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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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cuyas hogueras malignas se habían visto brillar por la noche <strong>en</strong> la lejanía.<br />

Incluso corría el rumor de que t<strong>en</strong>ía contacto con ese gran sacerdote<br />

<strong>en</strong>igmático que cubre su rostro con una máscara de seda amarilla y vive<br />

solitario <strong>en</strong> un prehistórico monasterio de piedra. Era indudable que aquel<br />

individuo había t<strong>en</strong>ido algún <strong>com</strong>ercio con los seres que habitan <strong>en</strong> la<br />

inm<strong>en</strong>sidad fría; pero Carter no tardó <strong>en</strong> <strong>com</strong>probar que era inútil<br />

preguntarle.<br />

Por aquellos días <strong>en</strong>tró <strong>en</strong> puerto la galera negra; pasó el dique de<br />

basalto y el gran faro, sil<strong>en</strong>ciosa y extraña, <strong>en</strong>vuelta <strong>en</strong> una rara pestil<strong>en</strong>cia<br />

que el vi<strong>en</strong>to del sur arrojaba a la ciudad. El malestar invadió las tabernas<br />

que se ext<strong>en</strong>dían a lo largo de los muelles, y al poco tiempo, los sombríos<br />

mercaderes de boca inm<strong>en</strong>sa, turbantes gibosos y pies minúsculos bajaron a<br />

tierra furtivam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> busca de las ti<strong>en</strong>das de los joyeros. Carter los<br />

observó de cerca; y cuanto más los miraba, más desagradables le parecían.<br />

Después vio cómo embarcaban por la pasarela a los fornidos negros de<br />

Parg, que subían gruñ<strong>en</strong>do y sudando, y los metían <strong>en</strong> el interior de aquella<br />

galera singular; y no pudo por m<strong>en</strong>os de preguntarse <strong>en</strong> qué tierra - si es<br />

que llegaban a desembarcar - estarían destinadas a servir aquellas obesas y<br />

conmovedoras criaturas.<br />

Al tercer día de haber llegado la galera, uno de aquellos<br />

desagradables mercaderes se <strong>en</strong>caró con él y, con una sonrisa obsequiosa y<br />

artera, le dijo que había oído <strong>en</strong> la taberna que estaba haci<strong>en</strong>do ciertas<br />

indagaciones. El mercader parecía estar <strong>en</strong>terado de cosas demasiado<br />

secretas para hablarlas <strong>en</strong> público, y, aunque t<strong>en</strong>ía una voz<br />

insoportablem<strong>en</strong>te odiosa, Carter <strong>com</strong>pr<strong>en</strong>dió que no debía desestimar los<br />

conocimi<strong>en</strong>tos de un viajero que v<strong>en</strong>ía de tan lejos. Por eso, le invitó a<br />

subir a una de sus habitaciones privadas, y le ofreció la última porción que<br />

le quedaba del vino lunar de los zoogs para soltarle la l<strong>en</strong>gua. El extraño<br />

mercader bebió copiosam<strong>en</strong>te, pero no por ello dejaba de sonreír<br />

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