H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com
H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com
saludables y normales de mi propia edad. Me tildaban de aguafiestas y "vieja" porque no me interesaban los rudos juegos infantiles que ellos practicaban, o porque no poseía el suficiente vigor para participar en ellos, de haberlo deseado. Como todas las poblaciones rurales, Fenham tenía su cupo de chismosos de lengua venenosa. Sus imaginaciones maledicentes achacaban mi temperamento letárgico a alguna anormalidad aborrecible; me comparaban con mis padres agitando la cabeza con ominosa duda en vista de la gran diferencia. Algunos de los más supersticiosos me señalaban abiertamente como un niño cambiado por otro, mientras que otros, que sabían algo sobre mis antepasados, llamaban la atención sobre rumores difusos y misteriosos acerca de un tataratío que había sido quemado en la hoguera por nigromante. De haber vivido en una ciudad más grande, con mayores oportunidades para encontrar amistades, quizás hubiera superado esta temprana tendencia al aislamiento. Cuando llegué a la adolescencia, me torné aún más sombrío, morboso y apático. Mi vida carecía de alicientes. Me parecía ser preso de algo que ofuscaba mis sentidos, trababa mi desarrollo, entorpecía mis actividades y me sumía en una inexplicable insatisfacción. Tenía dieciséis años cuando acudí a mi primer funeral. Un sepelio en Fenham era un suceso de primer orden social, ya que nuestra ciudad era señalada por la longevidad de sus habitantes. Cuando, además, el funeral era el de un personaje tan conocido como el de mi abuelo, podía asegurarse que el pueblo entero acudiría en masa para rendir el debido homenaje a su memoria. Pero yo no contemplaba la próxima ceremonia con interés ni siquiera latente. Cualquier asunto que tendiera a arrancarme de mi inercia habitual sólo representaba para mí una promesa de inquietudes físicas y mentales. Cediendo ante las presiones de mis padres, y tratando de 328
hurtarme a sus cáusticas condenas sobre mi actitud poco filial, convine en acompañarles. No hubo nada fuera de lo normal en el funeral de mi abuelo salvo la voluminosa colección de ofrendas florales; pero esto, recuerdo, fue mi iniciación en los solemnes ritos de tales ocasiones. Algo en la estancia oscurecida, el ovalado ataúd con sus sombrías colgaduras, los apiñados montones de fragantes ramilletes, las demostraciones de dolor por parte de los ciudadanos congregados, me arrancó de mi normal apatía captando mi atención. Saliendo de mi momentáneo ensueño merced a un codazo de mi madre, la seguí por la estancia hasta el féretro donde yacía el cuerpo de mi abuelo. Por primera vez, estaba cara a cara con la Muerte. Observé el rostro sosegado y surcado por infinidad de arrugas, y no vi nada que causara demasiado pesar. Al contrario, me pareció que el abuelo estaba inmensamente contento, plácidamente satisfecho. Me sentí sacudido por algún extraño y discordante sentido de regocijo. Tan suave, tan furtivamente me envolvió que apenas puedo determinar su llegada. Mientras rememoro lentamente ese instante portentoso, me parece que debe haberse originado con mi primer vistazo a la escena del funeral, estrechando silenciosamente su cerco con sutil insidia. Una funesta y maligna influencia que parecía provenir del cadáver mismo me aferraba con magnética fascinación. Mi mismo ser parecía cargado de electricidad estática y sentí mi cuerpo tensarse involuntariamente. Mis ojos intentaban traspasar los párpados cerrados del difunto y leer el secreto mensaje que ocultaban. Mi corazón dio un repentino salto de júbilo impío batiendo contra mis costillas con fuerza demoníaca, como tratando de librarse de las acotadas paredes de mi caja torácica. Una salvaje y desenfrenada sensualidad complaciente me envolvió. Una vez más, el vigoroso codazo maternal me devolvió a la actividad. Había llegado con pies de plomo hasta el ataúd tapizado de negro, me alejé 329
- Page 277 and 278: laberintodontes, plesiosaurios, etc
- Page 279 and 280: la mayoría de las instituciones en
- Page 281 and 282: vinieron cruzando el espacio desde
- Page 283 and 284: Las proyecciones mentales a través
- Page 285 and 286: preparado para recibir una prueba t
- Page 287 and 288: Entonces conocí al doctor Boyle, q
- Page 289 and 290: De lo que ocurrió después de reci
- Page 291 and 292: ventanas redondas. Cuanto más hond
- Page 293 and 294: hacia el campamento. Fue un gesto d
- Page 295 and 296: las dunas con una forma nueva y poc
- Page 297 and 298: posible lo que pareció suceder dur
- Page 299 and 300: la mayoría de aquellos bloques est
- Page 301 and 302: mi paso. Saqué la linterna y lanc
- Page 303 and 304: sus bajorrelieves. El influjo de la
- Page 305 and 306: hueco interior de un desconocido pl
- Page 307 and 308: pasaje me eran conocidos, y en múl
- Page 309 and 310: ocupar sus profundidades. Más tard
- Page 311 and 312: pasadas tensiones geológicas que n
- Page 313 and 314: coherente. ¿Porque acaso esta expe
- Page 315 and 316: evocación de pesadillas agobiantes
- Page 317 and 318: arenosos y tiré de ella hacia mí
- Page 319 and 320: Empuñando la linterna y con la omi
- Page 321 and 322: en una serie ensordecedora de atron
- Page 323 and 324: tangible oscuridad. Según lo que p
- Page 325 and 326: cuerpo entre sueños durante kilóm
- Page 327: LOS AMADOS MUERTOS H. P. Lovecraft
- Page 331 and 332: eemplazarlo por la carga, infinitam
- Page 333 and 334: subrepticiamente por las tenebrosas
- Page 335 and 336: puñado de casas ocupadas, aunque e
- Page 337 and 338: idólatras plegarias debían haber
- Page 339 and 340: encontraría en el cementerio donde
- Page 341 and 342: miraba a la infame Casa del Pirata,
- Page 343 and 344: oscuridad. Creí ver tres ojos llam
- Page 345 and 346: ilegible losa, y había hecho un co
- Page 347 and 348: lo largo de siglos, ¿por qué iba
- Page 349 and 350: muy poca cosa de lo que ocurrió ba
- Page 351 and 352: científicamente indescriptible. Ad
- Page 353 and 354: vieja y maldita que teníamos allí
- Page 355 and 356: ante la cual se encontraba permanec
- Page 357 and 358: habitaciones traseras situadas unos
- Page 359 and 360: abandonado. Cuanto más lo contempl
- Page 361 and 362: La iglesia se encontraba en un avan
- Page 363 and 364: se cerraron de golpe, y una mujer g
- Page 365 and 366: horror, ya que los títulos de aque
- Page 367 and 368: pintada de negro, casi enteramente
- Page 369 and 370: la luz. Rehuye la luz suave y desap
- Page 371 and 372: través de ella; algo que le seguir
- Page 373 and 374: iluminación de las calles constitu
- Page 375 and 376: desconocido visitante la había hec
- Page 377 and 378: haberse establecido entre él y aqu
saludables y normales de mi propia edad. Me tildaban de aguafiestas y<br />
"vieja" porque no me interesaban los rudos juegos infantiles que ellos<br />
practicaban, o porque no poseía el sufici<strong>en</strong>te vigor para participar <strong>en</strong> ellos,<br />
de haberlo deseado.<br />
Como todas las poblaciones rurales, F<strong>en</strong>ham t<strong>en</strong>ía su cupo de<br />
chismosos de l<strong>en</strong>gua v<strong>en</strong><strong>en</strong>osa. Sus imaginaciones maledic<strong>en</strong>tes achacaban<br />
mi temperam<strong>en</strong>to letárgico a alguna anormalidad aborrecible; me<br />
<strong>com</strong>paraban con mis padres agitando la cabeza con ominosa duda <strong>en</strong> vista<br />
de la gran difer<strong>en</strong>cia. Algunos de los más supersticiosos me señalaban<br />
abiertam<strong>en</strong>te <strong>com</strong>o un niño cambiado por otro, mi<strong>en</strong>tras que otros, que<br />
sabían algo sobre mis antepasados, llamaban la at<strong>en</strong>ción sobre rumores<br />
difusos y misteriosos acerca de un tataratío que había sido quemado <strong>en</strong> la<br />
hoguera por nigromante.<br />
De haber vivido <strong>en</strong> una ciudad más grande, con mayores<br />
oportunidades para <strong>en</strong>contrar amistades, quizás hubiera superado esta<br />
temprana t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia al aislami<strong>en</strong>to.<br />
Cuando llegué a la adolesc<strong>en</strong>cia, me torné aún más sombrío,<br />
morboso y apático. Mi vida carecía de alici<strong>en</strong>tes. Me parecía ser preso de<br />
algo que ofuscaba mis s<strong>en</strong>tidos, trababa mi desarrollo, <strong>en</strong>torpecía mis<br />
actividades y me sumía <strong>en</strong> una inexplicable insatisfacción. T<strong>en</strong>ía dieciséis<br />
años cuando acudí a mi primer funeral. Un sepelio <strong>en</strong> F<strong>en</strong>ham era un<br />
suceso de primer ord<strong>en</strong> social, ya que nuestra ciudad era señalada por la<br />
longevidad de sus habitantes. Cuando, además, el funeral era el de un<br />
personaje tan conocido <strong>com</strong>o el de mi abuelo, podía asegurarse que el<br />
pueblo <strong>en</strong>tero acudiría <strong>en</strong> masa para r<strong>en</strong>dir el debido hom<strong>en</strong>aje a su<br />
memoria. Pero yo no contemplaba la próxima ceremonia con interés ni<br />
siquiera lat<strong>en</strong>te. Cualquier asunto que t<strong>en</strong>diera a arrancarme de mi inercia<br />
habitual sólo repres<strong>en</strong>taba para mí una promesa de inquietudes físicas y<br />
m<strong>en</strong>tales. Cedi<strong>en</strong>do ante las presiones de mis padres, y tratando de<br />
328