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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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huertas y limpias casitas de piedra que le recordaban muchísimo los fértiles<br />

campos que flanquean el Skai. Al atardecer se hallaba ya cerca de las<br />

arcaicas ruinas desconocidas que se alzan <strong>en</strong> la ribera más alejada del Yath,<br />

y aunque los recolectores de lava le habían aconsejado que no acampara allí<br />

por la noche, ató la cebra a una rara columna que había ante un muro<br />

derruido y echó su manta <strong>en</strong> un rincón resguardado, al pie de unas<br />

esculturas cuyo significado nadie había podido descifrar. Se <strong>en</strong>volvió con<br />

otra manta, porque <strong>en</strong> Oriab las noches son frías, y, <strong>en</strong> una ocasión <strong>en</strong> que<br />

le despertó la s<strong>en</strong>sación de que le rozaban la cara las alas de algún insecto,<br />

se cubrió la cabeza <strong>com</strong>pletam<strong>en</strong>te y durmió <strong>en</strong> paz, hasta que le<br />

despertaron los pájaros magah de los lejanos bosquecillos resinosos.<br />

El sol acababa de aparecer por <strong>en</strong>cima de la gran ladera donde se<br />

ext<strong>en</strong>dían leguas <strong>en</strong>teras de primordiales basam<strong>en</strong>tos de ladrillo, paredes<br />

desmoronadas y ocasionales columnas rotas y pedestales fragm<strong>en</strong>tados<br />

hasta la desolada ribera del Yath; y Carter buscó con la mirada su cebra.<br />

Grande fue su consternación al ver al animal t<strong>en</strong>dido junto a la extraña<br />

columna <strong>en</strong> que la había atado, y más grande aún fue su inquietud al<br />

descubrir que estaba muerta y que le habían chupado toda la sangre por<br />

medio de una herida singular que mostraba <strong>en</strong> el cuello. Le habían revuelto<br />

su equipaje y le habían desaparecido algunas baratijas brillantes; y por todo<br />

el polvo del suelo se veían las huellas <strong>en</strong>ormes de unos pies palmeados, a<br />

las que de ningún modo pudo <strong>en</strong>contrar explicación. Los consejos de los<br />

recolectores de lava le vinieron a la cabeza, y se preguntó <strong>en</strong>tonces qué<br />

clase de cosa sería la que le había rozado la cara durante la noche. Luego se<br />

echó al hombro el equipaje y empr<strong>en</strong>dió la marcha hacia el Ngranek,<br />

aunque no sin s<strong>en</strong>tir un escalofrío al ver de cerca, cuando cruzaba las<br />

ruinas, el chato portal de una <strong>en</strong>trada que se abría <strong>en</strong> la fachada de un viejo<br />

templo, y cuyos peldaños desc<strong>en</strong>dían hasta unas tinieblas imposibles de<br />

escudriñar.<br />

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