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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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<strong>en</strong>tró <strong>en</strong> una de las tabernas donde solía ir, se s<strong>en</strong>tó <strong>en</strong> una silla, solo, y se<br />

puso a tomar una cerveza. Algunos curiosos que estaban acostumbrados a<br />

verle se acercaron a su mesa para beber con él, hasta que bajo los efectos<br />

del alcohol empezó a balbucear. Pero hablaba <strong>com</strong>o si lo hiciese para sí<br />

mismo, y sus ojos no parecían ver a nadie.<br />

Decía que había visto algo maravilloso esa noche. Había sacado su<br />

barca hasta el Arrecife del Diablo, situado a más de una milla de<br />

Innsmouth, y allí había echado su red. Sí, había sacado muchos peces; pero<br />

<strong>en</strong> su red había algo más; algo que era una mujer y que, sin embargo, no lo<br />

era; algo que le hablaba <strong>com</strong>o un ser humano, pero con el tono gutural de<br />

una rana y con el a<strong>com</strong>pañami<strong>en</strong>to de una música aflautada <strong>com</strong>o la que,<br />

<strong>en</strong> los meses de primavera, se oye <strong>en</strong> los pantanos; algo que t<strong>en</strong>ía una gran<br />

incisión, profunda y ancha, <strong>en</strong> lugar de una boca, pero una infinita dulzura<br />

<strong>en</strong> sus ojos; algo que llevaba, bajo el pelo largo que caía de su cabeza,<br />

h<strong>en</strong>diduras <strong>com</strong>o agallas; algo que le rogaba y le suplicaba para que le<br />

dejara volver a los fondos del mar; algo que le prometió, a cambio, su<br />

propia vida si alguna vez la necesitaba.<br />

- Una sir<strong>en</strong>a - dijo uno con una risotada.<br />

- No era una sir<strong>en</strong>a - dijo Enoch Conger-, porque t<strong>en</strong>ía piernas,<br />

aunque los dedos de sus pies eran <strong>com</strong>o los de los palmípedos, y t<strong>en</strong>ía<br />

manos, aunque los dedos de sus manos eran <strong>com</strong>o los de sus pies, y la piel<br />

de su cara era <strong>com</strong>o la mía, aunque su cuerpo t<strong>en</strong>ía el color del mar.<br />

Se rieron de él, pero él no les escuchó. Sólo uno de ellos no se rió,<br />

porque había oído a los viejos hombres y mujeres de Innsmouth contar<br />

unas historias muy extrañas, que se remontaban a los tiempos de los barcos<br />

clíper y del <strong>com</strong>ercio con las Indias Ori<strong>en</strong>tales. Según esos ancianos, <strong>en</strong><br />

aquellos tiempos se habían celebrado algunas bodas <strong>en</strong>tre hombres de<br />

Innsmouth y mujeres de las islas del Pacífico Sur; hablaban luego de<br />

extraños acontecimi<strong>en</strong>tos ocurridos <strong>en</strong> el mar, cerca de Innsmouth. Ese<br />

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