H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com
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al silencio por miembros de los clanes Marsh y Martin, que, según se decía, estaban emparentados con algunos habitantes del mar. La barca Harper no volvió a salir a la mar, el viejo no tenía ya que ganarse la vida, ni los hombres que habían formado su tripulación. Transcurrió mucho tiempo hasta que, un día, un hombre joven; que había pasado su niñez en Innsmouth y se acordaba de Enoch Conger, regreso al puerto de esta ciudad y contó cómo él, en compañía de su hijo pequeño, habían salido a remar a la luz de la luna. Ya habían pasado el Cabo del Halcón cuando, de repente, justo detrás de su barca y tan cerca que hubiesen podido tocarle con un remo, surgió el torso desnudo de un hombre entre las olas. Se mantenía en el agua tal como si otros, a quienes no podían ver, le estuvieran sosteniendo por debajo. Su cara, el rostro de Enoch Conger, se volvía hacia el Cabo del Halcón y parecía mirar con nostalgia la casa que seguía allí en ruinas. El agua chorreaba de su largo pelo, de su barba, y resbalaba sobre su cuerpo oscuro; su piel, debajo de las orejas, tenía como dos grandes agallas. Y luego, tan extraña y repentinamente como había surgido, desapareció, sumergiéndose en el mar. A lo largo de la costa de Massachusetts, cerca de Innsmouth, se rumorean muchas cosas acerca de Enoch Conger, y otras se insinúan en voz baja... LOS SUEÑOS DE LA CASA DE LA BRUJA H. P. Lovecraft Walter Gilman no sabía si fueron los sueños los que provocaron la 390
fiebre, o si fue la fiebre la causa de los sueños. Detrás de todo se agazapaba el horror lacerante y mohoso de la antigua ciudad y de la execrable buhardilla donde escribía, estudiaba y luchaba con cifras y fórmulas cuando no estaba dando vueltas en la mezquina cama de hierro. Sus oídos se estaban sensibilizando de manera poco natural e intolerable, y ya hacía tiempo que había parado el reloj barato de la repisa de la chimenea, cuyo tictac había llegado a parecerle como un tronar de artillería. Por la noche, los rumores de la ciudad oscurecida, el siniestro corretear de las ratas en los endebles tabiques y el crujir de las ocultas tablas en la centenaria casa bastaban para darle la sensación de barahúnda. La oscuridad siempre estaba llena de inexplicables ruidos, y no obstante Gilman se estremecía a veces temiendo que aquellos sonidos se apagaran y le permitieran oír otros rumores más leves que acechaban detrás de ellos. Se encontraba en la inmutable ciudad de Arkham, llena de leyendas, de apiñados tejados a la holandesa que se tambaleaban sobre desvanes donde las brujas se ocultaron de los hombres del Rey en los oscuros tiempos coloniales. Y en toda la ciudad no había lugar más empapado en recuerdos macabros que el desván que albergaba a Gilman, pues precisamente en esta casa y en este cuarto se había ocultado Keziah Mason, cuya fuga de la cárcel de Salem continuaba siendo inexplicable. Aquello ocurrió en 1692: el carcelero había enloquecido y desvariaba acerca de algo peludo, pequeño y de blancos colmillos que había salido corriendo de la celda de Keziah, y ni siquiera Cotton Mather pudo explicar las curvas y ángulos dibujados sobre las grises paredes de piedra con algún líquido rojo y pegajoso. Posiblemente Gilman no debiera haber estudiado tanto. El cálculo no euclidiano y la física cuántica bastan para violentar cualquier cerebro, y cuando se los mezcla con tradiciones folklóricas y se intenta rastrear un extraño fondo de realidad multidimensional detrás de las sugerencias 391
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buhardilla donde escribía, estudiaba y luchaba con cifras y fórmulas cuando<br />
no estaba dando vueltas <strong>en</strong> la mezquina cama de hierro. Sus oídos se<br />
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tictac había llegado a parecerle <strong>com</strong>o un tronar de artillería. Por la noche,<br />
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rumores más leves que acechaban detrás de ellos.<br />
Se <strong>en</strong>contraba <strong>en</strong> la inmutable ciudad de Arkham, ll<strong>en</strong>a de ley<strong>en</strong>das,<br />
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recuerdos macabros que el desván que albergaba a Gilman, pues<br />
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cuya fuga de la cárcel de Salem continuaba si<strong>en</strong>do inexplicable. Aquello<br />
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no euclidiano y la física cuántica bastan para viol<strong>en</strong>tar cualquier cerebro, y<br />
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