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H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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pasaje me eran conocidos, y <strong>en</strong> múltiples puntos me detuve para proyectar<br />

rayos de luz por las arcadas obturadas, <strong>en</strong> ruinas, pero familiares.<br />

Algunas salas se habían desplomado por <strong>en</strong>tero; otras estaban<br />

desnudas, aunque tras unos instantes de marcha tuve que det<strong>en</strong>erme ante<br />

una abierta e irregular grieta abismal cuyo punto más estrecho no debía de<br />

ser m<strong>en</strong>or de metro y medio. Por allí se había desplomado par-te de la<br />

sillería, revelando una incalculable y negrísima profundidad.<br />

Estaba seguro de la exist<strong>en</strong>cia de dos pisos subterráneos más <strong>en</strong> este<br />

edificio titánico, y temblaba con un pánico nuevo al recordar la trampilla<br />

cerrada con flejes metálicos de la planta más baja. Ahora no habría<br />

c<strong>en</strong>tinelas junto a ella, porque los seres que construyeron todo esto hacía<br />

tiempo que vivieron su ocaso y llegaron a su extinción. Lo mismo que las<br />

<strong>en</strong>tidades recluidas tras las trampillas cerradas, aunque éstas, cuando<br />

apareciera la raza coleóptera posthumana, habrían muerto del todo. Y, sin<br />

embargo, temblé de nuevo al acordarme de las ley<strong>en</strong>das indíg<strong>en</strong>as.<br />

Necesité de un terrible esfuerzo para franquear aquel abierto<br />

abismo, puesto que los es<strong>com</strong>bros del suelo impedían tomar impulso<br />

mediante una simple carrerilla, pero me impulsó la locura. Elegí un lugar<br />

cerca de la pared de la izquierda, donde la grieta era m<strong>en</strong>os ancha y el lado<br />

opuesto aparecía razonablem<strong>en</strong>te libre de es<strong>com</strong>bros peligrosos, y tras un<br />

mom<strong>en</strong>to de fr<strong>en</strong>es!, llegué a la otra parte sin novedad.<br />

Por fin, ya <strong>en</strong> el nivel más profundo, pasé por delante de la arcada<br />

de la sala de máquinas, d<strong>en</strong>tro de la cual se adivinaban fantásticas ruinas de<br />

metal semi<strong>en</strong>terradas por la desplomada bóveda. Todo se hallaba donde yo<br />

sabía que debería estar, así que trepé confiado por los es<strong>com</strong>bros que<br />

cerraban la <strong>en</strong>trada de un vasto corredor transversal. Compr<strong>en</strong>dí que ese<br />

corredor me llevaría hasta los archivos c<strong>en</strong>trales, cruzando por debajo de la<br />

ciudad.<br />

Infinidad de épocas parecían desplegarse mi<strong>en</strong>tras avanzaba dando<br />

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