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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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De las brumas que se disolvían y de las nubes de extraños inci<strong>en</strong>sos<br />

surgieron dos columnas paralelas de esclavos negros vestidos con<br />

taparrabos de seda iridisc<strong>en</strong>te. Sobre la cabeza portaban, <strong>en</strong> forma de<br />

cascos, antorchas de reluci<strong>en</strong>te metal de las que emanaban los vapores de<br />

unos bálsamos misteriosos. En la mano derecha llevaban unas varillas de<br />

cristal cuyo extremo superior ost<strong>en</strong>taba la figura de una quimera, mi<strong>en</strong>tras<br />

<strong>en</strong> la mano izquierda empuñaban las largas trompetas de plata que hacían<br />

sonar. Llevaban todos ajorcas y brazaletes unidos a una larga cad<strong>en</strong>a de<br />

oro, lo cual les obligaba a marcar un paso l<strong>en</strong>to y majestuoso. Lo primero<br />

que saltaba a la vista era que se trataba de auténticos hombres negros de la<br />

zona terrestre del País de los Sueños, pero ya parecía m<strong>en</strong>os evid<strong>en</strong>te que<br />

aquellos ritos y aquellos atavíos fueran de la Tierra. Las columnas se<br />

detuvieron a unos diez pasos de Carter, al tiempo que sus <strong>com</strong>pon<strong>en</strong>tes se<br />

llevaban sus trompetas a los labios. El sonido que produjeron fue místico y<br />

salvaje; pero más salvaje fue el grito que brotó inmediatam<strong>en</strong>te después de<br />

las oscuras gargantas haciéndole estremecer.<br />

Entonces, por el amplio pasillo que formaban las dos columnas,<br />

avanzó una figura alta y delgada. T<strong>en</strong>ía el rostro de un jov<strong>en</strong> faraón. Iba<br />

vestida con elegantes ropajes prismáticos y coronada por una diadema<br />

dorada que parecía relucir con luz propia. Se aproximó a Carter aquella<br />

figura majestuosa, cuyo porte regio y nobles rasgos le imprimían la<br />

fascinación de un dios de las tinieblas o de un arcángel caído, <strong>en</strong> tanto que<br />

sus ojos parecían ocultar el lánguido c<strong>en</strong>telleo de un humor caprichoso.<br />

Entonces habló, y <strong>en</strong> su voz melodiosa vibró la música salvaje de las<br />

corri<strong>en</strong>tes de Leteo:<br />

- «Randolph Carter - dijo la voz -. Has v<strong>en</strong>ido a ver a los Grandes<br />

Dioses, a qui<strong>en</strong>es les está prohibido t<strong>en</strong>er tratos con los hombres. Los<br />

c<strong>en</strong>tinelas han v<strong>en</strong>ido a decirlo y los Dioses Otros han gruñido mi<strong>en</strong>tras<br />

bailaban torpem<strong>en</strong>te sus danzas estúpidas al son de las flautas, <strong>en</strong> el vacío<br />

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