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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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emoto de la historia de la Tierra.<br />

Resultaba imposible conjeturar si algui<strong>en</strong> había int<strong>en</strong>tado<br />

conseguirlo. Las ley<strong>en</strong>das son vagas y ambiguas, y <strong>en</strong> épocas históricas<br />

todas las t<strong>en</strong>tativas de cruzar espacios prohibidos parec<strong>en</strong> estar mezcladas a<br />

extrañas y terribles alianzas con seres y m<strong>en</strong>sajeros del exterior. Existía la<br />

figura inmemorial del delegado o m<strong>en</strong>sajero de poderes ocultos y terribles,<br />

el «Hombre Negro» de los aquelarres y el «Niarlathotep» del<br />

Necronomicón. Existía también el desconcertante problema de los<br />

m<strong>en</strong>sajeros inferiores o intermediarios, esos seres semianimales y extraños<br />

híbridos que la ley<strong>en</strong>da nos pres<strong>en</strong>ta <strong>com</strong>o familiares de las hechiceras.<br />

Cuando Gilman y Elwood se fueron a acostar, demasiado cansados para<br />

continuar hablando, oyeron a Joe Mazurewicz <strong>en</strong>trar tambaleándose <strong>en</strong> la<br />

casa, medio borracho, y se estremecieron al oír los tonos angustiados de sus<br />

plegarias.<br />

Aquella noche Gilman volvió a ver la luz violeta. Oyó <strong>en</strong> sueños<br />

rascar y mordisquear al otro lado de la pared, y le pareció que algui<strong>en</strong><br />

trataba torpem<strong>en</strong>te de abrir la puerta. Y <strong>en</strong>tonces vio a la bruja y al pequeño<br />

ser peludo avanzando hacia él por la alfombra. El rostro de la hechicera<br />

estaba iluminado por una inhumana exultación y el pequeño monstruo de<br />

colmillos amarill<strong>en</strong>tos dejaba oír su apagada risita burlona mi<strong>en</strong>tras<br />

señalaba la forma de Elwood, profundam<strong>en</strong>te dormido <strong>en</strong> el diván del<br />

extremo opuesto de la habitación. El temor le paralizó y le impidió gritar.<br />

Como <strong>en</strong> otra ocasión, la horr<strong>en</strong>da bruja agarró a Gilman por los hombros,<br />

lo sacó de la cama de un tirón y lo dejó flotando. De nuevo, una infinidad<br />

de abismos rugi<strong>en</strong>tes pasaron ante él <strong>com</strong>o un rayo, pero al cabo de unos<br />

instantes le pareció <strong>en</strong>contrarse <strong>en</strong> un callejón oscuro, fangoso,<br />

desconocido y hediondo con paredes de casas viejas y medio podridas<br />

alzándose <strong>en</strong> torno suyo por todos lados.<br />

Delante de él estaba el hombre negro de flotantes vestiduras que<br />

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