H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com

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inutos vinieran del oeste para sojuzgarles. Hablé con la mente de Nug-Soth, un mago de los oscuros conquistadores del año 16000 d. C.; con la de un romano, llamado Titus Sempronius Blaesus, que fue cuestor en la época de Sulla; con la de Kefnes, un egipcio de la XIV dinastía, que me contó el horrible secreto de Nyarlathotep; con la de un sacerdote del reinado medio de la Atlántida; con la de un caballero de SuffoIk, de la época de Cromwell, un tal James Woodville; con un astrónomo de la corte preincaica del Perú; con la de Theodotides, un personaje greco-bactriano del año 200 a. C.; con el médico australiano Nevel Kingston-Brown, que morirá en el 2518; con una archiimagen de un desaparecido yhe del Pacífico; con la mente de un viejo francés de la época de Luis XIII, llamado Pierre-Louis Montagny; con la de Crom-Ya, un reyezuelo cimmeriano del año 15000 a. C.; y con muchas otras que mi cerebro no recuerda, como tampoco recuerdo los sorprendes secretos y anonadadoras maravillas que conocí gracias a ellos. Cada mañana despertaba con fiebre, a veces tratando frenéticamente de comprobar o desacreditar tales Informaciones dentro de cuanto cabe en la extensión del conocimiento humano. Los hechos tradicionales adquirían huevos y dudosos aspectos, y yo me maravillaba ante las fantasías que el sueño podía inventar como apéndices sorprendentes a la historia y a la ciencia. Los misterios que el pasado podía ocultar me producían escalofríos, y temblaba ante las amenazas que podría deparar el futuro. Lo que se insinuaba en la manera de hablar de las entidades posthumanas acerca del destino de la humanidad me causaba un efecto tal que ni aún ahora me atrevo a describirlo en las presentes líneas. Tras el hombre se desarrollaría una potente civilización de escarabajos, en cuyos cuerpos se albergarían los miembros de la elite de la Gran Raza cuando la monstruosa destrucción alcanzase a su mundo más 274

antiguo. Posteriormente, cuando se cerrara el ciclo vital de la Tierra, las mentes transferidas volverían a emigrar por el tiempo y el espacio hasta otro lugar de estancia en los cuerpos de las entidades bulbosas de Mercurio. Pero tras ellos habría otras razas, aferrándose de manera patética a este viejo y frío - planeta y albergándose en madrigueras excavadas en el corazón del globo terráqueo, hasta que llegase el definitivo final. Mientras, en mis sueños, escribía interminablemente en aquella historia de mi propia época que preparaba, en parte voluntariamente y en parte por las promesas de aumentar las oportunidades de viajar y consultar bibliotecas, con destino a los archivos centrales de la Gran Raza. Estos archivos se encontraban en una colosal estructura subterránea próxima al centro de la ciudad, estructura que llegué a conocer bien gracias a mis frecuentes trabajos y consultas. Destinado a durar tanto como la raza y a resistir las más tremendas convulsiones telúricas, este depósito titánico superaba a todos los demás edificios la sólida firmeza de su construcción. Los legajos, escritos o impresos en grandes láminas de un curioso e indestructible tejido celulósico, estaban encuadernados en forma de libros que se abrían por su parte superior y que se guardaban en estuches individuales de un extraño y ligerísimo metal grisáceo e inoxidable, decorados con dibujos geométricos y ostentando el título escrito en los jeroglíficos curvilíneos de la Gran Raza. Estos estuches se almacenaban en filas y filas de bóvedas rectangulares - semejantes a estanterías - hechas del mismo metal inoxidable y cerradas con pomos de intrincado diseño. A mi historia se le asignó un lugar determinado en las bóvedas del nivel más bajo, destinado a los vertebrados, en toda una sección dedicada a las culturas de la humanidad y de las razas peludas y reptilescas que la siguieron en el dominio terrestre. Pero ninguno de los sueños me proporcionó una imagen completa 275

inutos vinieran del oeste para sojuzgarles.<br />

Hablé con la m<strong>en</strong>te de Nug-Soth, un mago de los oscuros<br />

conquistadores del año 16000 d. C.; con la de un romano, llamado Titus<br />

Sempronius Blaesus, que fue cuestor <strong>en</strong> la época de Sulla; con la de<br />

Kefnes, un egipcio de la XIV dinastía, que me contó el horrible secreto de<br />

Nyarlathotep; con la de un sacerdote del reinado medio de la Atlántida; con<br />

la de un caballero de SuffoIk, de la época de Cromwell, un tal James<br />

Woodville; con un astrónomo de la corte preincaica del Perú; con la de<br />

Theodotides, un personaje greco-bactriano del año 200 a. C.; con el médico<br />

australiano Nevel Kingston-Brown, que morirá <strong>en</strong> el 2518; con una<br />

archiimag<strong>en</strong> de un desaparecido yhe del Pacífico; con la m<strong>en</strong>te de un viejo<br />

francés de la época de Luis XIII, llamado Pierre-Louis Montagny; con la de<br />

Crom-Ya, un reyezuelo cimmeriano del año 15000 a. C.; y con muchas<br />

otras que mi cerebro no recuerda, <strong>com</strong>o tampoco recuerdo los sorpr<strong>en</strong>des<br />

secretos y anonadadoras maravillas que conocí gracias a ellos.<br />

Cada mañana despertaba con fiebre, a veces tratando<br />

fr<strong>en</strong>éticam<strong>en</strong>te de <strong>com</strong>probar o desacreditar tales Informaciones d<strong>en</strong>tro de<br />

cuanto cabe <strong>en</strong> la ext<strong>en</strong>sión del conocimi<strong>en</strong>to humano. Los hechos<br />

tradicionales adquirían huevos y dudosos aspectos, y yo me maravillaba<br />

ante las fantasías que el sueño podía inv<strong>en</strong>tar <strong>com</strong>o apéndices<br />

sorpr<strong>en</strong>d<strong>en</strong>tes a la historia y a la ci<strong>en</strong>cia.<br />

Los misterios que el pasado podía ocultar me producían escalofríos,<br />

y temblaba ante las am<strong>en</strong>azas que podría deparar el futuro. Lo que se<br />

insinuaba <strong>en</strong> la manera de hablar de las <strong>en</strong>tidades posthumanas acerca del<br />

destino de la humanidad me causaba un efecto tal que ni aún ahora me<br />

atrevo a describirlo <strong>en</strong> las pres<strong>en</strong>tes líneas.<br />

Tras el hombre se desarrollaría una pot<strong>en</strong>te civilización de<br />

escarabajos, <strong>en</strong> cuyos cuerpos se albergarían los miembros de la elite de la<br />

Gran Raza cuando la monstruosa destrucción alcanzase a su mundo más<br />

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