H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com
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marinero vestido con ropas de seda de Oriab, cabeza abajo y sin ojos, se sintió aliviado de que la brisa, que ahora comenzaba a soplar, impulsara el barco hacia otras regiones más naturales del mar. Al día siguiente, cruzaron saludos con un barco de velas color violeta que iba rumbo a Zar, la tierra de los sueños olvidados, con un flete de bulbos de lirios de extraños colores. Y en la noche del undécimo día, avistaron la isla de Oriab, con el Ngranek desgarrado y coronado de nieve irguiéndose a lo lejos. Oriab es una isla muy grande; y su puerto de Baharna, una poderosa ciudad. Los muelles de Baharna son de pórfido y la ciudad se eleva tras ellos formando grandes terrazas de piedra y calles de tramos escalonados unos y abovedados otros, pues hay edificios y puentes que se comunican entre sí por encima de las calles. Hay también un gran canal que atraviesa la ciudad entera por un túnel de puertas de granito, y fluye hasta el lago de Yath, en cuyas costas se hallan las inmensas ruinas de ladrillo de una ciudad primordial cuyo nombre no se recuerda. Cuando el barco entró en puerto, ya al anochecer, los dos faros gemelos Thon y Thal parpadearon una señal del bienvenida, mientras las innumerables ventanas de las terrazas de Baharna comenzaron a atisbar con sus lucecitas modestas, y por encima de éstas, las estrellas se asomaban desde la oscuridad. El puerto, escarpado y trepador, se fue convirtiendo así en una constelación resplandeciente, suspendida entre las estrellas del cielo y los reflejos de esas mismas estrellas en las sosegadas aguas de la dársena. El capitán, después de atracar, invitó a Carter a su propia casa, situada en las orillas del lago de Yath, en la cima donde terminan todas las cuestas del pueblo; y su mujer y la servidumbre sacaron sabrosos y extraños manjares para delectación del viajero. Y en los días que siguieron estuvo Carter indagando en todas las tabernas y lugares públicos donde se reunían los recolectores de lava y los escultores, por si alguno de ellos había oído algún rumor o conocía algún relato sobre el Ngranek; pero no 522
encontró a nadie que hubiera subido a las más elevadas alturas ni que hubiera contemplado el rostro esculpido. El Ngranek era un monte muy difícil, pues no tiene más que un valle maldito a su espalda; por otra parte, no había ninguna certeza de que las descarnadas alimañas de la noche fueran exclusivamente imaginarias. Cuando el capitán zarpó de nuevo para Dylath-Leen, Carter se alojó en una antigua taberna abierta en un callejón escalonado de la parte primitiva del pueblo. Esta taberna, construida de ladrillo, se parecía a las ruinas que había en la orilla más alejada del lago de Yath. En ella trazó sus planes para escalar el Ngranek y revisó todos los datos que le habían proporcionado los recolectores de lava sobre los caminos que mejor conducían allá. El tabernero era un hombre muy viejo y había oído muchas historias, por lo que le fue de gran ayuda. Incluso condujo a Carter a una de las habitaciones superiores de aquella antigua casa, y le mostró un tosco dibujo que un viajero había trazado sobre el yeso de la pared, en los viejos tiempos en que los hombres eran más audaces y no tenían tanto miedo a escalar las cumbres del Ngranek. El bisabuelo del viejo tabernero le había oído contar a su bisabuelo que el viajero que grabó aquel dibujo en la pared había subido al Ngranek y había visto el rostro de piedra, dibujándolo allí para que otros lo pudieran contemplar; pero Carter no se quedó convencido, puesto que aquellos toscos trazos estaban hechos con negligencia y rapidez, y quedaban casi ocultos bajo una multitud de siluetas diminutas del peor gusto, llenas de cuernos, y alas, y garras, y colas enroscadas. Finalmente, habiendo conseguido toda cuanta información podía recogerse de las tabernas y lugares públicos de Baharna, Carter alquiló una cebra, y una mañana temprano tomó el camino que bordea la orilla del lago Yath, internándose después hacia la zona donde se eleva el rocoso Ngranek. A su derecha se elevaban onduladas colinas, se veían apacibles 523
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no había ninguna certeza de que las descarnadas alimañas de la noche<br />
fueran exclusivam<strong>en</strong>te imaginarias.<br />
Cuando el capitán zarpó de nuevo para Dylath-Le<strong>en</strong>, Carter se alojó<br />
<strong>en</strong> una antigua taberna abierta <strong>en</strong> un callejón escalonado de la parte<br />
primitiva del pueblo. Esta taberna, construida de ladrillo, se parecía a las<br />
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planes para escalar el Ngranek y revisó todos los datos que le habían<br />
proporcionado los recolectores de lava sobre los caminos que mejor<br />
conducían allá. El tabernero era un hombre muy viejo y había oído muchas<br />
historias, por lo que le fue de gran ayuda. Incluso condujo a Carter a una de<br />
las habitaciones superiores de aquella antigua casa, y le mostró un tosco<br />
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