H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com
H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com
adeptos de los Primordiales, que incluían a los Abominables Hombres de las Nieves del Himalaya y de otras regiones montañosas de Asia; los Profundos, que merodeaban en las profundidades del océano, bajo las órdenes de Dagon, para servir al Gran Cthulhu; los Shantaks; el Pueblo Tcho-Tcho; y otros muchos. Según constaba, algunos de ellos habían surgido de aquellos lugares a los cuales los Primordiales fueron desterrados - como Lucifer, que fue desterrado del Paraíso - después de su rebelión contra los Dioses Arquetípicos; eran lugares tales como las distantes estrellas de las Híadas, Kadath la Desconocida, la Meseta de Leng, o incluso la ciudad hundida de R’lyeh. A través de esos textos, dos elementos preocupantes sugerían que mi primo se había tomado todo esto de las mitologías más en serio de lo que yo pensaba. Las repetidas referencias a las Híadas, por ejemplo, me recordaban que Wilbur me había hablado del cristal de la ventana y de que «su origen posiblemente se deba a las Híadas». Y más específicamente como «el cristal de Leng». Es cierto que estas referencias podían ser meras coincidencias, y me tranquilicé por un momento diciéndome a mí mismo que «Leng» podía ser algún comerciante chino en antigüedades, y la palabra «Híadas» podía provenir de una errónea interpretación. Pero esto era un mero pretexto por mi parte, pues todo indicaba que para Wilbur estas mitologías desconocidas habían significado algo más que un entretenimiento temporal. De no haber sido suficiente su colección de libros, sus anotaciones no habrían dejado lugar a dudas. Las anotaciones contenían algo más que misteriosas referencias. Había dibujos toscos pero significativos que me causaron una extraña y desagradable impresión: alucinantes escenas y criaturas extrañas, seres que no hubiese podido imaginar en mis peores sueños. En su mayor parte estas criaturas eran imposibles de describir; eran aladas, semejantes a murciélagos del tamaño de un hombre; vastos y amorfos cuerpos, llenos de 484
tentáculos, que parecían a primera vista pulpos, pero definitivamente más inteligentes que un pulpo; seres con garras, mitad hombres, mitad pájaros; cosas horribles, con cara de batracio, que caminaban erectas, con brazos escamosos y de un color verde claro, como el agua del mar. Había seres humanos más reconocibles, aunque distorsionados; hombres con rasgos orientales, atrofiados y enanos, que vivían en lugares fríos a juzgar por sus ropas, y había una raza nacida de repetidos cruces, con ciertos caracteres de batracios, aunque indiscutiblemente humanos. Nunca pensé que mi primo tuviese tanta imaginación; sabía que tío Henry admitía como ciertas las que no eran sino fantasías de su mente, pero nunca, que yo supiese, había demostrado Wilbur esta misma tendencia; veía ahora que había escamoteado lo esencial de su verdadera naturaleza, y este hallazgo me dejaba atónito. Ciertamente, ningún ser vivo podía haber servido de modelo para estos dibujos, y no había tales ilustraciones en los manuscritos y libros que había dejado. Movido por la curiosidad, busqué más a fondo en sus anotaciones. Finalmente, separé aquellas de sus referencias crípticas que parecían, aunque muy remotamente, encerrar lo que buscaba, y las ordené cronológicamente, cosa fácil, pues estaban fechadas. «15 de octubre,’21. Paisaje más claro. ¿Leng? Parece el suroeste de América. Cuevas llenas de bandadas de murciélagos - como una densa nube - que empiezan a salir justo antes del ocaso, y tapan el sol. Arbustos y árboles torcidos. Un lugar venteado. A lo lejos, hacia la derecha, montañas con nieve en las cimas, a la orilla de la región desértica.» «21 de octubre,’21. Cuatro Shantaks en medio del paisaje. Estatura media mayor que la de un hombre. Peludos. Cuerpo similar al de los murciélagos, con alas que se extienden tres pies sobre la cabeza. Cara picuda, como de buitres. Por lo demás se parecen a un murciélago. Cruzaron el escenario en vuelo. Se pararon a descansar en un risco a mitad 485
- Page 433 and 434: profundidades desconocidas. joe Maz
- Page 435 and 436: que parecía una rata de gran tama
- Page 437 and 438: de limpiar hasta que le llegó a la
- Page 439 and 440: huesos descansaba un gran cuchillo
- Page 441 and 442: ecordar. Hubo una guerra y, tras el
- Page 443 and 444: Con el paso de los años, la suerte
- Page 445 and 446: muchas lenguas y carácteres, pero
- Page 447 and 448: EL SUPERVIVIENTE H. P. Lovecraft &
- Page 449 and 450: figura sepulcral aparecía a la hor
- Page 451 and 452: los ojos. Pero de esto no quiso hab
- Page 453 and 454: como algunos otros reptiles de esta
- Page 455 and 456: especto a la existencia de una señ
- Page 457 and 458: sus patas traseras, lo vistes con r
- Page 459 and 460: En la casa descubrí un retrato. Pe
- Page 461 and 462: cegaba parcialmente. Tan sólo veí
- Page 463 and 464: extrañas anotaciones demostraban c
- Page 465 and 466: sino una simple libreta, porque las
- Page 467 and 468: parentesco con antepasados saurios
- Page 469 and 470: operaciones y otras prácticas tan
- Page 471 and 472: Sentado allí en la oscuridad, me s
- Page 473 and 474: había vuelto tan denso que tuve qu
- Page 475 and 476: siquiera yo tuve plena conciencia d
- Page 477 and 478: algo que me era desconocido. Quizá
- Page 479 and 480: pasado una semana cuando ocurrió u
- Page 481 and 482: II Fue el gato, en realidad, el que
- Page 483: Crípticos de Hsan, De Vermis Myste
- Page 487 and 488: Escalones que descendían al negro
- Page 489 and 490: similitud, que resultaba inquietant
- Page 491 and 492: del halcón así lo indicaba. Todos
- Page 493 and 494: de la tierra sobre su eje. Y de no
- Page 495 and 496: Cuando despertó por tercera vez si
- Page 497 and 498: En las oquedades de ese bosque enma
- Page 499 and 500: frecuente verlos en los picos de la
- Page 501 and 502: pintorescas fachadas, con sus innum
- Page 503 and 504: constituían los signos inequívoco
- Page 505 and 506: Se asomó al balcón de su dormitor
- Page 507 and 508: vigor para que fuese cosa normal; c
- Page 509 and 510: cínicamente. Luego sacó a su vez
- Page 511 and 512: sentaron juntos bajo la tienda y co
- Page 513 and 514: fetidez de la ciudad se hizo aún m
- Page 515 and 516: dejaron solo allí, apenas le queda
- Page 517 and 518: ellos se cernía el aura de esa pro
- Page 519 and 520: las montañas lunares, Nyarlathotep
- Page 521 and 522: fondos de aquel lugar, lo que repug
- Page 523 and 524: encontró a nadie que hubiera subid
- Page 525 and 526: El camino subía ahora cuesta arrib
- Page 527 and 528: desde los tiempos más remotos, aca
- Page 529 and 530: camino continuase sin interrupción
- Page 531 and 532: Tierra la habían modelado, sino qu
- Page 533 and 534: una mano invisible le sustraía fur
t<strong>en</strong>táculos, que parecían a primera vista pulpos, pero definitivam<strong>en</strong>te más<br />
intelig<strong>en</strong>tes que un pulpo; seres con garras, mitad hombres, mitad pájaros;<br />
cosas horribles, con cara de batracio, que caminaban erectas, con brazos<br />
escamosos y de un color verde claro, <strong>com</strong>o el agua del mar. Había seres<br />
humanos más reconocibles, aunque distorsionados; hombres con rasgos<br />
ori<strong>en</strong>tales, atrofiados y <strong>en</strong>anos, que vivían <strong>en</strong> lugares fríos a juzgar por sus<br />
ropas, y había una raza nacida de repetidos cruces, con ciertos caracteres de<br />
batracios, aunque indiscutiblem<strong>en</strong>te humanos. Nunca p<strong>en</strong>sé que mi primo<br />
tuviese tanta imaginación; sabía que tío H<strong>en</strong>ry admitía <strong>com</strong>o ciertas las que<br />
no eran sino fantasías de su m<strong>en</strong>te, pero nunca, que yo supiese, había<br />
demostrado Wilbur esta misma t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia; veía ahora que había<br />
escamoteado lo es<strong>en</strong>cial de su verdadera naturaleza, y este hallazgo me<br />
dejaba atónito.<br />
Ciertam<strong>en</strong>te, ningún ser vivo podía haber servido de modelo para<br />
estos dibujos, y no había tales ilustraciones <strong>en</strong> los manuscritos y libros que<br />
había dejado. Movido por la curiosidad, busqué más a fondo <strong>en</strong> sus<br />
anotaciones. Finalm<strong>en</strong>te, separé aquellas de sus refer<strong>en</strong>cias crípticas que<br />
parecían, aunque muy remotam<strong>en</strong>te, <strong>en</strong>cerrar lo que buscaba, y las ord<strong>en</strong>é<br />
cronológicam<strong>en</strong>te, cosa fácil, pues estaban fechadas.<br />
«15 de octubre,’21. Paisaje más claro. ¿L<strong>en</strong>g? Parece el suroeste de<br />
América. Cuevas ll<strong>en</strong>as de bandadas de murciélagos - <strong>com</strong>o una d<strong>en</strong>sa<br />
nube - que empiezan a salir justo antes del ocaso, y tapan el sol. Arbustos y<br />
árboles torcidos. Un lugar v<strong>en</strong>teado. A lo lejos, hacia la derecha, montañas<br />
con nieve <strong>en</strong> las cimas, a la orilla de la región desértica.»<br />
«21 de octubre,’21. Cuatro Shantaks <strong>en</strong> medio del paisaje. Estatura<br />
media mayor que la de un hombre. Peludos. Cuerpo similar al de los<br />
murciélagos, con alas que se exti<strong>en</strong>d<strong>en</strong> tres pies sobre la cabeza. Cara<br />
picuda, <strong>com</strong>o de buitres. Por lo demás se parec<strong>en</strong> a un murciélago.<br />
Cruzaron el esc<strong>en</strong>ario <strong>en</strong> vuelo. Se pararon a descansar <strong>en</strong> un risco a mitad<br />
485