H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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hombre sobre la tierra, las descarnadas alimañas velaban como negras gárgolas y fantásticas quimeras. Los gules montaron su campamento entre las rocas derruidas de Sarkomand y despacharon a un mensajero con la misión de traer suficientes alimañas descarnadas para transportarles por los aires. Pickman y los demás jefes se mostraron efusivamente agradecidos por la ayuda que Carter les había prestado, y éste se dio cuenta de que sus planes iban efectivamente por buen camino, puesto que ahora podría pedir ayuda a sus repugnantes aliados no sólo para salir de la región del país de los Sueños en que se hallaban, sino también para emprender su última expedición en busca de los dioses que reinan sobre la desconocida Kadath y la maravillosa ciudad del sol poniente que tan extrañamente disipaban ellos de sus sueños. Por consiguiente, habló de estas cuestiones a los jefes de los gules y les dijo lo que sabía de la fría inmensidad donde se encuentra Kadath y de sus centinelas: tanto de los monstruosos shantaks como de las montañas esculpidas en forma de figuras bicéfalas. También les habló del miedo que los pájaros shantaks sienten por las descarnadas alimañas de la noche, y de cómo estos inmensos pájaros hipocéfalos salen chillando de sus negras madrigueras excavadas en lo alto de los picos desnudos y grises que separan el país de Inquanok de la odiosa meseta de Leng. Les habló asimismo de lo que había averiguado sobre las descarnadas alimañas de la noche en los frescos del monasterio del gran sacerdote indescriptible, y de cómo eran temidas incluso por los Grandes Dioses, y cómo su señor no era el caos reptante Nyarlathotep, sino el venerable e inmemorial Nodens, señor del Gran Abismo. Carter contó todas estas cosas en el lenguaje de los gules allí reunidos, y luego les expuso a grandes rasgos la ayuda que tenía intención de solicitarles, no pareciéndole abusiva considerando los servicios que acababa de prestar últimamente a los perrunos y cartilaginosos carroñeros. 608

Les pidió vivamente que le facilitaran los servicios de un número suficiente de alimañas descarnadas para sobrevolar el reino de los shantaks y las montañas esculpidas, y llevarle a la inmensidad fría, más allá de los últimos puntos alcanzados por los mortales más osados. Quería volar hasta el castillo de ónice que domina desde lo alto la desconocida Kadath de la inmensidad fría, y presentarse ante los Grandes Dioses para pedirles ese acceso a la ciudad del sol poniente que Ellos le denegaban. Estaba seguro de que las descarnadas alimañas de la noche podrían llevarles hasta allí sin dificultades, sobrevolando los peligros que acechan en la llanura y aquellas horribles figuras bicéfalas esculpidas en la montaña que hacen de eternos centinelas en la penumbra gris. Gracias a las descarnadas criaturas astadas y sin rostro, no correría peligro alguno, puesto que eran temidas incluso por los Grandes Dioses. Y aun cuando surgiera cualquier dificultad inesperada por parte de los Dioses Otros, los cuales acostumbran a inmiscuirse en los asuntos de los benignos dioses de la tierra, las descarnadas alimañas no tendrían por qué preocuparse, ya que los infiernos exteriores son totalmente inocuos para unos seres voladores, mudos y silenciosos como ellos, cuyo amo y señor no es Nyarlathotep sino el poderoso arcaico Nodens. Un bando de diez o quince alimañas descarnadas sería sin duda suficiente, según Carter, para disuadir a los shantaks de cualquier intervención. Acaso fuera también conveniente llevar consigo algunos gules para dirigirlas, ya que los gules las conocen mejor que los hombres. La expedición podía dejarle a él en el interior del recinto amurallado de aquella fabulosa ciudadela de ónice, y esperar después a que regresara por la noche o les diese alguna señal. Mientras tanto, iría él a orar ante los dioses de la tierra. Si alguno de los gules se decidiera a escoltarle hasta el salón del trono de los Grandes Dioses, él se lo agradecería infinitamente, ya que la presencia de los gules podría añadir más peso e importancia a su petición. Pero Carter no quería insistir en este detalle; únicamente pedía que le transportaran primero ala 609

Les pidió vivam<strong>en</strong>te que le facilitaran los servicios de un número sufici<strong>en</strong>te<br />

de alimañas descarnadas para sobrevolar el reino de los shantaks y las<br />

montañas esculpidas, y llevarle a la inm<strong>en</strong>sidad fría, más allá de los últimos<br />

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castillo de ónice que domina desde lo alto la desconocida Kadath de la<br />

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de que las descarnadas alimañas de la noche podrían llevarles hasta allí sin<br />

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horribles figuras bicéfalas esculpidas <strong>en</strong> la montaña que hac<strong>en</strong> de eternos<br />

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y sin rostro, no correría peligro alguno, puesto que eran temidas incluso por<br />

los Grandes Dioses. Y aun cuando surgiera cualquier dificultad inesperada<br />

por parte de los Dioses Otros, los cuales acostumbran a inmiscuirse <strong>en</strong> los<br />

asuntos de los b<strong>en</strong>ignos dioses de la tierra, las descarnadas alimañas no<br />

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inocuos para unos seres voladores, mudos y sil<strong>en</strong>ciosos <strong>com</strong>o ellos, cuyo<br />

amo y señor no es Nyarlathotep sino el poderoso arcaico Nod<strong>en</strong>s. Un bando<br />

de diez o quince alimañas descarnadas sería sin duda sufici<strong>en</strong>te, según<br />

Carter, para disuadir a los shantaks de cualquier interv<strong>en</strong>ción. Acaso fuera<br />

también conv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te llevar consigo algunos gules para dirigirlas, ya que los<br />

gules las conoc<strong>en</strong> mejor que los hombres. La expedición podía dejarle a él<br />

<strong>en</strong> el interior del recinto amurallado de aquella fabulosa ciudadela de ónice,<br />

y esperar después a que regresara por la noche o les diese alguna señal.<br />

Mi<strong>en</strong>tras tanto, iría él a orar ante los dioses de la tierra. Si alguno de los<br />

gules se decidiera a escoltarle hasta el salón del trono de los Grandes<br />

Dioses, él se lo agradecería infinitam<strong>en</strong>te, ya que la pres<strong>en</strong>cia de los gules<br />

podría añadir más peso e importancia a su petición. Pero Carter no quería<br />

insistir <strong>en</strong> este detalle; únicam<strong>en</strong>te pedía que le transportaran primero ala<br />

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