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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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Una vez se fueron casi todos lo jóv<strong>en</strong>es y algunos no regresaron. Fue<br />

cuando arriaron la vieja bandera y colocaron <strong>en</strong> su lugar otra de estrellas y<br />

barras. Pero aunque los hombres hablaban de grandes cambios, la Calle no<br />

los notó, ya que sus g<strong>en</strong>tes seguían si<strong>en</strong>do las mismas, hablando de las<br />

cosas de siempre con la vieja y familiar <strong>en</strong>tonación. Y los árboles aún<br />

albergaban pájaros cantores, y, al caer la tarde, la luna y las estrellas<br />

contemplaban flores ll<strong>en</strong>as de rocío <strong>en</strong> las rosaledas valladas.<br />

Con el tiempo pasaron las espadas, los sombreros de tres picos y las<br />

pelucas. ¡Cuán extraños resultaban los vecinos con sus bastones de paseo,<br />

altas castorinas y cabellos al descubierto! Nuevos sonidos brotaban <strong>en</strong> la<br />

distancia... primero un extraño resoplar y gritar y retumbar <strong>en</strong> el río, <strong>com</strong>o<br />

a una milla; luego, muchos años después, otro extraño resoplar y gritar y<br />

retumbar <strong>en</strong> dirección contraria. El aire no era tan límpido <strong>com</strong>o antaño,<br />

pero el espíritu del lugar no había cambiado. La sangre y el espíritu de la<br />

g<strong>en</strong>te era la sangre y el espíritu de aquellos antepasados que edificaran la<br />

Calle. Ni siquiera varió el espíritu cuando abrieron la tierra para alojar<br />

extraños tubos o cuando colocaron altos postes que sust<strong>en</strong>taban curiosos<br />

cables. Había mucha sabiduría antigua <strong>en</strong> esa Calle, y el pasado no podía<br />

olvidarse con facilidad.<br />

Entonces llegaron días de maldad, cuando muchos de los que<br />

conocieran de antiguo la Calle ya no la conocieron, y muchos que no la<br />

habían conocido antes dieron con ella. Y esos recién llegados no eran <strong>com</strong>o<br />

los que se fueron, ya que sus ac<strong>en</strong>tos eran estrid<strong>en</strong>tes y groseros, y sus<br />

apari<strong>en</strong>cias y rostros desagradables. Su forma de p<strong>en</strong>sar, también, chocaba<br />

con el espíritu justo y sabio de la Calle, por lo que ésta sufría <strong>en</strong> sil<strong>en</strong>cio<br />

mi<strong>en</strong>tras sus casas se sumían <strong>en</strong> la decad<strong>en</strong>cia y sus árboles morían uno tras<br />

otro, y sus rosaledas eran devoradas por la maleza y la basura. Pero sintió<br />

un ramalazo de orgullo el día <strong>en</strong> que de nuevo partieron los jóv<strong>en</strong>es,<br />

algunos para no regresar. Esos jóv<strong>en</strong>es vestían de azul.<br />

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