H. P. Lovecraft = Lovecraftiana 3 - cuentos en ... - GutenScape.com
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sensación de que ante ellos se alzaba alguna barrera psicológica artificial. Cuando insinué desconfiado mis impresiones a los demás, las respuestas fueron variadas. Algunas personas me miraban incómodas, pero los miembros del departamento de matemáticas hablaban de nuevos desarrollos en aquellas teorías de la relatividad - discutidas por entonces sólo en círculos doctos - que más tarde se harían famosas. Decían que el doctor Albert Einstein estaba reduciendo rápidamente el tiempo a la categoría de una mera dimensión. Pero los sueños y las sensaciones perturbadoras se apoderaban de mí, y así tuve que abandonar mi trabajo habitual en 1915. Ciertas impresiones tomaban una forma enojosa, proporcionándome la noción persistente de que mi amnesia había originado alguna clase de intercambio maligno; que la personalidad secundaria fue en verdad una fuerza procedente de regiones desconocidas y que mi propia personalidad quedó desplazada por la intrusión. Así me vi arrastrado a vagas y temibles especulaciones concernientes al paradero de mi yo durante los años en que aquel otro estuvo en posesión de mi cuerpo. El conocimiento curioso y la extraña conducta de aquel indeseado inquilino me turbaban cada vez más a medida que ampliaba detalles gracias a las personas, los periódicos y las revistas. La singularidad que confundió a los demás parecía armonizar terriblemente con cierto transfondo de negro conocimiento que pululaba en el caos de mi subconsciente. Inicié una febril búsqueda de retazos de información referentes a los estudios y viajes efectuados por aquel otro ser durante los años oscuros. Pero no todas mis dificultades tenían este carácter semi-abstracto. Estaba lo de los sueños, y dichos sueños parecían aumentar en vividez y concreción. Dándome cuenta de la acogida que les iban a dispensar la mayor parte de mis oyentes, raras veces los mencionaba, excepto a mi hijo 248
o a alguno de los psicólogos de confianza, pero en aquel tiempo inicié un estudio científico de otros casos con el fin de ver si tales visiones eran o no típicas entre las víctimas de amnesia. Mis resultados, obtenidos con la ayuda de psicólogos, historiadores, antropólogos y especialistas mentales de amplia experiencia, y con el estudio de los casos de esquizofrenia correspondientes a los días en que se creó la leyenda de las posesiones demoníacas y que comprendían desde ese remoto período hasta nuestro presente médicamente realista, al principio me inquietaron más que me sirvieron de consuelo. No tardé en descubrir que mis sueños carecían de contrapartida en la abrumadora masa de casos de verdadera amnesia. Sin embargo, quedaba un cierto residuo de relatos que durante años me asombró y sorprendió por su paralelismo con respecto a mi experiencia. Algunos de estos casos correspondían a fragmentos del folclore antiguo; otros eran casos que hacían historia en los anales de la medicina; uno o dos constituían anécdotas oscuramente enterradas en las historias corrientes. Parece ser que, si bien mi clase especial de afección era muy rara, casos semejantes se habían presentado a largos intervalos casi desde el principio de los anales del hombre. Había siglos conteniendo uno, dos o tres casos, otros siglos carecían de ellos o, por lo menos, ninguno había llegado hasta nuestros días. La esencia era idéntica: una persona de mentalidad aguda se veía dominada por una vida secundaria extraña y gobernada durante un período más o menos largo por una existencia del todo ajena, tipificada al principio por una torpeza vocal y corporal y, más tarde, por una adquisición total de conocimiento científico, histórico, artístico y antropológico; adquisición llevada a cabo con ansia febril y con un poder de absorción en absoluto normal. Luego seguía un súbito retorno a la consciencia prístina, plagada siempre a intermitencias por vagos sueños ilocalizables que sugerían 249
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Pero los sueños y las s<strong>en</strong>saciones perturbadoras se apoderaban de<br />
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Así me vi arrastrado a vagas y temibles especulaciones<br />
concerni<strong>en</strong>tes al paradero de mi yo durante los años <strong>en</strong> que aquel otro<br />
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La singularidad que confundió a los demás parecía armonizar<br />
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Pero no todas mis dificultades t<strong>en</strong>ían este carácter semi-abstracto.<br />
Estaba lo de los sueños, y dichos sueños parecían aum<strong>en</strong>tar <strong>en</strong> vividez y<br />
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