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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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muchas l<strong>en</strong>guas y carácteres, pero todos portando m<strong>en</strong>sajes de crim<strong>en</strong> y<br />

rebelión. En tales impresos se instaba a la g<strong>en</strong>te a destruir las leyes y<br />

virtudes que nuestros padres habían <strong>en</strong>altecido, a pisotear el alma de la<br />

vieja América... el alma que nos fuera legada tras mil<strong>en</strong>io y medio de<br />

libertad, justicia y moderación anglosajona. Se decía que los hombres<br />

mor<strong>en</strong>os que habitaban la Calle y que se reunían <strong>en</strong> sus podridas<br />

edificaciones eran los cerebros de una espantosa revolución, que a su ord<strong>en</strong><br />

muchos millones de bestias descerebradas y embrutecidas sacarían sus<br />

garras de las chabolas de un millar de ciudades y se desparramarían<br />

quemando, matando y destrozando hasta aniquilar la tierra de nuestros<br />

padres. Y se rumoreaba y repetía, y muchos esperaban atemorizados la<br />

llegada del 4 de julio, acerca del cual los escritos insinuaban mucho; pero<br />

no pudo descubrirse nada que señalara a los culpables. Nadie podía decir<br />

qué arrestos cortarían de raíz el abominable <strong>com</strong>plot. Grupos de policías<br />

llegaron muchas veces a buscar <strong>en</strong>tre las tambaleantes casas, pero al final<br />

dejaron de ir, ya que ellos también se cansaron de la ley y el ord<strong>en</strong>, y<br />

abandonaron la ciudad a su suerte. Llegaron los hombres de caqui con<br />

fusiles, hasta parecer que, <strong>en</strong> sus tristes sueños, la Calle había t<strong>en</strong>ido uno<br />

que recordara aquellos otros días, cuando hombres de mosquetes y<br />

sombrero cónicos iban del arroyo del bosque al racimo de casas <strong>en</strong> la playa.<br />

Sin embargo, nada podían hacer para parar el inmin<strong>en</strong>te cataclismo, ya que<br />

aquellos hombres mor<strong>en</strong>os y siniestros eran avezados <strong>en</strong> astucias.<br />

Así que la calle dormía intranquila, hasta que una noche se<br />

reunieron <strong>en</strong> la panadería de Petrovitch y <strong>en</strong> la Escuela Rifkin de Economía<br />

Moderna y <strong>en</strong> el Club Círculo Social y <strong>en</strong> el Café Libertad, y <strong>en</strong> otros sitios<br />

de igual calaña, grandes hordas de hombres con los ojos desorbitados por<br />

un triunfo y una expectación horribles. Los m<strong>en</strong>sajes iban por ocultos hilos<br />

y se habló mucho de m<strong>en</strong>sajes aún más extraños que también debieron<br />

circular; pero de casi todo eso no se supo hasta después, cuando la tierra<br />

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