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El nieto del califa Harun, atormentado por su ambición de poder, conocimientos y placeres (al estilo de los personajes góticos), se ve impedido por un ingenio demoníaco en su búsqueda del trono subterráneo de los fabulosos sultanes pre-Adamitas en los ardientes castillos infernales de Eblis, el soberano de los demonios mahometanos. Las descripciones del palacio y las diversiones de Vathek, el retrato de su siniestra madre, la hechicera Carathis y su torre embrujada, el cortejo de las cincuenta esclavas tuertas, del peregrinaje a las ruinas espectrales de Istakhar (Persépolis), de su descarada esposa Nouronihar a quien compró por el camino, de las torres de la primitiva Istakhar bajo la luz de la luna y el terrible y ciclópeo palacio de Eblis donde cada víctima está condenada a vagar eternamente con la mano derecha puesta sobre su corazón ardiente, son evidencia del indudable genio de Beckford en la creación de matices sobrenaturales, que le otorgan a su obra un lugar permanente en las letras inglesas. Memorables son también los tres episodios del Vathek, que el autor deseaba incluir originalmente en su novela como un coloquio entre las víctimas del infernal palacio de Eblis, pero que 28 permanecieron inéditos en vida del poeta y fueron descubiertos recién en 1909 cuando el erudito Lewis Melville los rescató entre los documentos que pensaba utilizar para su libro Vida y cartas de William Beckford. Beckford, sin embargo, carece del misticismo esencial que distingue a las formas más extremas de la literatura de terror, por lo que sus cuentos poseen una cierta solidez y claridad latina que excluye el puro horror pánico. Beckford fue el único que utilizó las fuentes orientales. Otros escritores, más cercanos a la tradición gótica y a la vida europea, se contentaron con seguir el ejemplo de Walpole. Entre la multitud de novelistas góticos, cabe destacar al socialista William Godwin quien además de su famosa obra Caleb Williams (1794), escribió una novela fantástica titulada St. Leon (1799) en la que el tema del elixir de la vida, tal 26

como fue desarrollado por la imaginaria orden secreta de los “Rosacruces”, está tratado con gran ingeniosidad pero carece de una atmósfera convincente. Este elemento de los “Rosacruces”, alimentado por el interés popular hacia la magia que se demostraba en la fama conseguida por el charlatán Cagliostro y en la publicación del libro El Mago de Francis Barrett (1801) - un curioso tratado sobre los principios y ritos mágicos, que se volvió a reeditar en 1896 - figura en las obras. de Bulwer Lytton, y en muchas novelas góticas tardías, especialmente en esa remota y endeble posteridad ya bien entrado el siglo XIX y representada por George W. M. Reynold y sus folletines Faust y Wagner the Wehr-Wolf. Aunque no es una novela fantástica, Caleb Williams posee muchos toques de genuino terror. Es la historia de un sirviente perseguido por un amo a quien aquel ha encontrado culpable de asesinato. La novela tiene una inventiva e ingenio destacables que la han mantenido viva hasta nuestros días. Fue representada en teatro con el título de The Iron Chest cosechando el mismo éxito que la novela. Pero Godwin era demasiado maestro y filósofo como para crear una verdadera obra maestra de lo fantástico. Mary Shelley, hija de Godwin y esposa del poeta, tuvo mucho más éxito y su inimitable Frankenstein o El moderno Prometeo (1817) es un clásico del horror. Producto de un juego literario en donde ella, su esposo, Lord Byron y el doctor John Polidori probaron su ingenio en la creación de cuentos de fantasmas, el Frankenstein surgió como la única narración llevada a feliz término. La crítica ha fracasado en sus intentos para demostrar que lo mejor de la novela salió de la pluma del poeta y no de su esposa. La obra, apenas afectada por elementos didácticos y morales, cuenta la historia de una criatura artificial moldeada con restos humanos por un joven médico suizo llamado Víctor Frankenstein. El monstruo, producto del “demencial orgullo del intelecto”, posee inteligencia pero su aspecto es horrible y repulsivo. Despreciado y temido por todos, enfurece 27

El nieto del califa Harun, atorm<strong>en</strong>tado por su ambición de poder,<br />

conocimi<strong>en</strong>tos y placeres (al estilo de los personajes góticos), se ve<br />

impedido por un ing<strong>en</strong>io demoníaco <strong>en</strong> su búsqueda del trono subterráneo<br />

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palacio y las diversiones de Vathek, el retrato de su siniestra madre, la<br />

hechicera Carathis y su torre embrujada, el cortejo de las cincu<strong>en</strong>ta esclavas<br />

tuertas, del peregrinaje a las ruinas espectrales de Istakhar (Persépolis), de<br />

su descarada esposa Nouronihar a qui<strong>en</strong> <strong>com</strong>pró por el camino, de las<br />

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palacio de Eblis donde cada víctima está cond<strong>en</strong>ada a vagar eternam<strong>en</strong>te<br />

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indudable g<strong>en</strong>io de Beckford <strong>en</strong> la creación de matices sobr<strong>en</strong>aturales, que<br />

le otorgan a su obra un lugar perman<strong>en</strong>te <strong>en</strong> las letras inglesas. Memorables<br />

son también los tres episodios del Vathek, que el autor deseaba incluir<br />

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palacio de Eblis, pero que 28 permanecieron inéditos <strong>en</strong> vida del poeta y<br />

fueron descubiertos recién <strong>en</strong> 1909 cuando el erudito Lewis Melville los<br />

rescató <strong>en</strong>tre los docum<strong>en</strong>tos que p<strong>en</strong>saba utilizar para su libro Vida y<br />

cartas de William Beckford. Beckford, sin embargo, carece del misticismo<br />

es<strong>en</strong>cial que distingue a las formas más extremas de la literatura de terror,<br />

por lo que sus <strong>cu<strong>en</strong>tos</strong> pose<strong>en</strong> una cierta solidez y claridad latina que<br />

excluye el puro horror pánico.<br />

Beckford fue el único que utilizó las fu<strong>en</strong>tes ori<strong>en</strong>tales. Otros<br />

escritores, más cercanos a la tradición gótica y a la vida europea, se<br />

cont<strong>en</strong>taron con seguir el ejemplo de Walpole. Entre la multitud de<br />

novelistas góticos, cabe destacar al socialista William Godwin qui<strong>en</strong><br />

además de su famosa obra Caleb Williams (1794), escribió una novela<br />

fantástica titulada St. Leon (1799) <strong>en</strong> la que el tema del elixir de la vida, tal<br />

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