largo de la Costa del Norte, y las<br />

sosegadas laderas rocosas y las cabañas bajas cubiertas de hiedra,<br />

construidas al socaire de los <strong>en</strong>ormes farallones que se elevan <strong>en</strong> la región<br />

sept<strong>en</strong>trional de Rhode Island. Están el olor a mar, la fragancia de los<br />

campos, el hechizo de los bosques oscuros y la alegría de los huertos y<br />

jardines al amanecer. Todas estas cosas, Randolph Carter, son tu ciudad;<br />

porque todas ellas son tu mismo ser. Nueva Inglaterra te ha dado la vida y<br />

ha derramado <strong>en</strong> tu espíritu un límpido <strong>en</strong>canto que no puede perecer. Este<br />

<strong>en</strong>canto, moldeado, cristalizado y bruñido por los años de recuerdos y de<br />

<strong>en</strong>sueños constituye la misma es<strong>en</strong>cia de tus maravillosas terrazas y tus<br />

puestas de sol, Y para <strong>en</strong>contrar ese antepecho de mármol ornado de<br />

extraños jarrones y balaustradas esculpidas, y para desc<strong>en</strong>der finalm<strong>en</strong>te<br />

por esas escalinatas deslumbrantes hasta las plazas anchísimas y las fu<strong>en</strong>tes<br />

prismáticas de tu ciudad, sólo necesitas retroceder a los p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos y<br />

visiones de tu juv<strong>en</strong>tud ll<strong>en</strong>a de anhelos.<br />

»¡Mira! A través de esa v<strong>en</strong>tana brilla la luz eterna de las estrellas.<br />

Pues esa misma luz brilla ahora sobre los paisajes que has conocido y<br />

estimado, y se nutre de sus <strong>en</strong>cantos para brillar después con más belleza<br />

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