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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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ferocidad, hasta que los invasores fueron <strong>com</strong>pletam<strong>en</strong>te liquidados <strong>en</strong> el<br />

acantilado de poni<strong>en</strong>te. En el morro ori<strong>en</strong>tal, sin embargo, donde parecía<br />

estar pres<strong>en</strong>te el jefe de las bestias lunares, los gules no lo estaban pasando<br />

tan bi<strong>en</strong> y retrocedían l<strong>en</strong>tam<strong>en</strong>te buscando la protección de las laderas.<br />

Pickman <strong>en</strong>vió rápidam<strong>en</strong>te refuerzos a este fr<strong>en</strong>te con el grupo del<br />

poblado que tanto había ayudado durante la primera fase del <strong>com</strong>bate.<br />

Después, cuando hubo terminado la lucha <strong>en</strong> el lado oeste, los victoriosos<br />

supervivi<strong>en</strong>tes corrieron <strong>en</strong> auxilio de sus atribulados <strong>com</strong>pañeros,<br />

forzando al <strong>en</strong>emigo a retroceder por la estrecha cresta del morro. Los casi<br />

humanos habían caído ya todos, pero el último de los horrores batrácicos<br />

luchaba desesperadam<strong>en</strong>te y se def<strong>en</strong>día con las lanzas que empuñaba con<br />

sus poderosas y repugnantes patas. Había pasado la ocasión de emplear las<br />

jabalinas, y la lucha se convirtió <strong>en</strong> un duelo cuerpo a cuerpo <strong>en</strong> el que, por<br />

la estrechez de la cresta, no podían atacar a un tiempo más que unos pocos<br />

lanceros.<br />

A medida que aum<strong>en</strong>taba la furia y el arrojo, aum<strong>en</strong>taba también el<br />

número de los que caían al mar. Los que iban a parar a las aguas del puerto<br />

<strong>en</strong>contraban una muerte innominada <strong>en</strong> las fauces de aquellas criaturas<br />

invisibles y burbujeantes; pero los que caían al mar abierto podían nadar<br />

hasta el pie del acantilado y agarrarse <strong>en</strong> los escollos. Por su parte, la galera<br />

del <strong>en</strong>emigo recogía las bestias lunares que podía. El acantilado era<br />

prácticam<strong>en</strong>te inabordable, excepto por donde los monstruos habían<br />

desembarcado, deforma que a los gules que volvían del mar les fue<br />

imposible llegar al fr<strong>en</strong>te de la batalla y se quedaron <strong>en</strong> los escollos.<br />

Algunos de ellos cayeron bajo las jabalinas de la galera contraria o de las<br />

bestias lunares que estaban <strong>en</strong> lo alto del promontorio, pero los demás<br />

sobrevivieron y pudieron ser rescatados. Cuando el triunfo de los gules se<br />

vio seguro, la galera de Carter salió de <strong>en</strong>tre los cabos y se dirigió hacia el<br />

barco <strong>en</strong>emigo que estaba <strong>en</strong> mar abierto, det<strong>en</strong>iéndose a recoger a los<br />

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