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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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con los prismáticos, de modo que una vez más, imaginó que la Federal Hill<br />

que él contemplaba desde sus v<strong>en</strong>tanas era un mundo de <strong>en</strong>sueño <strong>en</strong> el que<br />

jamás <strong>en</strong>trarían los seres humanos de esta vida.<br />

De cuando <strong>en</strong> cuando, descubría la fachada derruida de alguna<br />

iglesia o algún desmoronado chapitel, pero nunca la <strong>en</strong>negrecida mole que<br />

buscaba. Al preguntarle a un t<strong>en</strong>dero por la gran iglesia de piedra, el<br />

hombre sonrió y negó con la cabeza, a pesar de que hablaba correctam<strong>en</strong>te<br />

inglés. A medida que Blake se internaba <strong>en</strong> el laberinto de callejones<br />

sombríos y am<strong>en</strong>azadores, el paraje le resultaba más y más extraño. Cruzó<br />

dos o tres av<strong>en</strong>idas, y una de las veces le pareció vislumbrar una torre<br />

conocida. De nuevo preguntó a un <strong>com</strong>erciante por la iglesia de piedra, y<br />

esta vez habría jurado que fingía su ignorancia, porque su rostro mor<strong>en</strong>o<br />

reflejó un temor que trató <strong>en</strong> vano de ocultar. Al despedirse, Blake le<br />

sorpr<strong>en</strong>dió haci<strong>en</strong>do un signo extraño con la mano derecha.<br />

Poco después vio súbitam<strong>en</strong>te, a su izquierda una aguja negra que<br />

destacaba sobre el cielo nuboso, por <strong>en</strong>cima de las filas de oscuros tejados.<br />

Blake lo reconoció inmediatam<strong>en</strong>te y se ad<strong>en</strong>tró por sórdidas callejuelas<br />

que subían desde la av<strong>en</strong>ida. Dos veces se perdió, pero, por alguna razón,<br />

no se atrevió a preguntarles a los v<strong>en</strong>erables ancianos y obesas matronas<br />

que charlaban s<strong>en</strong>tados <strong>en</strong> los portales de sus casas, ni a los chiquillos que<br />

alborotaban jugando <strong>en</strong> el barro de los oscuros callejones.<br />

Por último, descubrió la torre junto a una inm<strong>en</strong>sa mole de piedra<br />

que se alzaba al final de la calle. El se <strong>en</strong>contraba <strong>en</strong> ese mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> una<br />

plaza empedrada de forma singular, <strong>en</strong> cuyo extremo se alzaba una <strong>en</strong>orme<br />

plataforma rematada por un muro de piedra y rodeada por una barandilla de<br />

hierro. Allí finalizó su búsqueda, porque <strong>en</strong> el c<strong>en</strong>tro de la plataforma, <strong>en</strong><br />

aquel pequeño mundo elevado sobre el nivel de las calles adyac<strong>en</strong>tes, se<br />

erguía, rodeada de yerbajos y zarzas, una masa titánica y lúgubre sobre<br />

cuya id<strong>en</strong>tidad, aun viéndola de cerca, no podía equivocarse.<br />

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