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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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confusa carrera <strong>en</strong> persecución. Era evid<strong>en</strong>te que le había herido, porque<br />

había manchado el suelo de sangre, desde la mesa del estudio hasta la<br />

v<strong>en</strong>tana por la que había saltado, atravesando y rompi<strong>en</strong>do el cristal. Salí<br />

afuera y, a la luz de mi linterna, seguí las huellas sangri<strong>en</strong>tas. Aunque no<br />

hubiera estado desangrándose, el fuerte olor que despedía y que se percibía<br />

<strong>en</strong> el aire de la noche me habría permitido seguirle.<br />

Me llevó por el jardín, no muy lejos de la casa, directam<strong>en</strong>te al<br />

borde del pozo que estaba detrás de ella. Desde allí, las huellas seguían<br />

hacia el interior del pozo. A la luz de la linterna, vi <strong>en</strong>tonces, y por primera<br />

vez, los escalones, hábilm<strong>en</strong>te construidos, que bajaban al oscuro interior.<br />

Era tan grande la pérdida de sangre que <strong>en</strong>charcaba el borde del pozo, que<br />

estaba seguro de haber herido mortalm<strong>en</strong>te al intruso. La confianza de que<br />

así había sido me impulsó a seguirle más ad<strong>en</strong>tro, a pesar del emin<strong>en</strong>te<br />

peligro.<br />

¡Ojalá hubiese dado media vuelta y me hubiese alejado de aquel<br />

maldito lugar! Pero seguí adelante y bajé por las escaleras situadas contra<br />

la pared del pozo, que no conducían a la superficie del agua, sino a un<br />

agujero, el cual <strong>com</strong>unicaba con un túnel que atravesaba el muro del pozo y<br />

se ad<strong>en</strong>traba profundam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el jardín. Movido ahora por un ardi<strong>en</strong>te<br />

deseo de conocer la id<strong>en</strong>tidad de mi víctima, me introduje <strong>en</strong> el túnel, sin<br />

ap<strong>en</strong>as darme cu<strong>en</strong>ta de la húmeda tierra que manchaba mi ropa. Con la<br />

linterna alumbraba hacia delante, y t<strong>en</strong>ía mi arma preparada. Más allá había<br />

una especie de caverna - lo sufici<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te grande <strong>com</strong>o para que cupiera<br />

un hombre arrodillado - y, <strong>en</strong> medio de la luz emitida por mi linterna,<br />

apareció un ataúd. Al verlo dudé un instante, pues me di cu<strong>en</strong>ta que la<br />

desviación del túnel conducía a la tumba del doctor Charriere.<br />

Pero había llegado demasiado lejos para poder retroceder.<br />

El hedor <strong>en</strong> este espacio era indescriptible. La atmósfera del túnel<br />

<strong>en</strong>tero estaba impregnada de ese nauseabundo olor a reptil, pero ahora se<br />

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