H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com
H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com
cristal opaco, no pude ver nada. Pero sí me quedé allí escuchando el ruido producido por los arañazos de un gato, tan cerca como si viniese del otro lado del cristal. Bajé corriendo, cogí una potente linterna y salí a la calurosa noche de verano para iluminar la pared en que estaba la ventana. Pero ya había cesado todo ruido, y ya no había nada que ver excepto la pared de la casa y la ventana, tan negra por fuera como blanca y opaca por dentro. Pude haber seguido desconcertado durante el resto de mi vida y muchas veces pienso que indudablemente eso habría sido lo mejor, pero no fue así. Por esta época recibí de una vieja tía un gato, llamado «Little Sam», que se había llevado un premio y que había sido mascota mía hacía cosa de dos años, cuando aún era pequeño. Mi tía había acogido con cierta alarma mis intenciones de vivir solo, y finalmente me había mandado uno de sus gatos para que me hiciese compañía. «Little Sam», ahora, desafiaba su nombre: tendría que haberse llamado «Big Sam». Había engordado mucho desde la última vez que lo vi, y se había convertido en un felino fiero y negro, todo un ejemplar de su especie. «Little Sam» me demostraba con arrumacos su afecto, pero mostraba una gran desconfianza hacia la casa. A veces dormía cómodamente a los pies de la chimenea; en otros momentos parecía un gato poseído: aullaba para que le dejara salir afuera. Y cuando sonaban aquellos extraños sonidos que parecían de animales que pretendían entrar en la casa, «Little Sam» se volvía loco de miedo y de furia, y tenía que dejarle salir de inmediato para que pudiera refugiarse en una vieja dependencia que no había sido afectada por las reformas de mi primo. Allí dentro se pasaba la noche - allí o en el bosque - y no volvía hasta el amanecer, cuando le entraba hambre. A lo que se negaba siempre rotundamente era a entrar en la buhardilla. 480
II Fue el gato, en realidad, el que me impulsó a profundizar en los trabajos de mi primo. Las reacciones de «Little Sam» eran tan anómalas que no me quedó otro remedio que rebuscar entre los revueltos papeles que había dejado mi primo, a ver si encontraba alguna explicación al fenómeno ya habitual de la casa. Casi en seguida me tropecé con una carta sin terminar, en el cajón del escritorio de una habitación de la planta baja; estaba dirigida a mí, y parecía evidente que Wilbur era consciente de su enfermedad, puesto que la carta parecía contener instrucciones en caso de muerte. Pero lo más probable también era que Wilbur ignorase la inminencia de su muerte, pues la carta había sido empezada tan sólo un mes antes de que le sobreviniese aquélla y aguardaba a medio acabar en un cajón, como si mi primo hubiera pensado que le quedaba tiempo de sobra para terminarla. «Querido Fred - había escrito-, los mejores médicos me dicen que me queda poco tiempo de vida, y como ya he dicho en mi testamento que serás mi heredero, quiero añadir a ese documento unas cuantas disposiciones últimas que te ruego recuerdes y lleves a cabo fielmente. Hay en especial tres cosas que debes hacer sin falta, y del modo que te indico: l. Todos los papeles que están en los cajones A, B y C de mi armario deben ser destruidos. 2. Todos los libros de los estantes H, I, J y K han de ser devueltos a la Biblioteca de la Universidad de Miskatonic de Arkham. 3. La ventana redonda que está en el cuarto abuhardillado de arriba tiene que ser rota. No se trata de quitarla simplemente, debe ser hecha añicos. Has de aceptar mi decisión sobre estos tres puntos y si no lo haces puedes ser responsable de enviar un terrible azote sobre el mundo. No 481
- Page 429 and 430: Y, entonces, su febril y anormal se
- Page 431 and 432: cómo afectaría la vista del objet
- Page 433 and 434: profundidades desconocidas. joe Maz
- Page 435 and 436: que parecía una rata de gran tama
- Page 437 and 438: de limpiar hasta que le llegó a la
- Page 439 and 440: huesos descansaba un gran cuchillo
- Page 441 and 442: ecordar. Hubo una guerra y, tras el
- Page 443 and 444: Con el paso de los años, la suerte
- Page 445 and 446: muchas lenguas y carácteres, pero
- Page 447 and 448: EL SUPERVIVIENTE H. P. Lovecraft &
- Page 449 and 450: figura sepulcral aparecía a la hor
- Page 451 and 452: los ojos. Pero de esto no quiso hab
- Page 453 and 454: como algunos otros reptiles de esta
- Page 455 and 456: especto a la existencia de una señ
- Page 457 and 458: sus patas traseras, lo vistes con r
- Page 459 and 460: En la casa descubrí un retrato. Pe
- Page 461 and 462: cegaba parcialmente. Tan sólo veí
- Page 463 and 464: extrañas anotaciones demostraban c
- Page 465 and 466: sino una simple libreta, porque las
- Page 467 and 468: parentesco con antepasados saurios
- Page 469 and 470: operaciones y otras prácticas tan
- Page 471 and 472: Sentado allí en la oscuridad, me s
- Page 473 and 474: había vuelto tan denso que tuve qu
- Page 475 and 476: siquiera yo tuve plena conciencia d
- Page 477 and 478: algo que me era desconocido. Quizá
- Page 479: pasado una semana cuando ocurrió u
- Page 483 and 484: Crípticos de Hsan, De Vermis Myste
- Page 485 and 486: tentáculos, que parecían a primer
- Page 487 and 488: Escalones que descendían al negro
- Page 489 and 490: similitud, que resultaba inquietant
- Page 491 and 492: del halcón así lo indicaba. Todos
- Page 493 and 494: de la tierra sobre su eje. Y de no
- Page 495 and 496: Cuando despertó por tercera vez si
- Page 497 and 498: En las oquedades de ese bosque enma
- Page 499 and 500: frecuente verlos en los picos de la
- Page 501 and 502: pintorescas fachadas, con sus innum
- Page 503 and 504: constituían los signos inequívoco
- Page 505 and 506: Se asomó al balcón de su dormitor
- Page 507 and 508: vigor para que fuese cosa normal; c
- Page 509 and 510: cínicamente. Luego sacó a su vez
- Page 511 and 512: sentaron juntos bajo la tienda y co
- Page 513 and 514: fetidez de la ciudad se hizo aún m
- Page 515 and 516: dejaron solo allí, apenas le queda
- Page 517 and 518: ellos se cernía el aura de esa pro
- Page 519 and 520: las montañas lunares, Nyarlathotep
- Page 521 and 522: fondos de aquel lugar, lo que repug
- Page 523 and 524: encontró a nadie que hubiera subid
- Page 525 and 526: El camino subía ahora cuesta arrib
- Page 527 and 528: desde los tiempos más remotos, aca
- Page 529 and 530: camino continuase sin interrupción
cristal opaco, no pude ver nada. Pero sí me quedé allí escuchando el ruido<br />
producido por los arañazos de un gato, tan cerca <strong>com</strong>o si viniese del otro<br />
lado del cristal.<br />
Bajé corri<strong>en</strong>do, cogí una pot<strong>en</strong>te linterna y salí a la calurosa noche<br />
de verano para iluminar la pared <strong>en</strong> que estaba la v<strong>en</strong>tana. Pero ya había<br />
cesado todo ruido, y ya no había nada que ver excepto la pared de la casa y<br />
la v<strong>en</strong>tana, tan negra por fuera <strong>com</strong>o blanca y opaca por d<strong>en</strong>tro. Pude haber<br />
seguido desconcertado durante el resto de mi vida y muchas veces pi<strong>en</strong>so<br />
que indudablem<strong>en</strong>te eso habría sido lo mejor, pero no fue así.<br />
Por esta época recibí de una vieja tía un gato, llamado «Little Sam»,<br />
que se había llevado un premio y que había sido mascota mía hacía cosa de<br />
dos años, cuando aún era pequeño. Mi tía había acogido con cierta alarma<br />
mis int<strong>en</strong>ciones de vivir solo, y finalm<strong>en</strong>te me había mandado uno de sus<br />
gatos para que me hiciese <strong>com</strong>pañía. «Little Sam», ahora, desafiaba su<br />
nombre: t<strong>en</strong>dría que haberse llamado «Big Sam». Había <strong>en</strong>gordado mucho<br />
desde la última vez que lo vi, y se había convertido <strong>en</strong> un felino fiero y<br />
negro, todo un ejemplar de su especie. «Little Sam» me demostraba con<br />
arrumacos su afecto, pero mostraba una gran desconfianza hacia la casa. A<br />
veces dormía cómodam<strong>en</strong>te a los pies de la chim<strong>en</strong>ea; <strong>en</strong> otros mom<strong>en</strong>tos<br />
parecía un gato poseído: aullaba para que le dejara salir afuera. Y cuando<br />
sonaban aquellos extraños sonidos que parecían de animales que pret<strong>en</strong>dían<br />
<strong>en</strong>trar <strong>en</strong> la casa, «Little Sam» se volvía loco de miedo y de furia, y t<strong>en</strong>ía<br />
que dejarle salir de inmediato para que pudiera refugiarse <strong>en</strong> una vieja<br />
dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia que no había sido afectada por las reformas de mi primo. Allí<br />
d<strong>en</strong>tro se pasaba la noche - allí o <strong>en</strong> el bosque - y no volvía hasta el<br />
amanecer, cuando le <strong>en</strong>traba hambre. A lo que se negaba siempre<br />
rotundam<strong>en</strong>te era a <strong>en</strong>trar <strong>en</strong> la buhardilla.<br />
480