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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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antediluvianos, según podía deducirse de ciertos grabados de aquellos<br />

fragm<strong>en</strong>tarios Manuscritos Pnakóticos, cuyo texto es demasiado antiguo<br />

para poderse interpretar; y otra <strong>en</strong> Hatheg-Kla, cuando Barzai el Sabio<br />

quiso pres<strong>en</strong>ciar la danza de los dioses de la tierra a la luz de la luna. Así<br />

pues –dijo Atal-, era mucho mejor dejar tranquilos a todos los dioses y<br />

limitarse a dirigirles plegarias discretas.<br />

Carter aunque decepcionado por los desal<strong>en</strong>tadores consejos de<br />

Atal y la escasa ayuda que le proporcionaron los Manuscritos Pnakóticos y<br />

los Siete Libros Crípticos de Hsan, no perdió toda la esperanza. Primero<br />

preguntó al anciano sacerdote sobre aquella maravillosa ciudad del sol<br />

poni<strong>en</strong>te que veía desde una terraza bordeada de balaustradas, p<strong>en</strong>sando<br />

que quizá pudiera <strong>en</strong>contrarla sin la ayuda de los dioses; pero Atal no pudo<br />

decirle nada. Probablem<strong>en</strong>te - dijo Atal - ese lugar pert<strong>en</strong>ecía al mundo de<br />

sus sueños personales y no al mundo onírico <strong>com</strong>ún, y lo más seguro es que<br />

se hallara <strong>en</strong> otro planeta. En ese caso, los dioses de la tierra no podrían<br />

guiarle ni aunque quisieran. Pero esto tampoco era seguro, ya que la<br />

interrupción de sus sueños por tres veces indicaba que había algo <strong>en</strong> él que<br />

los Grandes Dioses querían ocultarle.<br />

Entonces Carter hizo algo reprobable: ofreció a su bondadoso<br />

anfitrión tantos tragos del vino lunar que le regalaron los zoogs, que el<br />

anciano se volvió irresponsablem<strong>en</strong>te <strong>com</strong>unicativo. Liberado de su natural<br />

reserva, el pobre Atal se puso a charlar con <strong>en</strong>tera libertad de cosas<br />

prohibidas, y le habló de una gran imag<strong>en</strong> que, según contaban los viajeros,<br />

está esculpida <strong>en</strong> la sólida roca del monte Ngranek, situado <strong>en</strong> la isla de<br />

Oriab, allá <strong>en</strong> el Mar Meridional; y le dio a <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der que, posiblem<strong>en</strong>te,<br />

fuera un retrato que los dioses de la tierra habían dejado de su propio<br />

semblante <strong>en</strong> los días que danzaban a la luz de la luna sobre la cima de<br />

aquella montaña. Y añadió hipando que los rasgos de aquella imag<strong>en</strong> son<br />

muy extraños, de manera que podían reconocerse perfectam<strong>en</strong>te y<br />

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