H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com
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»A los dioses les gusta tu maravillosa ciudad, y han abandonado sus maneras de dioses. Han olvidado las altas regiones de la Tierra y las montañas que los habían visto de jóvenes. La Tierra ya no tiene dioses que sean propiamente tales, y únicamente los Dioses Otros de los espacios exteriores gobiernan la inmemorable Kadath. En el lejano valle de tu juventud, Randolph Carter, juegan ahora sin tribulaciones los Grandes Dioses. Has soñado demasiado bien, ¡oh, prudente soñador! Has conseguido que los dioses del sueño se alejen del mundo de las visiones comunes a todos los hombres, para instalarse en un universo que es enteramente tuyo. Y de los pequeños sueños de tu niñez, has sabido edificar una ciudad más hermosa que todas las quiméricas fantasías nacidas hasta ahora. »No es bueno que los dioses de la Tierra abandonen sus tronos para que la araña hile en ellos su tela y los Dioses Otros gobiernen a su manera tenebrosa. Y no dudarían los poderes exteriores en arrastrarte al caos y al horror, Randolph Carter, ya que eres la causa de su zozobra, si no supieran que tú eres el único que podría hacer que los dioses volvieran a su mundo. En esa zona semivigil del país de los Sueños que te pertenece no puede influir ningún poder de las últimas tinieblas, y sólo tú puedes convencer amablemente a los Grandes Dioses para que salgan de tu maravillosa ciudad del sol poniente, a través de la región crepuscular del norte, y retornar al lugar que les corresponde: a la cima de la ignorada Kadath, de la inmensidad fría. »De modo, Randolph Carter, que en nombre de los Dioses Otros, te perdono y te conmino a que cumplas puntualmente lo que yo te ordene. Y mi orden es que busques tu propia ciudad del sol poniente y que envíes acá a los traviesos y soñolientos dioses a quienes aguarda el mundo de los sueños. Note será difícil descubrir ese rosado capricho de los dioses, esa fantasía de trompetas celestiales, ese clamor de címbalos inmortales, ese 624
lugar misterioso que te han hecho buscar por los recintos del mundo vigil y por los abismos del sueño, atormentándote con insinuaciones de recuerdos evanescentes, con el dolor de las cosas perdidas, trascendentales y terribles. No te será difícil encontrar ese símbolo, esa reliquia de tus días de ensueño; porque, en verdad, no es sino la gema inalterable y eterna donde toda maravilla fulgura cristalizada, iluminando tu camino nocturno.¡Escucha!, no es a través de mares desconocidos por donde debes dirigir tus pasos, sino a través de años conocidos y pasados, hacia las visiones luminosas de tu infancia, hacia esas vivencias empapadas de sol y de magia que los viejos paisajes despiertan en una mirada joven. »Pues sabe que tu dorada v marmórea ciudad de ensueño no es sino la suma de todo lo que has visto y amado de tu infancia. Está formada con el esplendor de los puntiagudos tejados de Boston y las ventanas de poniente encendidas por los últimos rayos del sol; con la fragancia de las flores del Common, la inmensa cúpula erguida en lo alto de la cuesta, y el laberinto de buhardillas y chimeneas que se alzan en el valle violáceo donde el Charles discurre perezosamente por debajo de los innumerables puentes. Todas estas cosas contemplaste, Randolph Carter, cuando tu nodriza te sacó a pasear por primera vez un día de primavera, y será lo último que verás con ojos de nostalgia y de amor. Y tiene también la imagen de Salem y su historia sombría; y la de la espectral Marblehead que escaló rocosos precipicios en los siglos del pasado; y el esplendor glorioso de las torres de Salem y de los campanarios que se ven a lo lejos desde los prados de Marblehead y desde el puerto tras el cual se pone siempre el sol. »Y la ciudad de tu sueño está hecha de la fantástica y señorial Providence con sus siete colinas en torno al puerto azul, con sus terrazas de césped que conducen a campanarios y ciudadelas de una antigüedad viva aún; y de Newport, que se eleva fantasmal desde su escollera. Y de Arkham también, con sus techumbres invadidas por el musgo, y sus praderas 625
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»A los dioses les gusta tu maravillosa ciudad, y han abandonado sus<br />
maneras de dioses. Han olvidado las altas regiones de la Tierra y las<br />
montañas que los habían visto de jóv<strong>en</strong>es. La Tierra ya no ti<strong>en</strong>e dioses que<br />
sean propiam<strong>en</strong>te tales, y únicam<strong>en</strong>te los Dioses Otros de los espacios<br />
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juv<strong>en</strong>tud, Randolph Carter, juegan ahora sin tribulaciones los Grandes<br />
Dioses. Has soñado demasiado bi<strong>en</strong>, ¡oh, prud<strong>en</strong>te soñador! Has<br />
conseguido que los dioses del sueño se alej<strong>en</strong> del mundo de las visiones<br />
<strong>com</strong>unes a todos los hombres, para instalarse <strong>en</strong> un universo que es<br />
<strong>en</strong>teram<strong>en</strong>te tuyo. Y de los pequeños sueños de tu niñez, has sabido<br />
edificar una ciudad más hermosa que todas las quiméricas fantasías nacidas<br />
hasta ahora.<br />
»No es bu<strong>en</strong>o que los dioses de la Tierra abandon<strong>en</strong> sus tronos para<br />
que la araña hile <strong>en</strong> ellos su tela y los Dioses Otros gobiern<strong>en</strong> a su manera<br />
t<strong>en</strong>ebrosa. Y no dudarían los poderes exteriores <strong>en</strong> arrastrarte al caos y al<br />
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que tú eres el único que podría hacer que los dioses volvieran a su mundo.<br />
En esa zona semivigil del país de los Sueños que te pert<strong>en</strong>ece no puede<br />
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retornar al lugar que les corresponde: a la cima de la ignorada Kadath, de la<br />
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»De modo, Randolph Carter, que <strong>en</strong> nombre de los Dioses Otros, te<br />
perdono y te conmino a que cumplas puntualm<strong>en</strong>te lo que yo te ord<strong>en</strong>e. Y<br />
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a los traviesos y soñoli<strong>en</strong>tos dioses a qui<strong>en</strong>es aguarda el mundo de los<br />
sueños. Note será difícil descubrir ese rosado capricho de los dioses, esa<br />
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