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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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poder destructor alguno. Y la ciudad de turquesa de Nath-Horthath es <strong>com</strong>o<br />

siempre ha sido, y sus och<strong>en</strong>ta sacerdotes coronados de orquídeas son los<br />

mismos que la edificaron hace diez mil años. Aún brilla el bronce de sus<br />

grandes puertas, y jamás sufrió deterioro alguno el ónice de sus<br />

pavim<strong>en</strong>tos. Y las <strong>en</strong>ormes estatuas de bronce que adornan sus murallas<br />

contemplan a unos mercaderes y conductores de camellos que son más<br />

viejos que las mismas ley<strong>en</strong>das, aunque jamás se tomara gris el pelo de sus<br />

barbas h<strong>en</strong>didas.<br />

Carter no se puso a buscar inmediatam<strong>en</strong>te templo alguno, ni<br />

palacio ni ciudadela, sino que permaneció junto a la muralla, cerca del mar,<br />

<strong>en</strong>tre mercaderes y marineros. Y cuando se hizo demasiado tarde para<br />

escuchar historias y relatos, buscó una antigua taberna ya conocida por él y<br />

descansó soñando con los dioses de la ignorada Kadath, a qui<strong>en</strong>es buscaba.<br />

Al día sigui<strong>en</strong>te, recorrió los embarcaderos por ver si <strong>en</strong>contraba a alguno<br />

de aquellos misteriosos marineros de Inquanok, pero le dijeron que ahora<br />

no había ninguno por allí, ya que sus galeras no tocarían aquel puerto lo<br />

m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> dos semanas. Encontró, sin embargo, a un marinero thorabonio<br />

que había estado <strong>en</strong> Inquanok y había trabajado <strong>en</strong> las canteras de ónice de<br />

aquella ciudad crepuscular; y este marinero le confesó que, efectivam<strong>en</strong>te,<br />

al norte de la región habitada se ext<strong>en</strong>día un desierto que todo el mundo<br />

parecía temer y evitar. El thorabonio opinaba que este desierto rodeaba las<br />

últimas estribaciones de los infranqueables picos c<strong>en</strong>trales de la horrible<br />

meseta de L<strong>en</strong>g, y que esta era la razón por la que los hombres lo temían.<br />

No obstante, admitió que las g<strong>en</strong>tes hacían, además, alusiones no muy<br />

claras a pres<strong>en</strong>cias malignas y a abominables c<strong>en</strong>tinelas. No podía decir si<br />

este desierto era o no la fabulosa inm<strong>en</strong>sidad fría <strong>en</strong> la que se hallaba la<br />

desconocida Kadath, pero le parecía poco probable que tales pres<strong>en</strong>cias y<br />

c<strong>en</strong>tinelas, si de verdad existían, estuvieran allí sin una razón.<br />

Al día sigui<strong>en</strong>te, Carter subió por la Calle de los Pilares hasta el<br />

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