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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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desde los tiempos más remotos, acaso estuvieran vacías y solitarias, o tal<br />

vez - si la ley<strong>en</strong>da decía verdad - albergaran horrores de formas<br />

insospechadas.<br />

Hasta el pie del Ngranek, el suelo asc<strong>en</strong>día cubierto de escasos<br />

robles y de fresnos desmedrados, sembrado de fragm<strong>en</strong>tos rocosos, de lava<br />

y de antiguas c<strong>en</strong>izas. Encontró allí Carter los restos carbonizados de<br />

muchos fuegos de campam<strong>en</strong>to, pues los recolectores de lava<br />

acostumbraban sin duda a det<strong>en</strong>erse allí, y varios altares rudim<strong>en</strong>tarios,<br />

construidos ya para propiciarse a los Grandes Dioses, ya para conjurar a los<br />

seres - quizá sólo soñados - que habitan <strong>en</strong> los elevados desfiladeros y <strong>en</strong> el<br />

dédalo de grutas del Ngranek. Al atardecer, Carter alcanzó el montón de<br />

c<strong>en</strong>izas más lejano de todos y acampó allí para pasar la noche. Ató la cebra<br />

a una rama y se <strong>en</strong>volvió bi<strong>en</strong> <strong>en</strong> las mantas antes de quedarse dormido. Y<br />

durante toda la noche estuvo ululando un voonith lejano al borde de alguna<br />

charca oculta, pero Carter no sintió miedo alguno ante aquel espantoso ser<br />

anfibio, pues le habían asegurado que ninguno de los seres de esta especie<br />

se atreve a acercarse siquiera a la falda del Ngranek.<br />

A la clara luz de la mañana sigui<strong>en</strong>te, <strong>com</strong><strong>en</strong>zó Carter el largo<br />

asc<strong>en</strong>so. Llevó su cebra hasta donde el útil animal pudo llegar, y la ató a un<br />

fresno raquítico, cuando la p<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te se hizo demasiado pronunciada. A<br />

partir de aquí subió él solo. Primero atravesó el bosque, <strong>en</strong> cuyos calveros<br />

cubiertos de maleza abundaban las ruinas de antiguos poblados. Después<br />

recorrió los duros campos donde crecían diseminados unos arbustos<br />

anémicos. Lam<strong>en</strong>tó que los árboles se fueran distanciando, ya que la<br />

p<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te era muy pronunciada y <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral le producía vértigo. Por fin<br />

empezó a distinguir toda la <strong>com</strong>arca que se ext<strong>en</strong>día a sus pies por<br />

dondequiera que mirara. Vio las cabañas deshabitadas de los escultores, los<br />

bosquecillos de árboles resinosos y los campam<strong>en</strong>tos de los que recogían la<br />

resina, los grandes bosques donde anidaban y cantaban los prismáticos<br />

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