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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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marineros de Inquanok, mi<strong>en</strong>tras los traficantes trataban sus negocios <strong>en</strong><br />

los bazares de Celephais; y antes de que zarparan, Carter tomó un pasaje <strong>en</strong><br />

su barco t<strong>en</strong>ebroso, explicando que era un antiguo minero que había<br />

trabajado <strong>en</strong> minas de ónice, y que quería volver a trabajar <strong>en</strong> sus canteras.<br />

El barco era magnífico y estaba primorosam<strong>en</strong>te labrado <strong>en</strong> madera de teca<br />

con incrustaciones de ébano y trazados de oro, y el camarote que le<br />

asignaron t<strong>en</strong>ía cortinajes de seda y terciopelo. Una mañana, al cambiar la<br />

marca, izaron las velas, levaron anclas, y Carter, de pie <strong>en</strong> lo alto de la<br />

popa, vio hundirse <strong>en</strong> la distancia, arrebolados por los primeros rayos del<br />

sol, los dorados alminares y las estatuas de bronce de la ciudad intemporal<br />

de Celephais, al tiempo que la cumbre nevada del Monte Arán se iba<br />

haci<strong>en</strong>do cada vez más pequeña. Hacia el mediodía sólo t<strong>en</strong>ían a la vista el<br />

azul suave del Mar Cer<strong>en</strong>ario y una galera pintada que, allá lejos, navegaba<br />

rumbo a ese reino de Serannia donde el mar se junta con el cielo.<br />

Llegó la noche con rutilantes estrellas, y el oscuro barco puso proa<br />

al Carro y a la Osa M<strong>en</strong>or, que se mecía suavem<strong>en</strong>te alrededor del polo. Y<br />

los tripulantes <strong>en</strong>tonaron extrañas canciones de ignorados lugares, y fueron<br />

subi<strong>en</strong>do uno por uno al castillo de proa, mi<strong>en</strong>tras los taciturnos vigías<br />

murmuraban viejos cantos y se inclinaban sobre la borda para contemplar<br />

cómo jugaban los peces luminosos junto a la roda, bajo el agua. Carter se<br />

retiró a dormir a las doce de la noche, y se levantó con las primeras<br />

claridades de la mañana, observando que el sol se hallaba mucho más al sur<br />

de lo que a él le habría gustado. Y durante todo el día hizo progresos <strong>en</strong><br />

cuanto a su <strong>com</strong>unicación con los hombres del barco, pues muy poco a<br />

poco les fue haci<strong>en</strong>do hablar de su fría tierra crepuscular, de su primorosa<br />

ciudad de ónice y de su temor a los elevados e infranqueables picos, más<br />

allá de los cuales se exti<strong>en</strong>de, según dic<strong>en</strong>, la meseta de L<strong>en</strong>g. Los<br />

marineros le confesaron que lam<strong>en</strong>taban muchísimo que los gatos no<br />

quisieran vivir <strong>en</strong> la tierra de Inquanok, y que estaban conv<strong>en</strong>cidos de que<br />

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