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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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efer<strong>en</strong>cia, pero cada vez se distinguían con m<strong>en</strong>os claridad, a medida que<br />

la vaga luz crepuscular cedía paso a una fosforesc<strong>en</strong>cia <strong>en</strong>fermiza que<br />

prov<strong>en</strong>ía de las nubes.<br />

Después, hacia el norte, <strong>en</strong> la oscuridad cada vez mayor, divisó,<br />

confusa y brumosa, una cosa terrible. Durante unos mom<strong>en</strong>tos la tomó por<br />

una cad<strong>en</strong>a de montañas, pero luego vio que se trataba de algo más. La<br />

fosforesc<strong>en</strong>cia de las nubes am<strong>en</strong>azadoras la delató claram<strong>en</strong>te, y aun<br />

perfiló sus siluetas contra el resplandor de los vapores del horizonte. No<br />

pudo calcular a qué distancia se <strong>en</strong>contraba, pero debía estar muy lejos.<br />

T<strong>en</strong>ía miles de pies de altura y formaba un inm<strong>en</strong>so arco cóncavo desde los<br />

infranqueables picos grises de ori<strong>en</strong>te a los desconocidos espacios de<br />

occid<strong>en</strong>te; sin duda había sido alguna vez una cordillera de impon<strong>en</strong>tes<br />

montañas de ónice. Pero esas montañas habían dejado de serlo, porque unas<br />

manos más grandes que las del hombre las habían modelado. Sil<strong>en</strong>ciosas y<br />

acurrucadas <strong>en</strong> el techo del mundo, <strong>com</strong>o lobos o vampiros, coronadas de<br />

nubes y brumas, aquellas siluetas custodiaban eternam<strong>en</strong>te los secretos del<br />

norte. Formando semicírculo, parecían monstruosos perros guardianes con<br />

las patas derechas levantadas <strong>en</strong> un gesto am<strong>en</strong>azador contra la humanidad.<br />

La luz temblona de las nubes hacía el efecto de que se movían sus<br />

dobles cabezas mitradas; pero al seguir adelante, Carter vio levantarse de<br />

sus tocados sombríos unas formas cuyo movimi<strong>en</strong>to no podía ser producto<br />

de la ilusión. Aquellas formas aladas se fueron agrandando por mom<strong>en</strong>tos,<br />

y el viajero <strong>com</strong>pr<strong>en</strong>dió que su peregrinación había llegado a su fin. No se<br />

trataba de pájaros o de murciélagos <strong>com</strong>unes <strong>en</strong> otros lugares de la tierra o<br />

<strong>en</strong> el país de los sueños, ya que eran más grandes que un elefante y t<strong>en</strong>ían<br />

cabeza de caballo. Carter presintió que aquellos eran los pájaros shantaks<br />

de t<strong>en</strong>ebrosa fama; y ya no tuvo duda sobre qué perversos guardianes e<br />

innominados c<strong>en</strong>tinelas hacían que los hombres evitas<strong>en</strong> el destierro rocoso<br />

de la región sept<strong>en</strong>trional. Y cuando ya se detuvo resignado, miró por fin<br />

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