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19.06.2013 Views

lo cual su grandeza no corre peligro de eclipsarse. Los cuentos fantásticos de Bierce aparecen en dos volúmenes de sus obras completas, Can Such Things Be? (¿Es posible?) y In the Midst of Life (En medio de la vida). El primero de ellos está íntegramente dedicado a lo sobrenatural. Gran parte de la mejor literatura de horror norteamericana ha surgido de escritores ajenos a este medio. La novela histórica Elsie Venner de Oliver Wendell Holmes sugiere, con admirable reserva, un inaudito elemento ofídico en la personalidad de una joven mujer que ha sufrido influencias prenatales, y mantiene el clima del relato con sugestivas e inteligentes pinceladas de paisaje. En Otra vuelta de tuerca, Henry James triunfa sobre su inevitable pomposidad y prolijidad para crear una atmósfera incisiva de amenaza siniestra; y nos describe la odiosa infuencia de dos sirvíentes muertos y perversos, Peter Quint y la institutriz Miss Jessel, sobre un niño y una niña que estuvieron bajo su tutela. James es quizá demasiado difuso, demasiado cortés y afectado, adicto en exceso a las sutilezas del lenguaje como para resaltar de plano todo el horror salvaje y devastador de su 58 argumento; pero a pesar de eso hay en el relato una marea ascendente de espanto - culminando con la muerte del niño - que le asigna un lugar permanente como obra singular. Francis Marion (Crawford escribió varios cuentos fantásticos de plural intensidad, recopilados póstumamente en el libro titulado Wandering Ghosts (Fantasmas errantes). Porque la sangre es vida relata un caso de vampirismo en las cercanías de una antigua torre que se levanta entre las rocas de una solitaria costa del sur de Italia. La sonrisa muerta trata de horrores ancestrales en una vieja mansión con su cripta inmemorial, e introduce el tema del banshee 10 con considerable poder. Pero la obra maestra de Crawford es La litera superior, 58

uno de los más tremendos cuentos de horror en toda la literatura. En este relato de un camarote enbrujado por el fantasma de un suicida, imágenes como la insidiosa invación de una pestilencia subacuática, el postillo extrañamente abierto, y la pesadillezca lucha con una criatura innominada están elaboradas con incomparable destreza. Muy genuina, aunque no por cierto inocente de la típica y amanerada extravagancia de fines del siglo XIX, es la veta de terror en las primeras obras de Robert W. Chambers, novelista que después ha tomado otros derroteros. El rey amarillo, una serie de cuentos vagamente relacionados entre sí con el trasfondo de un libro prohibido y monstruoso cuya, lectura acarrea el terror, la locura y la tragedia espectral, logra notables instancias de miedo cósmico, a pesar de un inetrés desigual y un cierto aire trivial y amanerado de bohemia parisina, por razones entonces en boga debido a la popularidad de la novela Trilby de George du Maurier. El más poderoso de esos cuentos quizá El signo amarillo, con su terrible y silencioso guardián de cementerio cuyo rostro semeja el de un gusano hinchado. Un muchacho se estremece de repugnancia, al recordar ciertos detalles de una pelea que sostuvo con esta criatura. “Le aseguro, señor, que es verdad de Dios que cuando le pegué y él me agarró de las muñecas yo le retorcí su puño blanco y fofo y unos de sus dedos se quedó en la mano”. Un artista, que ha compartido con otra persona un extraño sueño acerca de una carroza fúnebre, se horroriza al escuchar la voz del guardián del cementerio cuando éste se le acerca. El individuo emite un sonido susurrante que se introduce en el cerebro “como el humo grasiento de un caldero o la pestilencia de la descomposición. El susurro dice: “Has encontrado el signo amarillo?”. Un talismán de ónix con fantásticos jeroglíficos, recogido en la 10 En el folklore irlandés, un espíritu cuyo grito o lamento es heraldo de muerte (N. 59

uno de los más trem<strong>en</strong>dos <strong>cu<strong>en</strong>tos</strong> de horror <strong>en</strong> toda la literatura. En este<br />

relato de un camarote <strong>en</strong>brujado por el fantasma de un suicida, imág<strong>en</strong>es<br />

<strong>com</strong>o la insidiosa invación de una pestil<strong>en</strong>cia subacuática, el postillo<br />

extrañam<strong>en</strong>te abierto, y la pesadillezca lucha con una criatura innominada<br />

están elaboradas con in<strong>com</strong>parable destreza.<br />

Muy g<strong>en</strong>uina, aunque no por cierto inoc<strong>en</strong>te de la típica y<br />

amanerada extravagancia de fines del siglo XIX, es la veta de terror <strong>en</strong> las<br />

primeras obras de Robert W. Chambers, novelista que después ha tomado<br />

otros derroteros. El rey amarillo, una serie de <strong>cu<strong>en</strong>tos</strong> vagam<strong>en</strong>te<br />

relacionados <strong>en</strong>tre sí con el trasfondo de un libro prohibido y monstruoso<br />

cuya, lectura acarrea el terror, la locura y la tragedia espectral, logra<br />

notables instancias de miedo cósmico, a pesar de un inetrés desigual y un<br />

cierto aire trivial y amanerado de bohemia parisina, por razones <strong>en</strong>tonces<br />

<strong>en</strong> boga debido a la popularidad de la novela Trilby de George du Maurier.<br />

El más poderoso de esos <strong>cu<strong>en</strong>tos</strong> quizá El signo amarillo, con su terrible y<br />

sil<strong>en</strong>cioso guardián de cem<strong>en</strong>terio cuyo rostro semeja el de un gusano<br />

hinchado. Un muchacho se estremece de repugnancia, al recordar ciertos<br />

detalles de una pelea que sostuvo con esta criatura. “Le aseguro, señor, que<br />

es verdad de Dios que cuando le pegué y él me agarró de las muñecas yo le<br />

retorcí su puño blanco y fofo y unos de sus dedos se quedó <strong>en</strong> la mano”. Un<br />

artista, que ha <strong>com</strong>partido con otra persona un extraño sueño acerca de una<br />

carroza fúnebre, se horroriza al escuchar la voz del guardián del cem<strong>en</strong>terio<br />

cuando éste se le acerca. El individuo emite un sonido susurrante que se<br />

introduce <strong>en</strong> el cerebro “<strong>com</strong>o el humo grasi<strong>en</strong>to de un caldero o la<br />

pestil<strong>en</strong>cia de la des<strong>com</strong>posición.<br />

El susurro dice: “Has <strong>en</strong>contrado el signo amarillo?”.<br />

Un talismán de ónix con fantásticos jeroglíficos, recogido <strong>en</strong> la<br />

10 En el folklore irlandés, un espíritu cuyo grito o lam<strong>en</strong>to es heraldo de muerte (N.<br />

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