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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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habían v<strong>en</strong>ido, ya que <strong>en</strong> la ciudad de los gugos les resultaba muy fácil<br />

pasar inadvertidos. Además, no sabrían ori<strong>en</strong>tarse por los caminos de la<br />

superficie para llegar a la espectral Sarkomand, ciudad donde se hallaba la<br />

<strong>en</strong>trada al abismo, custodiada por los leones.<br />

Enorme fue el esfuerzo que hubieron de realizar los tres gules para<br />

levantar la losa. Carter les ayudó con todas sus fuerzas. Juzgaron que<br />

debían empujar <strong>en</strong> la parte de la losa que descansaba sobre la escalera, y<br />

allí aplicaron toda la fuerza de sus músculos innoblem<strong>en</strong>te alim<strong>en</strong>tados.<br />

Pocos segundos después se abrió una ligera r<strong>en</strong>dija y Carter, a qui<strong>en</strong> se<br />

había confiado esta misión, deslizó el canto de la vieja lápida por aquella<br />

abertura. A continuación siguió un forcejeo impon<strong>en</strong>te, aunque sin<br />

resultados; <strong>com</strong>o es natural, cada vez que fracasaban t<strong>en</strong>ían que volver a<br />

empezar desde el principio.<br />

De pronto, su desesperación se vio mil veces multiplicada por un<br />

ruido que oyeron al pie de la escalera. Este ruido no fue sino el choque<br />

sordo del cadáver del lívido y el golpeteo de sus pezuñas al caer rodando<br />

escaleras abajo. Pero la causa por la cual rodaba aquel cuerpo hacia abajo<br />

no resultaba nada tranquilizadora. Por tanto, conoci<strong>en</strong>do las costumbres de<br />

los gugos, los gules redoblaron sus fr<strong>en</strong>éticos esfuerzos, y <strong>en</strong> un plazo<br />

sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te breve consiguieron levantar la trampa de tal manera que<br />

Carter pudo introducirla lápida, dejando una abertura sufici<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te<br />

holgada. Ayudaron <strong>en</strong>tonces a Carter, haciéndole subir sobre sus hombros<br />

cartilaginosos y guiándole los pies cuando se agarró al borde del b<strong>en</strong>dito<br />

suelo del Alto País de los Sueños. Un segundo más tarde habían salido los<br />

tres por la abertura, arrojando la lápida y cerrando la gran losa, mi<strong>en</strong>tras<br />

abajo se hacía audible un resuello jadeante. Debido a la maldición de los<br />

Grandes Dioses, ningún gugo osaría jamás salir por aquella trampa; por<br />

consigui<strong>en</strong>te, Carter se dejó caer confiadam<strong>en</strong>te, con un suspiro de alivio y<br />

sosiego, <strong>en</strong>tre los hongos grotescos del bosque <strong>en</strong>cantado, mi<strong>en</strong>tras sus<br />

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