H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com
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físicamente, sin detenerse para desnudarse. Desde el hermético desván le llegó el apagado rumor de uñas y pasos de patas, diminutas, pero se encontraba demasiado cansado para preocuparse por ello. Aquella misteriosa atracción hacia el norte comenzaba de nuevo a ser fuerte, aunque ahora parecía proceder de un lugar del cielo mucho más cercano. A la cegadora luz violeta del sueño, la vieja y el pequeño ser peludo de afilados colmillos se presentaron de nuevo, con mayor claridad que en ninguna ocasión anterior. Esta vez llegaron hasta él, y Gilman sintió que las secas garras de la bruja le agarraban. Sintió también que le sacaban violentamente de la cama y le conducían al vacío espacio, y durante un momento oyó los rítmicos rugidos y vio el amorfo crepúsculo de los abismos difusos que hervían a su alrededor. Pero el momento fue fugaz, pues inmediatamente se encontró en un pequeño y descuidado recinto limitado por vigas y tablones sin cepillar que se elevaban para juntarse en ángulo por encima de él y formaban un curioso declive bajo sus pies. En el suelo había cajones achatados colmados de libros muy antiguos en diversos estados de conservación, y en el centro había una mesa y un banco, al parecer sujetos al suelo. Encima de los cajones había una serie de pequeños objetos de forma y uso desconocidos, y a la brillante luz violeta Gilman creyó ver un duplicado de la erizada figura que tanto le había intrigado. A la izquierda, el suelo bajaba bruscamente dejando un hueco negro y triangular del cual surgió, tras un segundo de secos ruidos, el odioso ser peludo de amarillentos colmillos y barbado rostro humano. La bruja, con una horrible mueca, todavía le tenía agarrado, y al otro lado de la mesa estaba en pie una figura que Gilman no había visto nunca, un hombre alto y enjuto de piel negrísima, aunque sin el menor rasgo negroide en sus facciones, completamente desprovisto de pelo o barba, y que COMO única indumentaria llevaba una túnica informe de pesada tela negra. No se le veían los pies a causa de la mesa y el banco, 414
pero debía de ir calzado, pues cuando se movía se oía ruido como de zapatos. No hablaba, ni había expresión alguna en su rostro. Unicamente señaló un libro de prodigioso tamaño que esttaba abierto sobre la mesa en tanto que la bruja le ponía a Gilman en la mano derecha una inmensa pluma de ave color gris. Se respiraba un clima de miedo aterrador, y se llegó a la culminación cuando el ser peludo trepó hasta el hombro de Gilrnan agarrándose a sus ropas, descendió por su brazo izquierdo y finalmente le hundió los colmillos en la muñeca justo por debajo del puño de la camisa. Cuando brotó la sangre, Gilman se desmayó. Se despertó el día 22 con la muñeca izquierda dolorida y vio que el puño de la camisa estaba manchado de sangre seca. Sus recuerdos eran muy confusos, pero la escena del hombre negro en el espacio desconocido permanecía muy clara en su memoria. Supuso que las ratas le habían mordido mientras dormía, provocando el desenlace del terrible sueño. Abrió la puerta y vio que la harina que había esparcido sobre el suelo del pasillo estaba intacta, exceptuando las enormes pisadas del hombre que se hospedaba en el otro extremo de la buhardilla. De modo que esta vez no había andado en sueños. Pero algo tenía que hacer para acabar con las ratas. Hablaría con el dueño. Una vez más trató de tapar el agujero de la parte baja de la pared inclinada metiendo a presión una vela que parecía tener el tamaño indicado. Le zumbaban los oídos terriblemente, como con el eco de algún espantoso ruido percibido en sueños. Mientras se bañaba y mudaba de ropa, trató de recordar qué había soñado después de la escena que vio en el espacio iluminado de violeta, pero en su mente no cristalizó nada concreto. La escena debía haber correspondido al desván clausurado de arriba, que tan violentamente había comenzado a obsesionarle, pero las impresiones posteriores eran débiles y confusas. Percibió señales de vagos abismos envueltos en una luz crepuscular, y de otros aún más vastos y oscuros que quedaban más allá, 415
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ahora parecía proceder de un lugar del cielo mucho más cercano.<br />
A la cegadora luz violeta del sueño, la vieja y el pequeño ser peludo<br />
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ninguna ocasión anterior. Esta vez llegaron hasta él, y Gilman sintió que las<br />
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suelo había cajones achatados colmados de libros muy antiguos <strong>en</strong> diversos<br />
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objetos de forma y uso desconocidos, y a la brillante luz violeta Gilman<br />
creyó ver un duplicado de la erizada figura que tanto le había intrigado. A<br />
la izquierda, el suelo bajaba bruscam<strong>en</strong>te dejando un hueco negro y<br />
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peludo de amarill<strong>en</strong>tos colmillos y barbado rostro humano.<br />
La bruja, con una horrible mueca, todavía le t<strong>en</strong>ía agarrado, y al<br />
otro lado de la mesa estaba <strong>en</strong> pie una figura que Gilman no había visto<br />
nunca, un hombre alto y <strong>en</strong>juto de piel negrísima, aunque sin el m<strong>en</strong>or<br />
rasgo negroide <strong>en</strong> sus facciones, <strong>com</strong>pletam<strong>en</strong>te desprovisto de pelo o<br />
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