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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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Asimismo, tampoco era prud<strong>en</strong>te t<strong>en</strong>er trato alguno con los Dioses Otros, y<br />

si d<strong>en</strong>egaban persist<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te todo acceso a la maravillosa ciudad del sol<br />

poni<strong>en</strong>te, lo mejor sería no empeñarse <strong>en</strong> buscar esa ciudad.<br />

Kuranes dudaba, además, que su invitado pudiera sacar nada<br />

positivo con ir a la ciudad, aun cuando consiguiera <strong>en</strong>trar <strong>en</strong> ella. El<br />

también había soñado y suspirado durante largos años por la <strong>en</strong>cantadora<br />

Celephais y por la tierra de Ooth-Nargai, y había deseado vivam<strong>en</strong>te la<br />

libertad, el color y la maravillosa experi<strong>en</strong>cia de una vida ex<strong>en</strong>ta de<br />

ataduras, de conv<strong>en</strong>cionalismos y estupideces. Pero ahora que vivía <strong>en</strong> esta<br />

ciudad y <strong>en</strong> este país, y era el rey de todo esto, veía que la libertad y la<br />

int<strong>en</strong>sidad de vivir se agotan muy pronto, volviéndose monótonas por falta<br />

de vinculación con s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos y recuerdos firmes. Era rey de Ooth-<br />

Nargai, pero esto no significaba nada, pues añoraba con tristeza las cosas<br />

familiares de Inglaterra que había conocido <strong>en</strong> su lejana juv<strong>en</strong>tud. El daría<br />

todo este retiro por volver a escuchar el lejano repicar de las campanas de<br />

Cornualles; y los mil alminares de Celephais, a cambio de los tejados<br />

picudos y familiares del pueblecito cercano a su casa natal. Por ello dijo a<br />

su huésped que seguram<strong>en</strong>te no <strong>en</strong>contraría <strong>en</strong> aquella desconocida ciudad<br />

del sol poni<strong>en</strong>te la felicidad que él buscaba, y que tal vez sería mejor que la<br />

considerara <strong>com</strong>o un sueño espl<strong>en</strong>doroso y evanesc<strong>en</strong>te. Porque Kuranes<br />

había visitado con frecu<strong>en</strong>cia a Carter <strong>en</strong> los viejos días de su vida vigil, y<br />

conocía muy bi<strong>en</strong> las <strong>en</strong>cantadoras laderas de Nueva Inglaterra que le<br />

vieron nacer.<br />

Estaba seguro de que, al final, el explorador acabaría suspirando por<br />

revivir esc<strong>en</strong>as de su primera infancia: el fulgor de Beacon Hill al<br />

atardecer, los altos campanarios y las calles tortuosas y empinadas de la<br />

fantástica ciudad de Kingsport, los v<strong>en</strong>erables tejados de la antiquísima y<br />

embrujada Arkham, las v<strong>en</strong>turosas praderas y los valles cruzados de<br />

serpeantes cercas de piedra, y los blancos tejados de las casas de campo<br />

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