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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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incluso capturar a un jov<strong>en</strong> dios de los que viv<strong>en</strong> disfrazados <strong>en</strong>tre los<br />

hombres, casados con hermosas campesinas.<br />

Pero Atal no sabía cómo podía llegar Carter al monte Ngranek, <strong>en</strong><br />

la isla de Oriab, y le aconsejó que siguiera el curso del Skai, cantarino bajo<br />

los pu<strong>en</strong>tes, hasta su desembocadura <strong>en</strong> el Mar Meridional, donde jamás ha<br />

llegado ningún habitante de Ulthar, pero de donde vi<strong>en</strong><strong>en</strong> mercaderes <strong>en</strong><br />

embarcaciones o <strong>en</strong> largas caravanas de mulas y carromatos de pesadas<br />

ruedas. Allí se alza una gran ciudad llamada Dylath-Le<strong>en</strong>, pero ti<strong>en</strong>e mala<br />

reputación <strong>en</strong> Ulthar a causa de los negros trirremes que <strong>en</strong>tran <strong>en</strong> su puerto<br />

cargados de rubíes, v<strong>en</strong>idos de no se sabe qué litorales. Los <strong>com</strong>erciantes<br />

que vi<strong>en</strong><strong>en</strong> <strong>en</strong> esas galeras a tratar con los joyeros son humanos o casi<br />

humanos, pero jamás han sido vistos los galeotes. Y <strong>en</strong> Ulthar no se<br />

considera prud<strong>en</strong>te traficar con estos mercaderes de negros barcos que<br />

vi<strong>en</strong><strong>en</strong> de costas remotas y cuyos remeros jamás sal<strong>en</strong> a la luz.<br />

Después de contar todo esto, Atal se quedó amodorrado. Carter lo<br />

depositó suavem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> su lecho de ébano y le recogió decorosam<strong>en</strong>te su<br />

larga barba sobre el pecho. Al empr<strong>en</strong>der el camino, observó que no le<br />

seguía ningún ruido solapado, y se preguntó por qué razón los zoogs<br />

habrían abandonado su curioso seguimi<strong>en</strong>to. Entonces se dio cu<strong>en</strong>ta de la<br />

<strong>com</strong>plac<strong>en</strong>cia con que los lustrosos gatos de Ulthar se lamían las fauces, y<br />

recordó los gruñidos, maullidos y gemidos lejanos que se habían oído <strong>en</strong> la<br />

parte baja del templo, mi<strong>en</strong>tras él escuchaba absorto la conversación del<br />

viejo sacerdote. Y recordó también con qué hambri<strong>en</strong>ta codicia había<br />

mirado un jov<strong>en</strong> zoog particularm<strong>en</strong>te descarado a un gatito negro que<br />

había <strong>en</strong> la calle. Y <strong>com</strong>o a él nada le gustaba tanto <strong>com</strong>o los gatitos<br />

negros, se detuvo a acariciar a los <strong>en</strong>ormes gatazos de Ulthar que se<br />

relamían, y no se lam<strong>en</strong>tó deque los zoogs hubiera dejado de escoltarle.<br />

Caía la tarde, así que Carter paró <strong>en</strong> una antigua posada que daba a<br />

un empinado callejón, desde donde se dominaba la parte baja del pueblo.<br />

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