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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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poderosos costados de diorita, a la luz grisácea del crepúsculo durante el<br />

día, o bajo la fosforesc<strong>en</strong>cia brumosa de las nubes durante la noche. Y a<br />

fuerza de pasar por delante de las numerosas pinturas de esta ciudad, Carter<br />

<strong>com</strong>pr<strong>en</strong>dió finalm<strong>en</strong>te lo que realm<strong>en</strong>te significaban, y cuál era la ciudad<br />

que los seres casi humanos habían gobernado antes de que llegaran las<br />

negras galeras. No cabía error alguno, ya que las ley<strong>en</strong>das del País de los<br />

Sueños son abundantes y elocu<strong>en</strong>tes. Aquella ciudad era, con toda<br />

seguridad, nada m<strong>en</strong>os que la famosa Sarkomand, cuyas ruinas se<br />

blanqueaban al sol desde hacía más de un millón de años, antes de que el<br />

primer ser auténticam<strong>en</strong>te humano viera la luz, y cuyos titánicos leones<br />

gemelos custodian eternam<strong>en</strong>te las escaleras que desci<strong>en</strong>d<strong>en</strong> del país de los<br />

Sueños al Gran Abismo.<br />

En otros paisajes se repres<strong>en</strong>taban los desnudos picachos de roca<br />

gris que separan la meseta de L<strong>en</strong>g del país de Inquanok, y <strong>en</strong> ellos se<br />

veían los monstruosos pájaros shantaks, que construy<strong>en</strong> sus nidos <strong>en</strong> los<br />

rebordes de sus escarpadas laderas. Y también se veían las singulares<br />

cavernas que se abr<strong>en</strong> junto a las cumbres de los picos más elevados,<br />

mostrándose cómo aun el más atrevido de los shantaks huye despavorido<br />

de esas cavernas. Carter las había visto al volar por <strong>en</strong>cima de la cordillera,<br />

observando la semejanza que t<strong>en</strong>ían con las del Ngranek. Ahora veía claro<br />

que este parecido era más que una mera casualidad, ya que <strong>en</strong> aquellos<br />

cuadros se repres<strong>en</strong>taban a sus terribles inquilinos, cuyas alas<br />

membranosas, cuernos retorcidos, rabos puntiagudos, zarpas pr<strong>en</strong>siles y<br />

cuerpos grumosos no le resultaban extraños <strong>en</strong> absoluto. Había visto<br />

anteriorm<strong>en</strong>te esas criaturas rapaces de vuelo sil<strong>en</strong>cioso, esos guardianes<br />

sin alma del Gran Abismo a qui<strong>en</strong>es tem<strong>en</strong> incluso los Grandes Dioses,<br />

cuyo señor no es Nyarlathotep, sino el v<strong>en</strong>erable Nod<strong>en</strong>s. Se trataba de las<br />

descarnadas alimañas de la noche, que jamás rí<strong>en</strong> ni sonrí<strong>en</strong> porque carec<strong>en</strong><br />

de rostro, y que vuelan sin fin <strong>en</strong> la oscuridad que se exti<strong>en</strong>de <strong>en</strong>tre el Valle<br />

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